No muy lejos de esa esquina, la ciudad brama. Tiene humo en el aire. Y mal humor. Tiene prisa por llegar a ningún lado. Los depósitos bancarios y el último cierre de la onza de carne los tienen a todos desvelados. Qué va a pasar, ay, ay, qué será de mi pequeño mundo con tanta gente sinvergüenza y desalmada...

A los Pibes nada de eso los preocupa. Los Pibes se juntaron a la hora convenida, en la esquina convenida, para hacer su encuentro con otros Pibes, con los de allá y los de más acá. Y con los maestros y educadores, y con los amigos de los Pibes, con los militantes de los Pibes, con ésos que tienen la misma edad en el corazón, y los mismos sueños.

Después de los títeres de Pedro (donde los adultos se distraen, pero los chicos se quedan boquiabiertos) vinieron las murgas. Una se llamaba “Los inevitables”. Sólo pensar ese nombre nos hace sonreir.

Después, con redoblantes y tambores, en endiablado cortejo, fuimos todos a la iglesia.

Era una iglesia distinta claro: banderas rojinegras ondeando cerca del altar (Sandino, Kropotkin y todos esos santos revolucionarios). Arriba, en los más alto, una pancarta decía “Movimiento Chicos del Pueblo”. Después, en otro momento, otra pancarta decía “El hambre no es voluntad de Dios”.

“-Señora Cristina ¿le parece que los chicos duerman en la calle?” dijo un pibe que se arrimó a un micrófono. “Un día más de lucha es... ¡un día menos de hambre!”, dijo otro.

La gente seguía entrando y ya no cabía. Los Pibes se adueñaron del templo. Estaban como en su casa.

Era una casa muy grande, con ángeles y ángelas (¿así se dice?) que nos cuidaban a todos, prendidos como brasa en la memoria.

“Azucena Villaflor”, dijo Alberto Morlachetti, el coordinador nacional del Movimiento de los Chicos del Pueblo, pronunciando un nombre que estaba en el aire. Después, desgranó su poesía, la poesía de su corazón.

“¿Cómo puede ser?”, dijo. Y habló de un hospital y una maternidad en donde los chicos no nacen, en donde los chicos no. Y habló del paco, del maldito paco que se lleva viditas, que se lleva almitas por los arrabales del gran Córdoba, sin que a los señores, sin que a los administradores del poder se les dibuje un algo, una mínima lágrima, una mueca de tristeza.

Después, Alberto habló del Monstruo, de un monstruo que devora a nuestros chicos y que se llama capitalismo. Y volvió a decir lo que sabemos, eso que sabemos y a menudo olvidamos: que la tierra debe ser para quienes la trabajan; que las riquezas deben ser de quienes las producen...

Al final, nos habló de una nueva marcha, y de recorrer el país como una arteria. Nos habló de llegar a la Plaza de Mayo y recibir allí al Niño, en la Navidad, con la invencible esperanza y la invencible ternura. “Haremos tronar el escarmiento” dijo. Porque hay ternura pero también hay bronca. Porque hay mano para las caricias, pero también mano crispada, por el dolor y la impaciencia.

Ahí nomás llegó Carlos, el párroco de la Santa Cruz, y nos invitó, como hizo aquel Nazareno del evangelio, a compartir el pan. “Que cada uno tome lo que necesite, para fortalecerse”, dijo el cura.

Y entonces compartimos el pan, una vez más. Como hacemos todos los días. Como necesitamos. Como creemos.

Todos tomamos un poquito de pan, los chicos, los más grandes y los viejos. Todos tomamos un poquito. Y nos reafirmamos así en un compromiso; en una conspiración; en una santa conjura: el hambre es un crimen y lo vamos a parar.

Y pararlo -sépanlo- no será lo último que hagamos. Eso será, apenas, lo primero.

Disculparán los lectores al redactor de esta crónica. Él quería decir mucho y se olvidó de todo. Se olvidó de los nombres y las siglas, y de las consignas.

Las pondremos, entonces, al final. Como en una película.

En la parroquia de la Santa Cruz este viernes 18 de abril del año 2008 estuvieron, entre otros compañeros y compañeras, entre otros amigos:

Las Madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y María del Rosario Cerruti; Alba Lanzillotto, Abuela de Plaza de Mayo, y Adolfo Pérez Esquivel.

La actriz Cristina Banegas, el poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema, la educadora Marta Maffei.

Carlos Albornoz, Superior de la Provincia Lasallana en Argentina y el Rabino Daniel Goldman. Las distintas congregaciones religiosas, la Comunidad Salesiana, los Hermanos Lasallanos, la congregación Don Orione, los Pasionistas, la Conferencia Argentina de Religosas y Religiosos (CONFAR), las Hermanas del Sagrado Corazón, la Iglesia Metodista, la Comunidad Teológica Rajab.

Los compañeros del MTL, de la CTA, de la CCC, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, la Multisectorial de Florencio Varela y otras decenas de grupos.

El humo y las rutas cortadas impidieron que llegaran muchos compañeros y compañeritos del Gran Buenos Aires y las delegaciones del interior del país.

Gracias a todos, en nombre de los Pibes. Venceremos (ANC-UTPBA).

(*) Nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo (www.pelotadetrapo.org.ar)