El trabajo constituyente ha señalado hasta ahora que el régimen de desarrollo a ser impulsado en el Ecuador en el futuro, será el “conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir.” Esto rompe con el neoliberalismo al menos en los siguientes aspectos:

 Señala que habrá organización de esos sistemas, lo que implica planificación y un rol estatal activo de manera tal que no quería ser reconocido por los neoliberales;

 Ya no se coloca a las cifras “macroeconómicas” como la medida central del desarrollo, para en su lugar ubicar indicadores de condiciones de vida de los pueblos, los que hablan del “buen vivir”;

 Con las cifras macroeconómicas se ocultaba cómo se repartía la riqueza producida por la sociedad, mientras que al hablar del “buen vivir” se señala que la repartición de la riqueza debe alcanzar a todos y todas para que esas condiciones de vida sean alcanzables por todos;

 Se incorpora con fuerza las preocupaciones socio-culturales y ambientales, las que para el neoliberalismo solo eran “externalidades” del avance económico, algo así como los “daños colaterales” de las guerras;

 Y, se deja de lado la ilusión capitalista de que el crecimiento económico por sí solo trae progreso y este trae la eliminación de la pobreza, permitiendo comprender que lo que vino como “progreso” (y todo el neoliberalismo se apoya en ello) muchas veces solo traía más daños ambientales y sociales. Los hechos demuestran que aumentó la injusticia y no lo contrario.

El “buen vivir” enfrenta además la imposición de una cultura globalizada única con la que el imperialismo viene aplastando culturas y pueblos. El concepto del “buen vivir” parte de su versión indígena ancestral, el “Sumak Kawsay”, que propone medidas de equilibrio y complementaridad entre los seres humanos tales como la minga, el randi-randi, el cambia-mano y la integración con la Pacha Mama, la naturaleza tan violentamente agredida por los capitalistas, que anteponen el lucro individual sobre cualquier otro elemento.

Por supuesto, no se trata de retornar al pasado ni de crear el mito de la perfección de las sociedades indígenas. Tampoco de quedarse en un término que puede ser altamente relativo, pues cada quién podría entender el ‘vivir bien’ a su manera y, sobre todo, como un nuevo justificativo de inequidades si dijera que para vivir bien necesita recursos que debe quitar a otros. Por eso, este concepto debe estar ligado al ejercicio y garantía de los derechos de las personas, comunidades y pueblos. Se trata de que todos podamos gozar del “buen vivir” y no que solo pocos puedan hacerlo.

En este sentido, el “buen vivir” bien entendido no es alcanzable en términos individuales. Se trata de una orientación fundamental para nuestro régimen de desarrollo y por tanto abarca a todos los ecuatorianos, respetando la diversidad humana que se presenta en nuestro país. Régimen que debe involucrar esfuerzos por acercarnos al equilibrio entre sociedad y naturaleza y entre los seres humanos; y hay que tener claro que esos son esfuerzos de justicia social que hoy se incorporarán en la Constitución, pero sin olvidar que son imposibles de alcanzar en el capitalismo, sea con orientación neoliberal o keynesiana.

Con lo último, queremos resaltar que a pesar de los aspectos de justicia social involucrados en la concepción del “buen vivir”, y que son un avance para superar el neoliberalismo, ello no puede reducir la lucha por la implantación del socialismo y sus propias estrategias de desarrollo y distribución de la riqueza, así como de la restitución del metabolismo entre sociedad y naturaleza indispensable para mantener la producción y la vida misma. El eje de la economía socialista va más allá al plantearse la eliminación de las diferencias de clase social y de otro tipo, solo alcanzables mediante la socialización de la propiedad productiva y de la riqueza producida por el trabajo de la mayoría, pero que hoy es apropiada por pocos.