Las artes populares en el Ecuador abarcan un amplio espectro que va desde lo artístico-artesanal hasta la pintura, el teatro, la danza, la literatura oral y escrita, etc. Todos los grupos étnicos, comunidades y familias ecuatorianas, tienen al menos una habilidad artística. Son tejedores, músicos, ebanistas, escultores, alfareros, copleros, decimeros, talladores, picapedreros, dancistas, etc, cuya obra no es presentada en grandes galerías o teatros nacionales sino preferentemente en las numerosas fiestas populares del Ecuador, cumpliendo así el objetivo del artista popular: dar a conocer su obra y a su comunidad, además de impulsar el turismo nacional y de otras latitudes.

El arte popular se remonta a los tiempos remotos de nuestra prehistoria, a culturas de hombres y mujeres diestros en el hilado y el tejido, el modelado del barro, la fundición del oro, la plata, el cobre, el platino tal el caso de culturas como Valdivia, Machalilla, Chorrera, Panzaleo, entre otras.

El arte popular ecuatoriano es la muestra fehaciente de nuestra diversidad y pluriculturalidad, pues costeños, serranos, amazónicos, galapagueños, afroecuatorianos, indígenas, cholos y mestizos tenemos un pasado y una historia común que enriquece nuestro acervo cultural.

El arte popular en el Ecuador no ha estado alejado de la lucha de clases, pues al considerárselo arte de menor categoría ha resistido y ha luchado por sobrevivir a pesar de los cultores de la llamada alta cultura.

El arte popular ha sido transmitido de generación en generación, lo que ha posibilitado que se lo adquiera vía experiencia, con la práctica, con el quehacer cotidiano, además de refinar una sensibilidad instintiva que lo torna único y original y desde el carácter de anónimo, pues el artista popular se debe a su comunidad y deja de lado la individualidad.
El arte popular no es un arte puro por excelencia por cuanto no ha escapado a los fenómenos históricos de aculturación y transculturación.

El arte popular se lo debe estudiar no solo desde la estética y las limitaciones del crítico de arte sino también desde los puntos de vista psicológico, antropológico, sociológico, económico y político, así podremos acercarnos a la forma de sentir, pensar y actuar del artista popular, así como a su manera de percibir y recrear la realidad.

Una de las características del arte y el artista popular no es la búsqueda de la fama, aunque sí le interesa el reconocimiento, la comercialización de lo que produce y vivir dignamente de su obra, la cual nos remite a nuestras profundas raíces que sobreviven, sobrevirirán y trascenderán en el tiempo.

Según Josefina Tejada: “El artista popular realiza su obra para satisfacer una íntima necesidad de acuerdo a su vida, tanto material como social y espiritual, mientras que el artista culto, erudito, de conocimiento sistemático o metódico, trata de que su obra tenga trascendencia individual en relación a las corrientes universales del arte”. Pero el arte popular, a pesar de ser local o regional puede también llegar a ser universal, tal como lo demuestra la pintura naif de la comunidad de Tigua en la provincia de Cotopaxi, reconocida ya mundialmente.

“Si no podemos ser una potencia militar y económica, sí podernos ser, en cambio, una potencia cultural nutrida de nuestras más ricas tradiciones”, decía Benjamín Carrión, fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Es de esperar que las políticas culturales que se contemplan en la nueva Carta magna del país recuperen a la Casa de la Cultura Ecuatoriana para que por fin se la transforme en la Casa de las Culturas, cumpliendo con el carácter pluricultural del nuevo Ecuador y para que el arte popular abarque también esos espacios cooptados por la cultura burguesa de frac.

“Ecuador es un país pluricultural” no debe ser sólo un articulado que conste en la nueva Constitución. Los llamados a hacerlo efectivo deben ser los artistas populares” aquellos que se residteb a dejar su taller, que con materiales y utensilios caseros tratan de persuadir a la belleza.