Ya era conocido que en las últimas semanas –llamadas “sangrientas” por los amantes del amarillismo— fue anunciada la supresión de 80 plazas de trabajo en el Chicago Tribune, 250 en Los Ángeles Times y 130 en el Milwakee Jornal Sentinel, ganador del premio Pulitzer este año, como bien advierte el artículo. Algo parecido ocurre también en medios europeos.

Los especialistas que se han dedicado al análisis del tema desde países del denominado Primer Mundo se atreven a predecir la muerte o la desaparición de gran parte de los periódicos. Y hacen una advertencia bastante lógica: se necesitan cambios en el modelo de las empresas periodísticas, aunque centran la atención en la consabida y siempre jugosa publicidad, sustento financiero de los medios de comunicación capitalistas, y no es ahí, únicamente, donde radica el problema.

El material de referencia apunta que “no todos los periódicos morirán”. ¿Dónde radica entonces la selección de que unos sí desaparecerán y otros aparecerán como siempre y cada día en los estanquillos y puntos de venta? Ah, los estudiosos (y esto me hace recordar en algo al profesor y colega cubano Luis Sexto) subrayan que “la gente, más que nunca, quieren leer historias”. Eso es enteramente cierto. Aunque proliferan los formatos y hay un predominio de la digitalización en la parte Norte del planeta, la mayoría de la población en el Sur, con incidencia medular en África, no tiene acceso a Internet. Hay millones que ni siquiera han visto una computadora delante de ellos. Entonces, el papel seguirá por mucho tiempo siendo uno de los soportes sobre el cual estén los textos, las historias que los receptores quieren y piden y los periodistas deben ofertar, mucho más allá de la publicidad vacía y ladrona de espacio.

Hay quienes desde oficinas climatizadas y aulas universitarias lujosas anuncian la muerte definitiva de los periódicos. Lo he dicho otras veces: ¡esos sólo miran al Norte del planeta y poco conocen del Sur! Ni siquiera saben que en toda África hay menos líneas telefónicas que en la ciudad de Nueva York.

¿A qué muerte se refieren entonces? Es que quienes hacen y “acarician” de manera desmedida en periodismo digital, lo sobreponen por encima de los restantes medios de comunicación, como ya ocurrió una vez con la radio, los periódicos y la televisión, en diferentes épocas de la historia. Cada medio tiene su lenguaje, su función y sus receptores, y están vinculados estrechamente a un conjunto de factores económico-sociales que van más allá de definiciones estrechas y hasta ridículas, con pocos fundamentos para ser sustentadas.

Uno de los que asegura el fallecimiento total de los periódicos es Rosental Alves, profesor de Periodismo de la Universidad de Austin, en Texas, uno de los pioneros del periodismo digital (¡lógicamente!). Sin embargo, reconoce en declaraciones recientes que “la gente tiene más apetito informativo que nunca” y para sustentar esa afirmación se basa en las consultas que diariamente hacen los lectores estadounidenses de los sitios en Internet.

Es verdad que los periódicos en el mundo capitalista tienen su sustento financiero en la publicidad y existe una tendencia a disminuir los ingresos por esa vía debido a que los anunciantes prefieren las páginas digitales, sobre todo por la interactividad que posibilitan con los ínternautas. Pero –insisto—eso ocurre en el Norte, en los países desarrollados donde el per cápita de PC por habitantes es elevado.

Pero en el Sur siguen siendo, al igual que las revistas, la radio y los canales de TV, los que informan y cuentan historias, unas veces con mejor factura y otras con peor, y acercándose cada vez más a las comunidades. En la medida en que el mensaje sea acerque a la vida de cada lugar, los receptores lo acogen mejor.

De lo que se trata es de que los periódicos y revistas “afinen la puntería” y los editores acaben de interiorizar en sus concepciones que resulta equivocada la competencia informativa con los restantes medios y que a la prensa escrita le corresponde el análisis sosegado, sustancioso, especializado…, las historias ricas y llamativas, la verdad descrita, los materiales que salen de los denominados periodismos literarios, de investigación, de opinión y de intervención (quien escribe forma parte activa de lo contado). O sea, dar prioridad al relato de los hechos de forma novelada y agradable, rica en matices, sin esquematismos ni simplezas.

El artículo al cual me referí al inicio asegura que “se va a producir un trasvase de recursos y de periodistas de las ediciones impresas a las digitales”. No lo creo. Cada tipo de periodístico tiene sus características y sus encantos, aunque haya diferencias entre uno y otro. Cada periodista tiene –y muchas veces- encuentra el medio ideal para él.

Lo más significativo de todo es la alerta temprana, como ocurre con la presencia de los eventos meteorológicos severos en el Caribe. Ante la amenaza, hay que adoptar medidas, y la principal es elevar la eficacia del producto informativo, sea cual sea el medio impreso y su frecuencia.

Hasta de “etapa de las vacas flacas” han tildado el momento para la prensa escrita los apocalípticos de oficinas climatizadas, como me gusta llamarles a esos filósofos de “peceras” (oficinas con cristales) y puertas con su nombre incrustado en letras doradas, y que en la mayoría de los casos no han escrito ni una carta en sus vidas. Ni hay crisis y ni la va a haber por el momento.

Como lo dije hace algún tiempo: si ocurre dentro de 100 años, los que lo presencian, que me lo cuenten entonces.

Lo que si es enteramente cierto es que en Estados Unidos sucede una nueva debacle en el mundo periodístico, por demás corroído, dominado como en ningún otro sitio por el poder financiero. Es que en USA se vive de escándalo en escándalo en otro, porque forma parte del modelo gobierno-economía-sociedad, y de despidos en despidos, porque en la “flamante y democrática” nación estadounidense nada es seguro, todo se tambalea, hasta la Estatua de la Libertad.

Nota publicada en el portal de la UPEC (http://www.upec.cu/)