Con una hermosa portada realizada por la pintora Zaida Granja, Jorge Pasquel acaba de poner en circulación una novela con un título enigmático: “El mal rezado”. Es una novela a la que el autor la denomina “etnohistórica”, y que topa un tema nefasto en la historia de nuestro país: el esclavismo en las grandes haciendas de los jesuitas y los dominicanos, en el Valle del Chota, provincia de Imbabura, en los tiempos de la Colonia.

El tema lo merece y por ello el autor está en OPCIÓN para decirnos su verdad.

  ¿Quién es Jorge Pasquel?
 “Mi oficio es ser escritor y mi perspectiva, como escritor y como ciudadano, es la de entender que no existe la posibilidad de una creación arquitectónica de la palabra, por estética que ésta sea y que tenga el valor profundo debido, si es que no tiene, a su vez, el mensaje adecuado de redención. América Latina y nuestra patria reclaman de los escritores e intelectuales un acto contestatario a su realidad; si nosotros no respondemos, responderán los protervos testigos de la historia”.

  ¿Jorge Pasquel está cumpliendo con la premisa que acaba de enunciar?
 “Creo que sí, cuatro años he investigado sobre el tema del esclavismo en las haciendas de los jesuitas, una temática que se extiende y se siente en las espaldas de todos nosotros los mestizos con el chasquear del látigo que, aunque lejano y distante, lo sentimos y con mayor crueldad cada vez, cuanto es mayor nuestra conciencia colectiva y nuestro humano crecer como seres sensibles y patrióticos”.

  Cuando entre en circulación la novela, ¿no temes que haya retaliaciones por parte de la iglesia católica?
 “Al momento el libro ya está en circulación en algunas cadenas de librerías, está en 36 puntos en Quito y va a ser expuesto en el resto del país. La única represalia que puede haber es el no permitir que el libro vaya a las instituciones religiosas, porque es un clavo que tiene que hundirse cada vez más en la conciencia pública, pues las congregaciones de las que hablo: jesuitas y dominicos, fueron dueños de las nueve haciendas en la cuenca de los ríos Chota y Mira, haciendas como Cuajara y la más importante de todas, la Caldera, y otras, que las obtuvieron por donación de ‘manos muertas’, una forma singularísima de apropiarse de los bienes de las beatas, que tenían la idea de asegurarse un espacio en el cielo dejando a los curas sus fortunas, así cedieron la propiedad de fundos tan inmensos que tocaban las tres regiones de la patria.

El único temor que tengo es que la obra pueda pasar, al momento, desapercibida, pues en nuestro país lo que sucede es que el escritor debe tener tres metros de tierra encima para que realmente tome dimensión su obra; esto parece que no va a suceder a juzgar por la respuesta que han dado los lectores y los medios de comunicación, a los que agradezco; además, es posible que este mensaje deje en claro que las dos comunidades religiosas, la una Congregación y la otra Orden, jesuita y dominicana, tienen que pedir perdón ante la historia a la negritud ecuatoriana, un perdón que debe incluir también la redención de la reparación, porque las familias Mina, Congo, Carabalí, Mondongo, Chabá, son gente que fue pisoteada, fueron vendidos como animales y mezclados como bestias en los tendales, a cambio de conseguir que las negras preñadas alcancen un precio similar al de una casa en Quito; esa es la razón fundamental para que los grandes registros de la historia, que fueron manejados por los mismos religiosos, no den ni siquiera un pequeño espacio para analizar y meditar sobre el tema del esclavismo, sino más bien se los presenta como seres dotados del don especial de compartir los principios religiosos, cuando en realidad la razón fundamental de su accionar fue la de conseguir que estos mecanismos hagan posible que se agiganten sus fortunas, tan enormes y tan difíciles de evaluar que, incluso ahora, tienen repercusiones económicas en la iglesia contemporánea. Esta novela no es una obra anticlerical, lo que pretende es conseguir que nosotros, los que vivimos en esta post modernidad, tengamos conciencia clara de que no deben repetirse las mismas manifestaciones de esclavismo; aunque, semióticamente hablando, la educación, exclusivamente enfocada hacia las élites, es una forma de esclavismo para quienes no alcanzan los medios económicos suficientes para acceder a ella”.

  ¿Cómo surgió la idea de escribir sobre este tema?
 “Alguna vez me preguntaron por qué el nombre de la obra: “El mal rezado”; yo pienso que, realmente, todos los latinoamericanos somos mal rezados, porque se nos impuso un credo que no era nuestro, sin embargo no le resto valor y altura espiritual al contexto teológico en que se lo hizo, pero sí cabe una pregunta: ¿qué hubiera pasado si las culturas tradicionales de la humanidad, como la de los mandingas, hubieran continuado en su crecimiento espiritual, sociológico, acaso no hubiera venido un resucitado, un Jesucristo, entre ellos y quizás nosotros, ahora, estaríamos postrándonos ante un cristo negro? Los seres humanos somos fruto de una situación histórica circunstancial; más allá de las supuestas razas, que está demostrado no existen porque es algo que carece totalmente de fundamento genético, nosotros, como seres humanos, podríamos postrarnos ante un cristo amarillo o un cristo negro, que es un símbolo de nosotros mismos, con nuestras cruces y dolores. Por eso creo que ha llegado el momento de la redención, que esta cuaresma sin resurrección de nuestros negros, de nuestros indios y de nuestros mestizos, que somos nosotros mismos, termine frente al inmenso poder de los imperialismos y de las élites que no quieren ceder un solo espacio, porque los grandes espacios de poder no los tienen ni siquiera dentro de las respectivas patrias, los tienen afuera, y nosotros, de alguna manera, somos extraños en nuestra propia tierra y, mientras esto ocurra, no podremos darnos un abrazo fraterno, amoroso, cívico, de seres humanos y de ecuatorianos”.

  ¿Has tomado contacto con los negros del Chota para escribir esta obra o para difundirla entre ellos, que son los más directamente interesados en conocerla?
 “No, pero creo que van a interesarse; sabemos que los historiadores religiosos no se expresaron nunca sobre el tema; González Suárez, por ejemplo, apenas dedicó, en el tercer tomo de su Historia, una carilla y media para hablar sobre lo que él considera los doctrineros, seres humanos dotados de un gran amor por sus semejantes, los doctrineros que, como lo afirman los etno historiadores Costales o los especialistas brasileños, estaban tan distantes de la realidad, porque lo que había, más que un proceso de educación religiosa, era la instauración de una estadística, donde se contaba el fruto de la promiscuidad que se practicaba en los tendales, porque ellos en realidad eran auténticos ecónomos de la sangre y de las posibilidades de reproducción de los seres humanos. Por eso lo que se debe exigir este momento es el acto de redención, de reparación económica por parte de los causantes de ese retroceso histórico espantoso y de esa forma aniquilante de convencer al mundo de que el negro es vago e incapaz; tengo amigos negros, hombres y mujeres maravillosos, con los cuales he tenido la oportunidad de conversar, de disfrutar de momentos de profundo valor filosófico, tengo amigos cubanos que, igual, son de raza negra y, más allá de los nombres, existe un calificativo que los realza a todos: son seres humanos; ese es el nombre que nos merecemos todos”.

  La historia ha sido, en este país, escrita por las clases dominantes, son contados los historiadores que han tenido libertad para señalar todas las barbaridades que se han hecho a nombre de dios y de la patria; tú como novelista, ¿crees que vas a tener problemas en cuanto a la difusión de este libro?
 “Ya los he tenido, es un libro que quema en las manos: tres editoriales que mostraron un gran interés lo dejaron a medio camino, hasta que Sur Editores, encabezada por don Gustavo Garcés Molineros, tuvo la honestidad y la garra para decir esto publicamos; hubo una editorial que estuvo a punto de realizar la publicación, pero no lo hizo porque sus obras son difundidas en la Universidad Católica, así mismo tres personas se excusaron de dar sus puntos de vista para el prólogo y la contratapa, porque hay seres humanos que se catalogan como que están en la vanguardia social y política, pero el momento que se confrontan con la realidad, cuando tienen que decir así pienso, se esconden detrás de su propia sombra”.