Lo diga o no la Constitución, el Ecuador es un Estado en el que conviven pueblos, nacionalidades y la nación ecuatoriana. Nuestra realidad en el tema de las nacionalidades hace que hoy nadie pueda negarlas, que se desarrollen, que hayan sido parte fundamental de las acciones populares de las últimas décadas, que la lucha de los pueblos indígenas haya logrado el reconocimiento de varios de sus derechos colectivos. Podríamos entonces, decir de partida que el reconocimiento de la plurinacionalidad es lograr que la Constitución refleje la
realidad del Ecuador.

Los distintos pueblos que habitamos en el territorio del Estado ecuatoriano tenemos un tronco común, pero el recorrido histórico nos ha traído también diferencias, culturas distintas, idiomas con otros significados, creencias y hábitos característicos de cada uno. Por ello la plurinacionalidad y la interculturalidad, al tiempo que nos deben garantizar el derecho a ser iguales ante el Estado y el conjunto de la sociedad, debe garantizar al mismo tiempo el derecho a ser diferentes, a mantener y desarrollar la propia cultura.

Ello no se logra con una simple declaración formal sino que implica el compromiso del país con la promoción de la igualdad social y política, la intolerancia frente a cualquier manifestación de racismo y la promoción y desarrollo de las distintas culturas que hoy conviven en el país.

¿Plurinacionalidad o interculturalidad?


Algunos autores nos han planteado esta disyuntiva, que en realidad no existe. Si reconocemos que la interculturalidad es la existencia de relación entre dos culturas, su conocimiento mutuo y la esperanza de que ésta lleva al respeto común, naturalmente que reconoceremos
su importancia pero también nos percataremos que la interculturalidad en sí misma no es equivalente a equidad; hay expresiones Interculturales que continúan colocando una cultura sobre otras, como pasa en el sistema educativo ecuatoriano.

Para llegar a una interculturalidad verdaderamente fraternal y equitativa es indispensable romper con toda manifestación de injusticia social. Mientras exista un sistema de explotación como el capitalismo, la convivencia de los pueblos no podrá ser realmente equitativa y, por tanto intercultural en plenitud.

La Fundación Rigoberto Menchú señala con firmeza que:“la interculturalidad verdadera solo puede existir entre iguales”. Pablo Miranda nos recuerda además que: “En el capitalismo la interculturalidad está atravesada por los interesesde las clases dominantes, por sus intereses económicos y culturales, por la institucionalidad y la legitimación con que sustentan ese dominio; es por tanto una interculturalidad de sometimiento…”[1].

Es decir que la interculturalidad es insuficiente para hacernos iguales en un país con justicia social. ¿Basta el reconocimiento de la interculturalidad en la Constitución? La historia reciente nos dice que no. Un estudio dirigido por Carlos Larrea llega a concluir que: “Pese a la fuerza del movimiento indígena, las condiciones de vida de los pueblos indígenas han mejorado muy poco desde 1990. Persisten enormes brechas en nutrición, salud, educación y pobreza económica…”[2] Brechas que demuestran las dolorosas inequidades entre la nación blanco-mestiza y las nacionalidades indígenas y negras.

Por el contrario, la plurinacionalidad se convierte en un instrumento para luchar por la igualdad social y, por tanto, se convierte en requisito para la interculturalidad plena.

Un nuevo ordenamiento del Estado

Como dijimos más arriba, no se trata de proponer una mera declaración en el artículo uno de la nueva Constitución. La plurinacionalidad implica cambios en la organización del Estado, democratizarlo, responsabilizarlo del destino de culturas que incluso están en riesgo de desaparecer como es el caso de los pueblos en aislamiento voluntario en el Yasuní y otros
pueblos como el záparo y andoa.

Entre esos aspectos, los más importantes están en superar la idea de que el sujeto jurídico y político es el ciudadano individualizado, aislado, al margen de su pertenencia social, y en la construcción de un Estado que se propone terminar las inequidades existentes. Los ecuatorianos
somos diversos, pero ello no justifica inequidades en base a esa diversidad. Diversidad de culturas con igualdad de derechos es la divisa.

En las nuevas condiciones que deben crearse a partir del señalamiento de la plurinacionalidad:

 El Estado tendrá por tanto que reconocer el derecho a desarrollo de la cultura de los pueblos indígenas y los pueblos negros, como una política y acción continua y no solo como una actitud de “permitir” esas culturas. Esta última ha sido la actitud presente hasta hoy de manera tal que se mantiene un Estado con posiciones etnocentristas, que cree que la civilización es propia de la cultura dominante y que los demás deben acomodarse a la misma.

 Todos y todas los que pertenecemos al Estado ecuatoriano tendremos la obligación de conocernos mutuamente, respetar nuestras diferencias y valorar las culturas que conviven en el territorio ecuatoriano. Por tanto, la educación intercultural debe ser característica de todo el sistema educativo, complemento al laicismo en educación y generador de sentimientos de unidad entre quienes convivimos en esta Patria común.

 El Estado deberá reconocer la territorialidad en los territorios ancestrales, y mediante consensos. Si se quisiese retornar a la época pre-colonial, se podría decir que todos los territorios del país fueron ancestralmente indígenas. Eso es verdad pero hoy estamos en otro
momento histórico, por ello deben ser los territorios en los que visiblemente se desenvuelvan sus culturas, en dónde los indígenas son mayoría.

 La territorialidad supone reconocer a los organismos de gobierno indígenas como parte de los gobiernos locales, algo que ya lo dice incluso la Constitución de 1998. La manera de elegir a esos gobiernos deberá ser resuelta de acuerdo a los usos y tradiciones del pueblos indígenas que se trate, garantizando la democracia y participación de sus integrantes. Si se quiere ser consecuente con la decisión de promover el desarrollo de las culturas indígenas, su territorialidad, educación en el idioma propio y autogobierno local son requisitos indispensables.

 Para la materialización de la plurinacionalidad y de principios de desarrollo local, el Estado debe obligatoriamente distribuir los recursos públicos para impulsar el desarrollo armónico e integral de todos los territorios, cantones y habitantes del país.

 Reconocer y promover la vivencia de los derechos colectivos de los pueblos indígenas, en correspondencia con los acuerdos internacionales firmados por el Ecuador.

 Finalmente, reconocer lajusticia indígena siempre que no contradiga los derechos humanos
y las leyes de la República.

Plurinacionalidad y Estado unitario

Un Estado de características como las planteadas, según la CONAIE, debe ser entendido también como “una propuesta destinada a recuperar y fortalecer el Estado para el pleno ejercicio de la soberanía popular y la superación del modelo económico neoliberal que lo ha privatizado, debilitado y utilizado para el beneficio de ínfimas minorías.” [3] De ninguna manera es crear Estados dentro del Estado ecuatoriano, como lo plantearan las propuestas de autonomía oligárquica expuestas con más fuerzas por los pelucones de Guayaquil. Ellos, los oligarcas pretendían un control sobre los recursos, la posibilidad de firmar acuerdos internacionales al margen del Estado ecuatoriano, la acumulación mayor de las riquezas en pocas manos. Pero la autonomía oligárquica nada tiene que ver con la propuesta de plurinacionalidad.

La Plurinacionalidad no es ni puede ser una amenaza al Estado Unitario, único con ejercicio pleno de soberanía en los distintos ámbitos de ésta y con ejercicio de esa soberanía en los recursos naturales y biodiversidad, que son de todos los ecuatorianos y ecuatorianas sin excepción. Aquí entra también el patrimonio cultural e intangible, que es de propiedad estatal, pero que puede ser administrados por las comunidades locales logrando beneficios especiales de esa administración.

Por el contrario, el Estado Unitario se fortalece si todos los habitantes del Ecuador estamos subordinados a la misma Constitución y leyes fundamentales, aunque se tenga especificidades en su aplicación al reconocer la judicialidad indígena o la vigencia de legislación local en la que entran también las ordenanzas provinciales o municipales.

Los territorios indígenas, como expresión de la plurinacionalidad, adicionalmente no se contraponen con el Estado Unitario sino que forman parte de una nueva distribución territorial y, consecuentemente, de una nueva forma de planificar el desarrollo a partir de nuestras similitudes, diferencias y necesidades.

Presente y futuro

Una sana, completa y estimulante identidad de lo que es ser parte del Ecuador, la plurinacionalidad la requerimos como condición de la Patria Nueva, como conquista de derechos para los pueblos que convivimos en este territorio y como paso para señalar que la plena igualdad entre las naciones, nacionalidades y pueblos solo podrá llegar con la eliminación de toda forma de clasificar a los seres humanos, cuando se libere a la humanidad de la existencia de la explotación del hombre por el hombre.

Las diferencias entre pueblos y culturas fueron el pretexto para que unos exploten a otros, para que el sometimiento permita a las minorías enriquecerse del trabajo ajeno. La existencia de naciones opresoras de otras fue parte de los mecanismos económicos de sociedades divididas en clases, así lo es hoy en la forma de imperialismo y países dependientes y en la forma de inequidades étnicas y nacionales al interior de países como el Ecuador.

Por ello, la terminación total de las inequidades vendrá con la construcción de una sociedad sin clases, el Socialismo. La historia de la Unión Soviética antes de la traición que destruyó al socialismo desde Jrushov en adelante, demuestra que es posible el desarrollo de las nacionalidades, su convivencia en hermandad y solidaridad. Hoy, nuevamente en el capitalismo, se multiplicaron al igual que en la vieja Yugoslavia los conflictos étnicos, las guerras nacionales, las desigualdades. En este campo,como en tantos otros, es justo luchar hoy por conquistas concretas y altamente importantes, pero no debemos olvidar que quedará un camino por recorrer hacia futuro.

REFERENCIAS:

[1] Miranda, Pablo (2008). Ecuador: Nación, pueblos y emancipación. Ediciones de la Revolución Ecuatoriana, segunda edición, Quito.Pág. 24.

[2] Larrea, Carlos -coordinador- (2007). Pueblos indígenas, desarrollo humano y discriminación en el Ecuador. Abya Yala – Universidad Andina Simón Bolívar. Quito. Pág.99.

[3] CONAIE (2007). “Los pueblos indígenas y la Asamblea Constituyente” en: Nacionalidades Indígenas. Boletín número 3. Ecuador, septiembre de 2007. Pág.5.