A sus 70 años y enferma de diabetes, Beatriz se esfuerza cada mañana para salir a trabajar. Su empleo como afanadora en una estación del Metro, le permite ganar 950 pesos a la quincena, apenas 20.4 por ciento por encima del salario mínimo vigente, fijado en 52.59 pesos por día. Sin embargo, Beatriz no logra cubrir adecuadamente sus gastos de alimentación, vivienda, salud y vestido.

La Ley Federal del Trabajo señala en su artículo 90 que el salario mínimo “deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer educación obligatoria a los hijos”, pero las carencias de la clase trabajadora que percibe ese ingreso revelan que lo estipulado por la ley es letra muerta. El poder adquisitivo del salario mínimo ha sufrido un creciente deterioro en décadas recientes, lo que merma cada vez más las posibilidades de acceso de los trabajadores a los satisfactores básicos.

Tan sólo en los primeros 17 meses de gestión de Felipe Calderón Hinojosa, la merma del poder adquisitivo es de 23.69 por ciento, revela el estudio Estragos del neoliberalismo en México 1982-2008; poder adquisitivo del salario mínimo, canasta alimenticia recomendable y Explotación de los Trabajadores, elaborado por investigadores del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo correspondientes al último trimestre de 2007, señalan que de los 28 millones 939 mil 966 trabajadores que hay en México, 2 millones 583 mil 758 ganan menos de un salario mínimo, mientras que 6 millones 766 mil 916 reciben entre uno y dos salarios mínimos, lo que en conjunto representa el 32.3 por ciento de la clase asalariada.

El doctor Alfonso Bouzas Ortiz, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dice que “no hay ningún trabajador que pueda sostenerse con el importe de un salario mínimo: para que una familia sobreviva se tienen que insertar en el mercado de trabajo dos y hasta tres miembros. Para que una pareja joven decida casarse, tiene que mediar la anuencia de alguno de los padres para incorporarlos a la casa paterna. Es decir, que hay tres miembros que laboran en una misma casa o hay dos casas; ésa es la realidad que estamos viviendo”.

Tal es el caso de Beatriz, que cuenta con el apoyo económico de su hija para pagar los servicios de la casa que habita con su hijo en una colonia popular, al norte de la Ciudad de México. La anciana rememora con tristeza que hasta hace nueve meses eran dos las familias de las que recibía ayuda, pero tras la muerte de una de sus hijas quedó en manos de la otra la responsabilidad del pago de luz, agua y predial. Su hijo no puede ayudarla con los gastos, pues padece una discapacidad física que le impide trabajar. Beatriz reconoce que de no tener ese apoyo, le sería imposible sufragar los gastos con su exiguo sueldo, que apenas le alcanza para subsistir.

Precariedad del empleo

La anciana no recibe las prestaciones de ley. La empresa de servicios Tecno Limpieza Ajusco, que la emplea desde hace tres años, no le ofrece seguro social ni vacaciones. Su hija la afilió como su beneficiaria en el Instituto Mexicano del Seguro Social para que pudiera acceder a las consultas médicas y medicinas que necesita. De no ser así, Beatriz asegura que “o compraría mis medicinas o comería”.

Tanto su padecimiento como la edad, obligan a Beatriz a ser cuidadosa con su alimentación, pero los aumentos de precios en productos de consumo básicos, como la leche y las tortillas, han condicionado sus opciones alimenticias.
El paso de los años ha afectado no sólo la salud de Beatriz, sino también su economía, pues, al igual que el grueso de la población, ha resentido los efectos de las crisis económicas sexenales. Pese a que en términos macroeconómicos desde hace algunos años comenzó a darse una recuperación, bolsillos como el de Beatriz no han conocido mejores épocas.
La explicación de ello, sentencia el estudio del CAM, es que desde el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) el salario mínimo comenzó un largo proceso de deterioro.

De acuerdo con los datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), en este periodo el salario mínimo general registró el mayor número de ajustes y pasó de 0.318 pesos (expresado en el valor actual del peso) en 1982 a 7.04 pesos en febrero de 1988; sin embargo, su poder adquisitivo disminuyó 44.9 por ciento, con lo que el tiempo requerido para adquirir la canasta básica aumentó a nueve horas 19 minutos para el final del sexenio, indica el CAM.

Estragos del neoliberalismo en México 2008: poder adquisitivo del salario mínimo, canasta alimenticia recomendable, explotación de los trabajadores y distribución del ingreso nacional analiza cómo ha decaído el poder adquisitivo del salario desde la administración de Miguel de la Madrid hasta la actualidad. Los datos revelan un deterioro al día de hoy de 82.15 por ciento respecto del salario vigente en 1982, cuando comenzó a implementarse el modelo económico neoliberal.

A través del análisis de la canasta alimenticia recomendable (una ponderación construida a partir de lo que los nutriólogos consideran necesario para el desarrollo físico y mental del ser humano) se advierte cómo ésta ha aumentado 95 mil 375 por ciento al pasar de 0.12 pesos en enero de 1982 a 114.45 pesos para abril de este año. El aumento al salario en el mismo periodo ha sido de 21 mil 900 por ciento, es decir que el incremento de los precios ha sido 4.35 veces superior al del salario en los últimos 25 años.

El deterioro salarial es aún más evidente al calcular qué tanto de la canasta alimenticia recomendable (CAR) se puede adquirir con un salario mínimo. En 1982, cuando el salario equivalía a 0.28 pesos actuales, se podían adquirir más de dos canastas alimenticias, cuyo valor era de 0.12 pesos. Ahora, con un salario de 52.59 pesos y una canasta con valor de 114.45 pesos, apenas es posible adquirir 46 por ciento de ella.

En lo que va del sexenio de Felipe Calderón, el poder adquisitivo del salario se ha reducido 23.69 por ciento, al pasar el precio de la CAR de 80.83 pesos el 1 de diciembre de 2006 a 114.59 en abril pasado, lo que representa un incremento de 41.59 por ciento. El salario, sin embargo, sólo ha aumentado 8.05 por ciento.

Con sólo 17 meses de gobierno calderonista, el salario mínimo ha perdido un poco más de su poder adquisitivo del que perdió, de manera acumulada, en la administración de Vicente Fox, que fue de 23 por ciento.

En comparación con los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, que acumularon una pérdida del poder adquisitivo salarial de 46 y 51 por ciento, respectivamente, la administración foxista tuvo un deterioro menor.
Información proporcionada por el senador Alfredo Rodríguez y Pacheco, sobre las variaciones en la depreciación del salario en los últimos tres sexenios, también muestra una ligera recuperación (de apenas un punto acumulado) respecto del gobierno anterior. Empero, la recuperación que el legislador señala se está dando con Felipe Calderón (de 1.2) no coincide con los cálculos del CAM, que indican un deterioro del salario de 7.15 por ciento mayor que el de su antecesor, pero similar al que existía al 1 de enero de 1994.

Beatriz hace su análisis: “Antes compraba dos pesos de tortillas, ahora tengo que comprar como tres o cuatro pesos para que me alcance”. El CAM también hace sus cálculos, en su estudio indica que en 1982 el salario (0.28 pesos) alcanzaba para comprar 56 kilogramos de tortilla, lo que se redujo significativamente en los años siguientes. Para 1994 podían comprarse 20.3 kilogramos; para 2000, poco más de la mitad (10.3); en diciembre de 2006 alcanzaba para 6.9 kilogramos, y actualmente tan sólo para 6 kilogramos.
Otro de los alimentos que también ha presentado un incremento sistemático de precio es la leche. El comparativo señala que en 1982 podían adquirirse 18.6 litros, mientras que en 2008 pueden comprarse únicamente 4.9 litros.
Con un salario mínimo en 1982 podía comprarse 1.8 kilogramos de carne de res. Si de por sí ya era insuficiente, dado que la CAR está calculada para una familia de cinco integrantes, la cifra de 2008 indica que ahora sólo pueden adquirirse 600 gramos de dicho producto.

A la luz de estos datos es evidente que el deterioro del salario mínimo ha repercutido en la calidad de vida de la clase trabajadora. La solución, de acuerdo con el senador Alfredo Rodríguez y Pacheco, “es la creación de empleos: es la ley de la oferta y la demanda. En la medida en que haya más opciones para el trabajador, él podrá decidir que le conviene trabajar donde le ofrecen un mejor salario”.

Pero Bouzas Ortiz ofrece una valoración opuesta a la del senador panista. Para el investigador, “la oferta y la demanda de mano de obra están jugando en contra de los trabajadores”; pues, al no haber diversidad de incrementos salariales, se crean condiciones en las que las grandes empresas sacan ventaja de pagar sueldos tasados según el salario mínimo, y “los trabajadores se insertan en estas dinámicas porque no tienen otra opción”.

Según Rodríguez y Pacheco, secretario de la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado, lo que se busca es que el trabajador perciba una mayor cantidad, lo cual se logra no necesariamente elevando el salario mínimo sino mejorando su valor real. El senador advierte: “Lo que vamos a buscar es que el trabajador perciba un salario que le permita ir revirtiendo esa depreciación que ha sufrido”. La estrategia prevista por Rodríguez y Pacheco es elevar la productividad, pues al incrementarse se combatirá la inflación “que a la larga daña el salario del trabajador”, y generar también un incentivo entre los empresarios para crear más fuentes de empleo, lo que derivará en un mejor nivel salarial.

La historia del declive
Tras siete años de laborar recibiendo el sueldo mínimo, Beatriz nunca percibió que su calidad de vida mejorara, a pesar de que desde 1964 el monto nominal de los salarios se ha elevado año tras año, según datos de la Conasami.
Luis Lozano, investigador del CAM de la Facultad de Economía, explica que esto se debe a que a la par de los aumentos salariales ha existido un incremento en los precios de los productos básicos de consumo, que ha sido superior al de los sueldos.

Una panorámica histórica planteada en un estudio del Centro de Análisis Multidisciplinario realizado en 2006, muestra que durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) el salario mínimo tuvo una recuperación en su poder adquisitivo de 18.4 por ciento acumulado, pero al mismo tiempo la inflación generó un incremento de precios que alcanzó, en promedio, 16.5 por ciento anual. La devaluación de la moneda en 1976 presionaría aún más el proceso inflacionario en los años siguientes.

En el mandato de José López Portillo (1976-1982) la recuperación del poder adquisitivo del salario sólo se logró en 6.2 por ciento, con lo que el tiempo de trabajo que necesitaba laborar una familia para poder adquirir la canasta básica pasó de cinco horas 15 minutos a cinco horas 24 minutos. Una profunda crisis económica al final del sexenio y el inicio de un proceso de ajuste macroeconómico bajo lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) marcarían esta administración y repercutirían en los niveles de vida de la población trabajadora.

El doctor Bouzas Ortiz señala que parte del compromiso con el FMI ha sido el control salarial y la garantía de que el país se desarrollará dentro del sector de servicios y “la fuerza de trabajo mexicana será dócil, manejable, dispuesta a recibir salario pelón y que no va a reclamar los complementos del salario; dispuesta a trabajar por horas, por días, por semanas, a cambio de salarios menos malos, que no buenos”.

Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 1 de Mayo de 2008

La situación laboral del país, “anticonstitucional”

En México la explotación laboral es uno de los problemas que se ha agudizado en años recientes, revela el estudio Estragos del neoliberalismo en México 1982-2008; poder adquisitivo del salario mínimo, canasta alimenticia recomendable y explotación de los trabajadores, elaborado por investigadores del CAM de la Facultad de Economía de la UNAM
Señala que los trabajadores deben laborar más de 14 horas para obtener los recursos necesarios que cubran el gasto de algunos alimentos, lo que contradice el artículo 61 constitucional de la Ley Federal del Trabajo, que precisa la duración “máxima” de la jornada laboral de ocho horas, en horario diurno.
Los investigadores Luis Lozano, David Lozano, María Luisa Gaspar y Javier Lozano indican que el “capitalismo salvaje se instaló entre nosotros para confirmar, más que nunca, que en una nación libre, donde no se permite tener esclavos, la riqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos”.
David Lozano Tovar, encargado del proyecto, dice que pese a que los discursos oficiales hablan de una mejoría salarial, los trabajadores atraviesan por un periodo difícil por el incremento de los precios en los productos básicos, la disminución de las prestaciones sociales y laborales y el desempleo.
En 2004, explica, “el gobierno reconoció que había cerca de 28 millones de mexicanos sin acceso a prestaciones sociales, calculamos que esto se ha incrementado a 29 millones; y a ello se suma el problema del desempleo y la sobreexplotación. La situación laboral del país es anticonstitucional”.
La investigación del CAM indica que a partir el sexenio de Miguel de la Madrid, en 1982, se da un ajuste “drástico” a la economía de las familias mexicanas, ya que en ese año “el salario mínimo era de 0.28 pesos –expresado en nuevos pesos después de la devaluación de más de 1 mil por ciento del peso mexicano en 1994– y el precio de la canasta alimenticia recomendable (CAR) era de 0.12 pesos; es decir, un trabajador podía adquirir hasta dos canastas con un salario.
“Conforme avanza el modelo neoliberal, las cosas se van complicando y la vida se va encareciendo: al 1 de abril de 2008 el salario es de 52.59 pesos y el costo de la CAR es de 114.45 pesos, lo que significa que apenas se puede adquirir el 46 por ciento del total de la canasta”, explica el estudio de la UNAM.
Agrega que el deterioro salarial ocasiona que los trabajadores incrementen su jornada laboral para adquirir lo mínimo indispensable. Los datos recabados por los académicos universitarios indican que, hasta abril de este año, un trabajador tenía que laborar 14 horas 30 minutos para comprar una canasta básica de alimentos; cubrir una jornada laboral que excede las ocho horas que marca la Constitución o tener otro empleo para completar el ingreso faltante.
David Lozano Tovar explica que “si a un trabajador no le alcanza su sueldo, es lógico que ponga un puesto de dulces frente a una escuela o se emplee como repartidor de volantes, mesero o taxista por las noches”.
En un comparativo de precios de alimentos básicos, la investigación coloca a la tortilla (básica en la dieta de los mexicanos) como uno de los productos que más se ha encarecido en años recientes.
El investigador expone que “en 17 meses de la gestión de Felipe Calderón la disminución del ingreso es considerable, ya que menguó hasta el 23.69 por ciento. Para el 1 de diciembre de 2006, el trabajador laboraba 10 horas con 10 minutos para poder comprar la canasta alimenticia recomendable; al 1 de abril de 2008 la cifra aumentó de manera significativa a 14 horas con 30 minutos”.

Explotación laboral

El deterioro de las condiciones de vida, la mutilación de los contratos colectivos y la llamada ‘flexibilización’ de condiciones laborales son otros factores de estudio en la investigación Estragos del neoliberalismo en México 1982-2008; poder adquisitivo del salario mínimo, canasta alimenticia recomendable y explotación de los trabajadores.
Según los investigadores de la UNAM, “la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ha propiciado y mantenido una política de violaciones a los contratos colectivos y permisividad hacia los gremios patronales, en temas primordiales como los derechos laborales, prestaciones sociales y condiciones de seguridad en los lugares de trabajo. Esta conducta criminal ha sido bien aprovechada por el empresariado, tanto mexicano como extranjero”.
Países como México se “han convertido en paraísos de explotación para los capitalistas, debido a las bajas condiciones de vida que fijan el precio de la mano de obra muy por debajo de su valor, así como por el nulo respeto o defensa de las condiciones laborales por parte de los Estados que ahí gobiernan”.
En 1976, un trabajador producía el valor equivalente a su salario en tres horas 24 minutos, mientras que en 2007 lo hizo en 12 minutos, con un margen de trabajo no retribuido de 7.48 horas, en una jornada de ocho horas.
“Vendedores libres de mano de obra y trabajadores asalariados son explotados en el campo o en la ciudad por el régimen de producción capitalista. No puede haber libertad para quien tiene la imperante necesidad de vender su fuerza. Y sin embargo, ante ojos y oídos de trabajadoras y trabajadores del mundo entero, el capitalismo se presenta como un benéfico orden mundial basado en diversas libertades: de compra-venta, de pensamiento y de elección, de credo y de reunión”, critican los investigadores universitarios. (Erika Ramírez)