Carolina Lizárraga no ha desmentido que impulsara en Panamá, paraíso fiscal, una empresa off shore; forjara una asociación comercial, ella como socia central, y se regalara, a precio subvaluado, para eludir impuestos que debió pagar, según costos de mercado, una casa. En buena cuenta, antes de ser la jefa de la Oficina Nacional Anticorrupción, la señora de marras, ya había incurrido en irregularidades muy cercanas, de actuarse las pruebas y medirse las consecuencias, en simples, vulgares y palurdos delitos. En cualquier caso, la protagonista del tema, y tras muchos días de publicación, NO dice ¡nada! El dicho reza: ¡el que calla, otorga!

Entonces, ¿qué hace aún al frente de una oficina anticorrupción, una persona, como Carolina Lizárraga Houghton, sospechosa de haberle birlado dinero al fisco del Perú? Como cualquier ciudadana o ciudadano, éste es un tema de decencia y serlo debió haber significado, RENUNCIAR y ponerse a disposición, de inmediato, con pruebas, documentos, de las autoridades judiciales, como ella bien lo sabe. O, es importante subrayarlo: ¿carece de decencia?

Al funcionario Villacorta de Banmat, le cortaron la cabeza, casi de inmediato. Y sus faltas son burocráticas, reñidas con reglamentos y disposiciones internas. Hasta donde se sabe no son iguales ni comparables a las de Lizárraga. Pero, he aquí la vara distinta ¡todos festejan que lo botaran a puntapiés! pero nadie se atreve a cuestionar a la bella Carolina, cuya mudez en el caso de su auto-regalo, es impresionante cuanto que inmoral por donde se mire el asunto.

¿Por causa de qué, hay risas y goces, clímax y frenesís recurrentes, cuando echan a un funcionario casi sin empezar sus funciones, y todos guardan rarísimo silencio en el caso de Lizárraga? ¿ser dama, de tez blanca, tener apellido materno de origen foráneo, castra la opinión de los “analistas, internacionalistas, expertos, juristas”, de todo pelaje? O ¿es importante, resistir, al mando de una paniaguada pandilla de mamones consuetudinarios del Estado en esa oficina paralela llamada ONA?

El parlamentario Isaac Mekler ha interpuesto denuncia contra Carolina Lizárraga por un asunto de mucho menor envergadura, referida a contrataciones supuestamente irregulares. ¿No se da cuenta el legiferante que sin querer, no podemos imaginar otra inocencia, le está dando la mano a una persona que NO desmiente la comisión de hechos gravísimos, desde hace largas semanas?

El problema del Perú no es económico. Es moral. El presidente García dijo que debería echarse a patadas a los pillos que se sirven del Estado. Entonces, ¿qué hace exhibiéndose con Verónica Zavala, la individua que ha sido encontrada por la Contraloría General de la República, como pasible de una acusación penal por haber depositado, cuando fuera funcionaria de Fonafe, US$ 5 millones de dólares en un banco que luego quebró? ¿No comienza la caridad por casa?

¿Cuál es la coherencia del periodismo que se solaza con el guillotinado Villacorta, y se calla con el tema Lizárraga? O sea que ¿es más importante proteger a las taifas que castigar los delitos que ¡ni siquiera! pueden ser negados públicamente? La inexistente moral o su manipulación deviene en mayúscula muestra de felonía y abyección. A algunos sí hay que “ajusticiarlos”, a otras ¡de ninguna manera! ¿Por qué motivos? ¿no es que todos somos iguales ante la ley? A la actriz Angie Jibaja se la metió a la cárcel por una agresión criminal. ¿O no es un crimen robarle impuestos al Perú y mentir subvaluando propiedades y obsequiarse casas a sí misma, como en el caso, jamás desmentido, de Carolina Lizárraga Houghton?

¡Este es un asunto de decencia! Claro, cuando se carece de esta cualidad, ocurre lo que ya estamos viendo. ¿No es hora de exigir, ipso facto, la renuncia inmediata de Carolina Lizárraga Houghton a un puesto que no merece? O ¿se está notificando que la evasión de impuestos no es un delito punible en Perú?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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