Una vez más sectores interesados tratan de desviar el análisis de aspectos de fondo, por aquellos que, sin dejar de ser importantes, están inscritos no sólo en la legislación penal ecuatoriana, sino también en la actitud moral de un pueblo.

Pues quienes promueven estos debates son de aquellos que se golpean el pecho, pero al instante seguido están en sus empresas o clubes sociales, haciendo derroche de suntuosidad, lujuria, riqueza y poder, obtenidos por la explotación a sus empleados o servidumbre, producto de haberles negado el derecho a tener una vida digna, como merece todo ser humano.

El tema del aborto no es una cuestión únicamente de legislación, para su negación o autorización, sino que trae consigo una serie de implicaciones, médicas, psicológicas, morales, culturales, económicas, políticas, que en el debate asumen posiciones de diversa índole, tanto a favor como en contra.

Pero, más allá, el aborto no se soluciona con un plumazo o decreto, sino con generar políticas para que los y las adolescentes, jóvenes o adultos tengan derechos, que dejen de lados tabúes y estereotipos impuestos desde sociedades dominantes.

Pues por un lado sectores conservadores se oponen a una información adecuada desde la niñez, en los aspectos referentes a la sexualidad humana y la anticoncepción, mientras por otro lado tanto la sociedad de consumo ve un gran mercado sexual, dirigido mediante medios de comunicación, a través de imágenes, sonidos, que a cada minuto exponen a la sexualidad como mercancía, que permite promocionar y vender productos, bienes materiales o servicios, o insertar modos de vida al estilo extranjero, ajenos a la realidad, mediante novelas, realitis shows, música, farándula, etc.
Solo como ejemplo, es común ver a las jovencitas comentando la prensa rosa, en la que se pone al descubierto la ajetreada vida sentimental de determinado artista, actor o presentador o presentadora de televisión, de su infidelidad, que ya va por el segundo o tercer matrimonio y cosas así. O también de la fábula de telenovela en la cual la chica pobre se enamora del galán rico, y en los casos más extremos comentan sobre el consumo de drogas y escándalos en los cuales está inmiscuido su artista favorito. Claro que este tipo de programas elevan el ranting y eso significa grandes ganancias de los productores y dueños del medio de comunicación.

Entonces, ¿cómo se quiere evitar la iniciación prematura a la actividad sexual, la promiscuidad, el libertinaje y el aborto? Cuando nuestros jóvenes están siendo bombardeados sistemáticamente con todo un conjunto de estímulos que desdibujan la sexualidad, convirtiendo al cuerpo humano en una mercadería sujeta a la oferta y la demanda; y cuando esto es sumado al componente hormonal del púber o adolescente, se obtiene una bomba de tiempo que en cualquier momento está lista para ser activada y explotar.

El derecho a la vida no está únicamente en una hipócrita movilización o declaración, en contra o a favor del aborto, sino, por el contrario, requiere derrumbar el actual sistema de producción sustentado en base a la acumulación de capital, y propiciar una sociedad, dónde exista equidad, para que todos tengan derecho a alimentación sana de calidad, a un entorno saludable, con una educación integral, salud, seguridad y todo el porvenir para desarrollarse con la dignidad que merece un ser humano.

Cuando lleguemos a construir un Estado con esas características, donde se deje de lado al capital, el Dios dinero, la oferta y demanda, el libre mercado, la suntuosidad, ni siquiera se tendrá que legislar para prohibir el aborto, por cuanto se extirparán de la mente humana los depravados pensamientos que traten de extinguir la vida desde el vientre a un nuevo ser.

Entonces no sólo diremos no al aborto sí a la vida, porque estaremos alegres de ver nacer millones de niños felices, que con sus travesuras, gritos y llantos crecerán hasta ser adultos y continuarán fortaleciendo una nueva sociedad, donde cada concepción será una alegría porque habrán heredado el amor, la paz, justicia, libertad, equidad y bienestar.