La conspiración para acabar con el proceso de cambio se impulsa interna y externamente.
El imperialismo y la derecha tienen bien trazado un plan para desgastar al gobierno en varios frentes. Saben del riesgo real de que la tendencia democrática patriótica y de izquierda crezca y
se califique a niveles revolucionarios, por lo que tienen que parar este riesgo a como dé lugar.

Uno de los ámbitos de acción es el del terrorismo económico. Promueven intensamente una escalada especulativa que vuelve incontrolable a la inflación; aspecto clave si se toma en cuenta que
la parte más sensible que un pueblo tiene parea medir su bienestar es el costo de la vida. Para este ataque cuentan con un escenario global y local inmejorable: a más de las catástrofes naturales como
la erupción del volcán Tungurahua y el intenso invierno que inundó la mayor parte de la Costa e importantes sectores de la Sierra, aprovechan de un proceso recesivo de la economía a escala internacional, y que tiene su máxima expresión en la crisis que vive los Estados Unidos, el elevado costo del barril de petróleo ( 115 dólares el barril, que a finales del mes podría rebasar los 130) y
la devaluación del dólar, que ha llegado a 1,60 por cada euro.

Al subir el precio del petróleo a nivel internacional suben los costos de los insumos y el transporte de las mercancías, en ello tiene razón los empresarios ecuatorianos al explicar los motivos para
la elevada inflacionaria. Así mismo tienen razón cuando señalan que el sector agrícola se ve afectado con el crecimiento de la producción de biocombustible, que los países consumidores de petróleo impulsan para palear su necesidad de derivados. Sin embargo, en lo que no tienen razón es en aquella explicación absurda de que las cosas están así porque falta “seguridad jurídica”, o porque la inversión extranjera es nula. Estos grupos económicos de poder aprovechan la situación para acrecentar la crisis, ocultando sus productos, especulando con el precio, presionando al gobierno.

Es necesario decir que si bien el régimen ha adoptado ciertas medidas como la instauración de ferias populares para que hagan contrapeso y ayuden a regular el mercado, ofreciendo productos a precios más bajos, es aún insuficiente. El problema podría profundizarse aún más si no se toman decisiones tanto en la parte económica como en la política para enfrentar esta arremetida.

El otro frente de ataque es el políticomilitar. Luego de la agresión armada a nuestra soberanía ocurrida el 1 de marzo, el gobierno colombiano, asesorado y apoyado por George W. Bush y toda la
industria mediática reaccionaria, mantiene una tensión constante en la frontera y promueve una campaña propagandísitica de desprestigio que, vinculando al gobierno ecuatoriano con las FARC, ha obligado a que el presidente haga declaraciones contra la guerrilla, amenazándolas expresamente. Ha caído en el juego del imperialismo y la reacción de Colombia y Ecuador.

Y finalmente, el otro frente es el que tiene que ver con la labor de la Asamblea Constituyente. La presión es constante en el sentido de lograr que los textos de la nueva Carta política sean moderados y no del todo transformadores como los ecuatorianos esperan. El haber promovido todo un debate alrededor del aborto, el matrimonio gay y el nombre de dios en la Constitución hace parte de una guerra sicológica inmoral, puesto que han apelado a la tradición religiosa de los ecuatorianos para
que se opongan a un gobierno que supuestamente contradice estos principios. Lograron armar una plataforma para enfrentar a la corriente de cambio en el referéndum y en las próximas elecciones seccionales.

La ofensiva de la derecha y el imperialismo son intensos, pero los pueblos se sostienen en su decisión de impulsar el cambio. Fuertes enfrentamientos se esperan para el futuro, situación necesaria si se toma en cuenta que la historia solo registra avances cuando esa confrontación
se intensifica y da como resultado el triunfo de las ideas más avanzadas.