Esto último, un abuso de disociación esquizofrénica. Propio del guiso intelectualoide, de común alejado físicamente del campo de batalla y motorizado por el enamoramiento con la fraseología.

Son palabras de amigos, de intelectuales amigos, que inquietos en sus poltronas alertan acerca de los peligros que corre la revolución si no profundiza la democracia obrera y socialista, o se adentra –salvando los ideales- en los pliegues y repliegues de la democracia burguesa. Algo de marxismo a cal y canto o, en su defecto, lo que venga, pero con aire de dignidad. Y, por si se necesita, una máxima de Lenin, aunque sacada de contexto y un tanto funcional al reggaeton: que es lo que se usa ahora.

De un pertinaz ataque que, a imagen y semejanza de la escuela periodística estadounidense, renuevan, tercos, los enemigos de la Revolución Cubana y de su periodismo, se trajinan, desde hace más de cincuenta años, las conciencias de legos y entendidos: procurando sepultar la Idea-Faro, emanada transfronteras de la Isla.

Es éste, el momento histórico de la globalización neoliberal-capitalista-imperialista, un paisaje ganado por el cólera que propagan los bárbaros, donde encuestólogos y opinólogos de variado pelaje, se ufanan de sus saberes casi siempre sentenciosos, e inexorablemente cortoplacistas; alimento de la babosa doctoralmente platicada entre enemigos y “amigos” de Cuba –y de su periodismo-. Coincidente, claro, con el llamamiento supuestamente desideologizado que trona contra censuras y autocensuras. Así nomás, como en el limbo o, en todo caso, en el paraíso: sin dominadores ni dominados, sin explotadores ni explotados. Sin invasores ni invadidos. Sin genocidas, ni desaparecidos. Y, además, en el colmo de los colmos, sin contradicciones en la construcción concreta. Como en el paraíso y a cara descubierta: se opina, se presiona y se propone. Desembosadamente.

De los enemigos es entendible su prédica y, hasta, sus acciones más criminales. Para eso están. De los “amigos”, después de tantos años de guerra abierta, encubierta, diplomática; después de sabotajes, atentados terroristas, bloqueos y persecuciones, también es entendible: su comodidad de laboratorio. ¿O acaso cómo podría denominarse a las histerias con las que se requiere apertura, libertad, democracia y autocrítica, a los cuatro vientos, para, a no dudarlo, solaz esparcimiento del enemigo y de sus millones de fieles, devotos de la información-comunicación que inunda e infecta el paisaje aludido?: el del cólera, con sus bárbaros-rambos salpicando sangre.

Ahora que el enemigo cree haber dado de baja a Fidel y discute si su hermano Raúl incursiona o no por los andariveles de la economía de mercado, tal cual China o Vietnam, no faltan groseras especulaciones sobre el papel a jugar por la vanguardia periodística cubana, “algo cansada de la rutina y decidida a quitarse la modorra”. Más o menos así dicho, o escrito, se ha llegado a aludir, con supina ignorancia, respecto de un futuro próximo donde colegas de inquebrantable compromiso revolucionario, se abandonarían a las mieles del ejercicio profesional reivindicativo de “las dos campanas”. Y de la “objetividad”. Exagerada subestimación a la inteligencia, digamos, y mucho más conociendo a no pocos de nuestros colegas del periodismo cubano.

La información que mueve los mercados bursátiles, y la comunicación con lentejuelas, que disimula lo que no es más que un colosal aparato –sofisticadísimo- de prensa y propaganda neoliberal-capitalista-imperialista, ya no se estanca, interiormente, en pretender saber –y resolver- sobre sus censuras y autocensuras. En los tiempos del cólera neoliberal, capitalista, imperialista, el mecano hace que el pistón suba y baje, baje y suba, y así hasta el infinito, a riendas de obtener la máxima rentabilidad. No hay mucho más. Ningún secreto.

Todo muy diáfano, a pesar de sus mugres. De eso se trata, salvo rarísimas excepciones –escritas o verbalizadas-. De eso y de luchas de resistencia de muchos trabajadores de la prensa. Ninguna ciencia oculta. Se trata de la expansión de una idea –contraria, está dicho, a la de la Revolución Cubana-, bajo el imperio de un sistema de producción informativa-comunicacional dependiente del disco rígido –núcleo duro- de la concentración del capital transnacionalizado. ¿Alguna duda?

El aparato de prensa y propaganda del capitalismo-imperialismo funciona a pleno. Y en cuanto a Cuba, su Revolución, su periodismo y su futuro –pretendido de rodillas- la maquinaria no sólo funciona a pleno, sino, también, en doble turno.

Que el periodismo cubano puede y debe ser mejor, lo saben más que nadie los propios cubanos y, entre éstos, la gran mayoría de los periodistas revolucionarios. De la misma manera que nosotros –los que vivimos donde se cuece el capitalismo y su cólera- sabemos qué es eso del periodismo “independiente”, de la nota a pedido, de la inimputabilidad de los avisos publicitarios, de la injusta distribución de la riqueza y del predominio de la concepción mafiosa al timón de las economías formales e informales. Porque si de cólera se trata, nosotros podríamos escribir unas cuantas páginas. Varios tomos. Y aunque menos, también del reggaeton.

En la convocatoria a su VIII Congreso –a celebrarse en pocos días más- la Unión de Periodistas de Cuba, UPEC, fija un norte: “Conocer, Reflexionar, Informar” y destaca que “Reflexionar significa inspirarse en Fidel…”.

A nadie escapa, tampoco a los periodistas cubanos, que el enemigo de la humanidad –EE.UU.- permanece al acecho reinventando, a través de su poderosa tecnología –entre ella la bélica- las más variadas manipulaciones mediáticas y campañas de mentiras, en el intento inacabado de lanzar sobre la Revolución Cubana una agresión armada. La gran mayoría de los periodistas cubanos no ignoran qué es lo que está en disputa, por encima, muy por encima, de su propia profesión.

“El hombre lo que necesitó siempre fue una gran causa. Nunca habrá hombre grande sin causa grande. Cuando hay una gran causa, mucha gente, mucha gente, casi todos pueden llegar a ser un gran escritor, un gran periodista, un gran comunicador. Nuestros periodistas tienen hoy una gran causa, la tienen bien definida y la comprenden perfectamente bien”. (Fidel Castro, en su discurso de clausura del VIII Congreso de la FELAP, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 12 de noviembre de 1999).

(*) Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)