“Antes de 2000, había una contraferia en el predio municipal de la Ciudad de Buenos Aires que permitía darle voz a editoriales y poetas independientes que no estaban en el circuito comercial. Hace dos años, entre varios autogestionados y editoriales pequeñas surgió la idea de agruparnos y hacer otra contraferia, pero por la positiva: una feria independiente para difundir e intercambiar obras y crear más vínculos entre escritores y editores”, relató a esta agencia Matías Reck, de la editorial El Asunto y uno de los organizadores del encuentro.

En el predio hubo stands literarios colectivos, miembros de editoriales que se autogestionan y escritores independientes que editan y hacen circular sus creaciones artesanalmente. “Nos ayuda a difundir y a intercambiar nuestras obras, a relacionarnos con editoriales y escritores porteños y bonaerenses. Y si vendemos algo, mejor”, admitió Lucas Ameri, de la editorial chaqueña Cospel. “Difundir nuestros trabajos desde allá es muy difícil, por eso vale la pena viajar mil kilómetros hasta acá para participar de un evento así”, agregó, frente a la consulta de Agencia NAN por la llegada de sus libros a “la Capital”. En el espacio de Cospel, uno de los más grandes de la exposición, hubo libros y fanzines de prosa, poesía y ensayos, además de revistas literarias.

Según los organizadores, en total fueron “más de 150 puestos” en el predio del IMPA. Todos ofrecían libros artesanales, revistas contraculturales, fanzines, pósters, discos, remeras, prendedores, historietas y pinturas. También hubo lecturas en vivo, perfomances artísticas y proyecciones de cortomerajes y documentales. Entre ellos, Yerba mala, del grupo argentino Colectivo 7, acerca de la editorial cartonera boliviana que lleva ese nombre y que se sumó en América Latina a la experiencia local de Eloísa Cartonera, fundada por los jóvenes escritories Washington Cucurto, Fernanda Laguna y Javier Barilaro.

Desde la mesa de informes, Dafne Mociulsky, una escritora que vende sus obras en los colectivos de Caseros, en el partido bonaerense de Tres de Febrero, despejó dudas a los asistentes al encuentro y, de paso, aprovechó para vender rifas a dos pesos para los libros de la muestra. También ofreció unos pequeños ejemplares blancos con sus propios poemas y nouvelles, en ediciones de cartón, con tapas pintadas a mano y páginas fotocopiadas. Incluso hubo algunos más excéntricos, con diskettes o plumas de gallinas pegados sobre el lomo. "Acá, uno puede crear vínculos con otros escritores para hacer cosas en común”, aseguró Mociulsky, desde dentro de su delantal de cocina con bastones naranjas, amarillos, verdes, blancos y rojos. Según explicó, el multicolor atuendo es su “uniforme de trabajo”: allí carga “los libritos y el dinero”. En ese mismo puesto estaba “la gorra” de la FLIA. Con bastante escasa recaudación, según pudo observar Agencia NAN.

En otro rincón de la muestra, la revista THC tuvo su puesto. Allí se pudo adquirir ediciones de la publicación de la cultura cannábica, pero también aprender un poquito. Los responsables del stand se la pasaron explicándole a jóvenes prolijamente desalineados que “el principal reclamo que promueve la revista es la despenalización de la tenencia para consumo personal, la enseñanza del cultivo de cannabis para uso recreativo y medicinal, y el cese de la persecución judicial a perejiles”. Mientras tanto, en otros stands no faltaron pipas, "lillos" y humo dulce.

El de La Quetrófila, la revista literaria dirigida por la joven escritora Valeria Tentoni, a quién esta agencia entrevistó meses atrás, fue uno de los nuevos espacios participantes de la FLIA. Allí se pudieron adquirir las dos ediciones de la publicación, que ofrece cuentos cortos, ensayos, sueños de autor, poesías y una novela por entregas, tanto de escritores con trayectoria a los que se invita a colaborar, como de autores nóveles.

“Estar acá nos permite difundir la que hacemos en un espacio que reúne a otros colectivos independientes, además de mostrar en papel lo que hacemos a lectores que vienen a buscar novedades”, sumó su voz Natalia Iñíguez, de Humo Suburbano, un colectivo de artistas que habitan “del otro lado de General Paz”. Otro espacio presente fue el de Poesía Urbana, emprendimiento online dedicado a difundir literatura independiente a través de internet y otro de los organizadores de la feria: “En la primera FLIA hubo ochenta stands y más de mil visitantes; estimamos que en esta edición pasaron casi 2500 personas y que hubo el doble de stands”, arriesgó Javier Basin, de Poesía Urbana.

En el espacio de la Editorial Ananda, Agencia NAN recogió una de las pocas críticas a la iniciativa: “Falta mayor difusión para que se acerque más gente”, consideró una integrante de esa editorial, dedicada a textos de psicología, filosofía y autoayuda.

Nota publicada por la agencia NAN (http://agencianan.blogspot.com/)