Y que bien clasificado está. Ella se refiere al “frívolo tratamiento que algunos medios de comunicación han dado a la terrible tragedia acontecida la semana pasada en el aeropuerto de Barajas”.

Como reconoce, lo ocurrido al avión de Apanair, que cubría el vuelo JKK-5022, y el fallecimiento de 154 personas fue noticia en cualquier parte del mundo. Pero del hecho en si al show mediático, como ha ocurrido, media un gran trecho. Cuenta la colega que, por ejemplo, un periodista y un camarógrafo del canal Telecinco se embarcaron en un vuelo de la ruta Madrid-Las Palmas de Gran Canaria, firmando a los nuevos pasajeros, como si fuera a repetirse lo ocurrido, y otros se fueron hasta los hospitales para tratar de entrevistar a los sobrevivientes, sin importarles el golpe psicológico que sufren.

Es que a los medios de comunicación capitalistas poco le importan los sentimientos y el dolor. Para ellos el problema fundamental radica en explotar al máximo cualquier acontecimiento, valiéndose incluso de procedimientos sutiles y hasta cierto punto morbosos.

El periódico digital El Mundo, el más leído de habla hispana, dio cuenta de que “Chris Price ha perdido su trabajo por no morderse la lengua a tiempo. Mientras retransmitía un partido entre el Bradford y Rochdale, el comentarista de Radio Manchester (BBC) comparó la defensa de uno de los equipos con "los agujeros de los aviones españoles. Los oyentes, empezaron a llamar para mostrar su indignación. Price quería dar un poco de color a la retransmisión y... se pasó. Mientras comentaba el partido, no se le ocurrió una mejor comparación para describir el juego del Bradford”.

Jamás podré olvidar otra tragedia cuyas consecuencias pude apreciar con mis propios ojos. En un penal centroamericano “cazaron” a balazos a unos 60 mareros (pandilleros), en un ajuste de cuenta que quisieron darle posteriormente un matiz social, por la amenaza que esos delincuentes constituyen para la población. El hecho se reflejó en la prensa con el tono que le correspondía, pero al otro día comenzó lo que muy bien la colega española califica de periodismo carroñero.

Los reporteros se fueron entonces hasta las casas donde estaban los familiares de los fallecidos. Sólo el llanto era reflejado en la pantalla y las fotos de los diarios. La mayoría de las personas apenas podían pronunciar palabras. Al segundo día de lo acontecido un periodista me invitó a acompañarlo a un recorrido. Pensé que era rutinario como de costumbre, que empezaban por la unidad de la Policía en busca de algo connotado y terminaban en una cafetería, capuchino de por medio. Pues no. Me llevó hasta la vivienda de una pobre madre que había perdido a sus dos hijos jóvenes totalmente incinerados en la revuelta del penal.

Inadmisible, le dije cuando regresábamos. ¿Cómo puede tratar de hacerse periodismo reflejando tanto dolor, tanta pena? “Esto es lo que vende”, fue su respuesta. Y tenía razón. Él no era el responsable de que el periodismo en esos países tenga tantos ribetes amarillistas, o mejor dicho, carroñeros. Es propio del sistema, del modo de ver la vida y la muerte.

Pero –pienso yo- hechos tan serios y dolorosos no deben ser convertidos en show al estilo carnavalesco o cabaretero. La cordura también es un elemento esencial para una profesión tan seria como el periodismo.

Nota publicada por el portal de la UPEC (http://www.upec.cu/)