En la capital donde el aire de complicidad servil y silencio generalizado, oro y esclavos y en que hasta la “gripe se acojuda” al decir del viejo burgomaestre abunda y envilece, están todas las instituciones del Estado, desde los ministerios, guarida de burócratas dinásticos (los bisnietos aún trabajan allí), pasando por el Establo de la Plaza Bolívar y la casa de gobierno donde dicen administrar episódicamente el poder real que obsequian otros y sin olvidar la casona del jirón Ucayali, Cancillería, escenario en que se han fraguado las más grandes derrotas y cesiones vergonzosas de territorio, soberanía y dignidad. Las leyes descentralistas no pueden romper la hegemonía limeña porque éstas contienen la triquiñuela pícara que nadie quiere dejar la metrópoli porque aquí están los negociados, los contratos o concesiones con nombre propio y dedicatoria y por la simple, como palurda razón, si es razón, que la generación del billete tramposo que enriquece obedece al viejo adagio: el ojo del amo engorda al caballo.

Cuando hace un año el edificio fisico del Congreso resintió el violento sismo de agosto el Establo decidió buscar un nuevo local. Sugerí entonces, y lo hago de nuevo y en el mismo sentido, que debía estar la pomposa representación nacional avecindada en Tacna. Allí se respira historia, se vive la realidad impotente de cómo hace falta un puerto y se constata la visita de miles de ciudadanos de otras nacionalidades que buscan lo que no tienen en sus jurisdicciones, buenos precios, mejor comercio, atenciones médicas. Además, razón fundamental, en casus belli, no le vendría mal al Establo, por vez primera en su larga y mediocre existencia, tener 120 lápidas conmemorando su resistencia heroica. ¿Cuántos legiferantes conocen Tacna y el extremo sur del país? ¡Quedaría usted sorprendido! Apenas el 5% de esa multitud de intrascendentes pasó alguna vez por Ciudad Heroica.

Como parece que el Poder Judicial no tiene cura y demanda el fuego literal de calores dinamizadores, entonces que éste cambie su sede hacia Tumbes de modo que el sol queme las posibilidades de coimas y compra de jueces al peso y yugule también el accionar de abogángsteres que viven prolongando juicios y esquilmando a los clientes que van presos si son pobres. ¿No cree usted que Tumbes engalanaría su producción jurídica con tan augusta y masiva presencia de togados, lejos, muy lejos de los lupanares en que se facturan prisiones, exacciones y abusos contra la libertad de los ciudadanos y empresas?

¿Qué se hace con miles de nuevos abogados en un país que tiene exceso de esta clase de especímenes? Si se cierran esas facultades productoras de picapleitos y se invierte en facultades de ciencias, podríamos forjar la carrera a brillantes matemáticos, físicos, químicos, ingenieros, trocando la matriz educativa y de horizonte profesional de las letras poéticas y estupidizantes hacia la emulación histórica de lo que los antiguos peruanos ya adelantaron miles de años atrás y las ruinas y construcciones delatan esas anticipaciones imbatibles.

¿No es entonces, la descentralización, un ejercicio cerebral, de renuncia a verdades canónicas, anti-científicas pero amarradas al ocio, al facilismo, a la corrupción de no pensar ni escribir ni decir nada frente a los escandalosos casos de corrupción que todos ven pero que casi nadie denuncia?

¿Por causa de qué se pretende construir más prisiones en Lima? Alguna vez sugerí la locura de crear fronteras vivas con incentivos, universidades, hospitales, estadios, clubes, discotecas, bibliotecas, en todas las fronteras que tiene el país. Quienes quieran ir hacia esas zonas ganarán el doble o el triple pero aprenderán a resguardar, en plena faena patriótica y laboral, la soberanía que descuidan el Estado nacional, la proditora Cancillería y que no puede hacerlo del todo la Fuerza Armada. No es una mala idea proveer de mano de obra calificada y hasta profesional esos puntos en que la influencia del Estado no llega. Y en donde sí están las influencias de otros países que avanzan sin que nadie les muestre los correctos caminos que señalan los límites.

La descentralización es también un ejercicio de estricto cartabón cerebral. Eso conlleva la premisa que quienes incurran en esta disciplina lo posean. Por tanto no parece difícil que los peruanos tengan muy claro que Lima, la afeminada capital, pizpireta regalona, coqueta y versátil, y que se cree representante natural del resto del país, es un escollo brutal que debe superarse. Evidentemente si se quiere hacer una descentralización genuina y por un Perú libre, justo y culto.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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