Dice la información: “Según revela el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC), en las dos ciudades más importantes del país hay más de once mil jóvenes inmersos en el pandillaje y solo en Pamplona hay más de 2 mil……La violencia se expande en Lima como un virus que se propaga sobre todo entre los jóvenes, quienes a falta de oportunidades y en un clima hostil se agrupan en pandillas, las llamadas tribus urbanas que proliferan en la capital y que hoy ya suman un total de 370 identificadas en Lima y Callao por la Policía Nacional del Perú”, y así lo consigna RPP.

No parece un hecho demasiado notable a menos que se reconozca que el hincapié está puesto en los grupos violentistas que tienen un origen más bien humilde y de zonas tradicionalmente vinculadas a la pobreza de todo tipo. ¿Están divorciadas por completo estas turbas urbanas proletarias con las que militan con toda la fanfarria e hipocresía posibles, esas otras asociaciones para delinquir que provienen de universidades de “prestigio”, colegios con tradición y de barrios de clase media alta? El cuento sociológico maniqueo dice que sí pero hay mucho pan por rebanar porque el crimen es crimen. Abajo o arriba.

Se noticia que “Esta información fue difundida en el panel "Implicancias del Pandillaje y la Drogadicción en la seguridad ciudadana", que se realizó en el colegio Bartolomé Herrera, ubicado en el distrito limeño de San Miguel….Debido a la proliferación de estos grupos violentos, el Conasec está desarrollando estos paneles con el objetivo de crear conciencia de paz entre los jóvenes, reeducarlos en valores y hacerlos reflexionar sobre las consecuencias negativas que trae el consumo de drogas y el formar parte de pandillas”. ¿Cómo se llama al merodeo y acecho de víctimas institucionales en los medios altos?: saqueo, expoliación, concesiones y privatizaciones, asociación ilícita para delinquir y, por supuesto, no faltan los grandes estudios de abogángsteres dispuestos a confirmar que la lluvia va hacia arriba si hay los imponentes dólares que las tarifas exigen. Entonces, ¿qué hacen quiénes deberían intervenir en las soluciones integrales y radicales para que este desbarajuste de alto nivel no se produzca?

¿Por causa de qué hay, a veces, menos denuncias de pandillaje en los sectores acomodados? Por una muy simple razón: no pocas oportunidades quienes intervienen en la rapiña son hijos de estas familias residentes en el área y porque el móvil impulsor de los actos proviene de la drogadicción o violencia que estos otros chicos sí se autorizan tácitamente: volúmenes infames, velocidad a todo meter, prepotencia en cualquier negocio, celular con números convenientes para llamar al oficial, juez, secretario o amigo influyente adecuado para cada fractura social en que se incurra. Por tanto, como todo en Perú, hay el escalafón de categorías en la comisión de delitos, aunque los libracos jurídicos y penales se empeñen en decir que la ley es igualitaria y democratizadora.
Ejemplo: dos chiquillas antes de los veinte años o algo así, dedicadas a la extorsión y al chantaje fueron liberadas por un juez por la razón –según él- que “eran de buena familia”. ¿Cuántos jóvenes coetáneos hay en la cárcel por penas o delitos menos importantes? La respuesta es demoledora: cientos o miles pero estos provienen de estratos bajos, ergo, contrario sensu: “no son de buena familia”.

¿Hacen algo los partidos políticos, mil perdones, siempre me equivoco, clubes electorales, para impedir el florecimiento de las refinadas técnicas de latrocinio que practican algunos de sus afiliados una vez en los goznes de la administración pública? ¡Nada de nada! A menos que se llame instrucción a los grados suma cum laude que se otorgan cada vez con mayor frecuencia a cacos conocidos y sinverguenzas. La delincuencia asemeja al capital: no tiene nacionalidad ni color pero en Perú admite la tradicional segmentación que nos cantan sociólogos, periodistas, antropólogos porque el hombre nace libre y la “sociedad lo corrompe”.

¿Qué hace el Estado? Se desconoce algo de su labor. Por lo general alberga a patotas dinásticas desde bisabuelos a nietos y todos viven de la cansada ubre del Estado o persisten en prácticas derrochadoras que enriquecen a sus vectores incapaces de entender que el dinero del pueblo es sagrado. Pero no pidamos tanto a burocracias envilecidas y miserables.

Persistir en la plástica y práctica subrepticias de asociar baja extracción con pobreza o suciedad o mal comportamiento hace flaco favor al Perú. No está demás subrayar que casi siempre o en el 95% de los casos, los más grandes estafadores, delincuentes y monreros que robaron –y roban- al Perú, provienen de las mejores universidades y varios son diplomados en el discutible e indigesto arte. Aunque también hay –notables y vanidosos- excepcionales autodidactas, los llamados natural born killers.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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