La estrategia gubernamental para enfrentar la campaña por el NO que los sectores oligárquicos han iniciado es, entre otras cosas, acudir a los medios de comunicación. Que el presidente de la república comparezca ante la prensa. Y los medios buscan aprovechar este momento para poner en escena un discurso que genere incertidumbre sobre lo que será la nueva Constitución y consecuentemente el gobierno a partir de la nueva Carta política.

Las preguntas que se le hacen al primer mandatario, no solo buscan ser espectaculares, bajo la lógica de la venta del programa y de la empresa como tal, sino que también buscan dejar sentados criterios de estos periodistas y estos medios, como si fueran sentires generales de la sociedad. La opinión camuflada de pregunta ha sido el recurso mañoso que estos periodistas han usado siempre para dejar sentados sus criterios, mientras que el entrevistado sirve como un mero soporte, como un instrumento en el cual se basan para aparecer como democráticos, pluralistas, independientes.

Esto es lo que cada mañana hace Carlos Vera. Para él su opinión es tan importante que le dedica un espacio estelar en el contexto general del programa. En ocasiones hasta lo anuncia como un acontecimiento que el público tiene que esperar. Y, efectivamente, esas opiniones terminan siendo elementos políticos sobre los cuales se genera movimiento en el entorno político del país. El gobierno no pocas veces ha respondido a esas opiniones o interpretaciones, con cadenas de televisión que se transmiten solamente en ese espacio, lo cual si bien podría molestar en principio a Vera, y podría aclarar ante la gente la verdad, también aumenta los bonos de este periodista como uno de los contradictores principales del régimen y, por tanto, su influencia crece.

En el programa especial con el que Ecuavisa entrevistó a Rafael Correa se pudo notar esta postura arrogante de los periodistas, que se consideran una autoridad suprema en la dilucidación de la verdad. Pero, por supuesto, nadie puede negar que también el Presidente, al arriesgarse a cuestionarlos frontalmente por este hecho, reflejó una imagen autoritaria y poco tolerante. En un balance general, ambos (Presidente y periodistas) ganaron y perdieron; debido a que en gran parte de la audiencia, los criterios vertidos por los periodistas Alfonso Espinoza de los Monteros y Tania Tinoco, auto nominados representantes de la “opinión pública”, lograron mostrar la imagen de un presidente intransigente, y el Presidente ganó al dejar en evidencia, sobre todo en el caso de Tinoco, su tramposo juego.

Las cartas de la derecha están sobre la mesa, el país las conoce: acusar al Gobierno de antidemocrático, de enemigo de Guayaquil, generar temores sobre los contenidos de la nueva Constitución, como que atentará contra la propiedad privada y, entonces, si tengo una bicicleta demás, me la pueden quitar. Se acusa a la Asamblea de inoperante, puesto que, según dicen, no podrá cumplir con el plazo establecido, se insiste en relacionar al gobierno y a asambleístas de PAÍS con grupos guerrilleros y con la tríada proterrorismo: Chavez-Morales Fidel. Se promueve la especulación sobre los precios de los artículos de primera necesidad, y se aprovecha las limitaciones de la política económica del régimen y la crisis internacional para acusar al gobierno de hambreador, y quizá este sea el argumento más fuerte que aún no está bien explotado por los oligarcas.

Todo esta dispuesto para arrancar la campaña por el NO en el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución. Las encuestadores y los medios afinan su trabajo en equipo y lanzan los primeros datos e interpretaciones que buscan crear una tendencia. Por ello, la respuesta en este momento, por el lado de las organizaciones y partidos políticos de la tendencia democrática, progresista y de izquierda es promover el Sí, pero también construir procesos propios de comunicación que permitan entregar los contenidos del debate constituyente a las masas. Es necesario tomar la delantera en esta disputa por la conciencia de las masas, porque el proyecto político de los pueblos no comienza ni termina en Correa y la Asamblea, va más allá.