Es así que los matanceros, aunque en menor medida golpeados también por el huracán Gustav, quieren saber cómo andan los pinareños, los de la Isla de la Juventud y los habaneros del oeste, y se preocupan por lo que les sucede y por lo mucho que deberán esforzarse para resarcir los daños.

Se alegran las personas al enterarse que barcos y aviones con avituallamientos urgentes zarpan hacia la Isla de la Juventud, y contingentes de todo el país arriban a Pinar del Río para levantar postes, restablecer el servicio eléctrico, restaurar techos y paredes, y los máximos dirigentes del país están cada minuto al tanto de lo que sucede en las zonas damnificadas.

Los más ancianos, abuelos de canas y nietos, recuerdan que antes no era así.

Me viene a la mente la imagen de toda la familia semidesnuda del viejo Martín Hernández, en la Cienaga de Zapata –200 kilómetros al sudeste de la capital cubana, en la provincia de Matanzas—, en el año 1953, retratada frente a su miserable choza, foto aparecida en el diario Prensa Libre.

Allí, 15 personas, incluidos ocho niños pequeños, esperaban en vano el auxilio prometido del gobierno del tirano Batista tras el paso de un huracán, la cual nunca fue recibida.

Afortunadamente ese propio año fue el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y su clarinada predijo que nuevos aires de justicia social soplarían sobre el archipiélago, esos que hoy, con ciclón o sin él, llevan su tangible solidaridad a todos los necesitados.

Eso explica por qué, lagrima y sonrisa marchan juntas, expresión incomprensible para reporteros extranjeros quienes hurgan en el desastre, y encuentran que en medio de pueblos arrasados nadie teme por su futuro.

La confianza en la solidaridad de la Revolución, de todos los cubanos, y de amigos allende los mares, abre puertas al sentimiento agradecido y a la esperanza, aunque tres ciclones más ronden ahora mismo, amenazantes: el Hanna que afortunadamente se marcha con su carga mortífera; el Ike, que amenaza al Caribe, y el Josephine con igual rumbo.

Es este tránsito de verano a otoño de mucho peligro para estas tierras tropicales.

Pero el corresponsal extranjero que llegue a Cuba en busca de desgarraduras, si es honesto, tendrá que escribir también de la voluntad, porque nace de la fuerza del ejemplo de todos y de cada uno de los seres humanos, la que alimenta la solidaridad en este archipiélago cubano.

Agencia Cubana de Noticias