El respaldo al gobierno de Evo Morales, que se hizo sentir con una misma voz, en la reunión de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) excede en mucho una formalidad institucional de carácter continental. Establece límites concretos a EE.UU. y le reitera que la multilateralidad constituye un reto confrontado a la política unipolar, estandarte de la potencia más grande del planeta, envuelta, ahora mismo, en una crisis interna colosal.

Bastaría para demostrar la profundidad de dicha crisis, con sólo tomar nota de la fenomenal debacle financiera que sacude a EE.UU y a quienes, en mayor o menor medida, están atados a su carro. Bastaría eso y, si se quiere, no soslayar los casi sesenta millones de pobres de ese país, el crecimiento de la tasa de desocupación, la enfermedad endémica de su sistema de seguridad social, la implosión del paquete inmobiliario, el empantanamiento político militar en Irak y Afganistán y la suave y dulce tenaza china cercándoles el cuello. Eso, y más, explica que no hay casualidades, por ejemplo, entre los ochocientos mil millones de dólares inyectados recientemente al sistema financiero por el Estado de la mayor fuerza bélica del mundo y lo gastado por ésta, en el despliegue guerrerista en Irak y Afganistán, según lo revelara la prestigiosa periodista cubana Juana Carrasco, redactora del diario Juventud Rebelde.

Del expansionismo guerrerista, no citaremos aquí lo que nos llevaría un libro referirnos a los gastos aplicados con fines destructivos en Medio Oriente, Asia, África y muy calladamente en Latinoamérica y el Caribe, antes y después de los atentados terroristas que pulverizaron, literalmente, las torres gemelas, dando pie a la llamada “guerra preventiva” contra los países del “Eje del Mal”.

El gobierno de Evo Morales, indisciplinado a EE.UU., está en la lista negra, de la mano blanca que mece la cuna. Rompió la relación de dependencia que existía con el Comando Sur, clave de determinaciones militares para toda América Latina. Planchó el programa injerencista desplegado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID. Y demostró que de cada 10 dólares que se decía iban destinados por la USAID a la cooperación, no se usaban ni 3 dólares. En el libro “Evo Espuma de Plata”, de los periodistas cubanos Luis Báez y Pedro de la Hoz, se expone la descarada penetración de EE.UU., en territorio boliviano a través de planes de corte sanitario, cultural y de ocupación de parques nacionales. Sale a la luz, con detalles, el copamiento gradual y sostenido hecho en las últimas dos décadas por “operadores” de la Embajada de EE.UU. en las Fuerzas Armadas de Bolivia, estableciéndose el “ordeno y mando” bajo la presión sutil y no tan sutil, de partidas de dinero definidas para “luchar contra el narcotráfico”.

Evo cortó de un planazo la orgía expoliadora de los recursos energéticos, avanza en la alfabetización de todo el pueblo y trazó una raya ante el desenfreno de los separatistas, patrones de las riquezas de gran parte del suelo boliviano. Y queriéndolo, o no, puso a prueba cuánto había de cierto de la propagandizada unidad sudamericana.

Hasta aquí, con el coraje y la dignidad de muchos gobiernos del área, quedó demostrado que Evo no está solo, ni espera un milagro.

Sencillamente construye poder junto a su pueblo, a la par que afianza relaciones internacionales, como quedó demostrado en la pasada 63 Asamblea General de las Naciones Unidas, donde reafirmó que su país y su pueblo continuarán profundizando el modelo de democracia que tanto le duele a EE.UU.

(*) Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)