Luego de que la AGD incautara los medios de comunicación de los hermanos Isaías, el viejo fantasma de la libertad de prensa reapareció imponente, señorial, temible, para, como en la oscura época de la santa inquisición, perseguir, juzgar sin derecho a la defensa, y finalmente condenar a todo aquel que cometa la herejía de hablar mal, o de dudar siquiera de la pureza de los medios de comunicación.

Jurásicos personajes de la televisión y la radio, muchos de los cuales no pasan de ser sólo imagen o solo sonido -ya que ningún terrenal ecuatoriano del pueblo los ha visto en su barrio, en su chacra o en su fábrica, preocupándose de sus problemas, luchando junto con él, se rasgan las vestiduras reclamando respeto a la libertad de expresión, denunciando autoritarismo. Dicen que si bien el nuevo dueño de TC, Gamavisión, CN3, Cabledeportes y TV Cable es la AGD, es decir el Estado, por respeto a su santidad, la Libertad de Prensa, debe permitírseles a estos medios seguir hablando libremente contra el Gobierno, contra la Asamblea Constituyente, contra la nueva Carta Política que será sometida a plebiscito próximamente, y contra todo lo que implica el cambio.

Desde la simple lógica cabría preguntar: ¿adquiriría usted un arma para que alguien la use en su contra? Obviamente no, a menos que sufra problemas psicológicos, y no es el caso del Gobierno; mucho menos de los ecuatorianos que queremos el cambio. Estamos lejos de pretender practicar un harakiri.

Sin embargo, el temor que es capaz de infundir ese fantasma de la libertad de prensa es poderoso. Ahora vemos a Rodolfo Baquerizo en CN3 apoyándose en los dirigentes empresariales para quejarse y atacar al Gobierno. Y la permisividad de los nuevos propietarios de esa estación sorprende. Esperemos que dure poco, seguramente mientras las agitadas aguas políticas se calman, porque si se mantiene esta permisividad y no se miran cambios de fondo en la programación y los noticieros de estos medios, se habrá desperdiciado una valiosa oportunidad de avanzar en lo que se ha convertido en un clamor en este último período: democratizar la comunicación.

En un comunicado emitido por la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos el pasado 10 de julio, se expresa un rechazo a las “posibles acciones en contra de la libertad de expresión que pudieran derivarse de la incautación de tres medios de comunicación televisivos por parte de la AGD…” y manifiestan su exigencia de que dichos medios de comunicación “vuelvan a ser operados por personas independientes de todos los poderes”. En primer lugar, rechazan “posibles acciones”, es decir, violando todo criterio de ética periodística elucubran sobre hechos que no han sucedido. En segundo lugar, hablan de que los medios, una vez transferidos a manos privadas, “vuelvan” a ser operados por personas independientes, es decir, parten de la certeza de que los anteriores dueños de estos medios, los hermanos Isaías, eran personas independientes de todos los poderes, ¡qué gracioso!

Y los incautados tienen sus defensores también en otros medios. Solo hay que analizar el programa Día Siete, del pasado 13 de julio en Teleamazonas, donde Jorge Ortiz armó un panel absolutamente lejano del criterio de pluralismo que se supone prima en este tipo de foros. Estuvo Eva García Fabre, dirigente empresarial que fue ex candidata vicepresidencial de Rodrigo Borja Cevallos, dirigente histórico de la Izquierda Democrática (ID); estuvo Diego Borja, asambleísta elegido por la alianza ID-RED; Antonio Rodríguez, contumaz opositor al gobierno de Correa y vinculado a la ID; y finalmente, estuvo Andrés Páez, presidente actual de la ID. Es decir, estuvo la ID con todos sus matices; estuvieron los voceros más destacados del grupo Egas. Los argumentos: Rafael Correa y la Asamblea Constituyente actúan de manera autoritaria, pues debieron dejar que el proceso judicial siga, y debieron permitirles a los hermanos Isaías el derecho a la defensa; además, que el Estado debe deshacerse inmediatamente de los medios de comunicación incautados, y que mientras eso no suceda, no debe intervenir en la línea editorial. Argumentos rastreros, absolutamente inmorales, puesto que utilizan el escudo de la seguridad jurídica, del respeto a la institucionalidad, del respeto a la “libertad de prensa” como sinónimos de justicia, cuando los ecuatorianos en general -y sobre todo quienes fueron depositantes en Filanbanco- sabemos que han significado precisamente lo contrario. Esta decisión era necesaria, impostergable, y debe extenderse ahora a los demás banqueros corruptos que no rinden cuentas ni responden con sus bienes por la estafa ocasionada al Estado y a los ecuatorianos.

El grupo Egas, desde el punto de vista económico, se ve beneficiado por estas incautaciones. Hay que recordar la batalla que se libró desde TC Televisión y Teleamazonas entre Fidel Egas y los hermanos Isaías; pero desde el punto de vista político enfrenta un problema: si las cosas van por ese camino, y no hay reacciones contundentes de la población, el próximo canal en ser retirado la frecuencia puede ser Teleamazonas, puesto que según la nueva Constitución que se aprobará en septiembre, ningún banquero o grupo económico de poder puede tener en propiedad un medio de comunicación.

Lo que los pueblos y sus diversas organizaciones naturales e históricas esperan del Gobierno en cuanto a los medios de comunicación incautados a los Isaías, y en cuanto a otros que el Conartel resuelva revertir para el Estado, es que disponga que buena parte de estas importantes frecuencias sea entregada a las organizaciones populares, las cuales podrían participar en igualdad de condiciones (en unidad), tanto en el financiamiento (que tendría que ser simbólico) de lo que costarían las instalaciones, como en su dirección. Solo así se ejercería, en los hechos, el derecho a comunicarse de las mayorías populares, se lograría democratizar la comunicación, ejercer una auténtica libertad de expresión.

En todo caso, vencer el temor a esos viejos fantasmas de la comunicación se vuelve imprescindible para avanzar en el cambio. Mientras la oligarquía tenga en sus manos el control sobre esa maquinaria ideológica de guerra, no habrá paz para los trabajadores y los pueblos.