El presidente Alan García, dicharrachero innegable, ha expresado que a Perú no le afecta la crisis internacional porque según él es un asunto circunscrito a las economías mayúsculas que tan tocado fondo. Dice que no hay que alarmarse porque, merced a la maravillosa conducción del país, aquí estamos de plácemes. No es muy sensata ni feliz la postura ultra-optimista y, en cambio, sí pareciera desbarrancar por los peligrosos caminos de la falta de reflexión que obnubila y estupidiza. ¿Es Perú una isla o paraíso? Si la respuesta es negativa, entonces el primer funcionario público del país está obligado a asumir su papel de hombre de Estado. Y no, como hoy acontece, tributario de la coyuntura, palafrenero de la oratoria irresponsable.

Hay una contradicción evidente y palmaria. Se ha dicho hasta la saciedad que vivimos en un mundo globalizado, verdad de Perogrullo que aquí se embutió a la bruta y merced a contratos, concesiones, licitaciones, trampas, cohechos, desde el Estado hacia particulares y en no pocos casos con sacrificio oneroso del patrimonio nacional. ¿Incluye ese fenómeno al Perú? ¿con quiénes contrata el país? ¿de dónde vienen las milagrosas inversiones de que dan cuenta todos los días los miedos de comunicación? La pregunta por su lógica es inevitable: ¿es Perú una isla o un paraíso?

Brasil y Argentina acaban de aprobar con sus presidentes y responsables máximos de bancos centrales, el intercambio comercial en sus monedas, el real y el peso, respectivamente y el abandono definitivo del patrón dólar. En buena cuenta, la moneda común empieza su camino forjador, al modo del carbón y el acero de la Comunidad Europea, a una alternativa latinoamericana a Gringolandia. 72 son las horas que tienen las autoridades de entrambos países para uniformar los términos del intercambio que evitará las fluctuaciones diarias del dólar con la salvedad interesante que el comercio será ahora en reales o pesos. Por lo menos en esto sí parece rescatable la dinámica emprendida por los países sureños. Hay otros temas en que no. Si Brasil y Argentina declinan al dólar es porque hay circunstancias de vecindad limítrofe, tratos previos y costumbres entrenadas en decenios de proximidad, no obstante no hay por dónde concluir que son paraísos o islas y sus economías son, hasta donde se sabe, mucho más grandes que la peruana. ¿Cómo, entonces, afirmar que Perú sí goza de esas cualidades celestiales?

No sólo los políticos bananeros carecen de alguna perspectiva integral respecto de lo que acontece en el mundo. Los empresarios están desconcertados porque no saben qué va a ocurrir. Si hay una economía latinoamericana sierva y servidora, dependiente y demasiado vinculada a la norteamericana, ésta es la de Perú. Toledo llegó a niveles abisales de sometimiento y García sólo ha seguido la estela ominosa y el TLC con Gringolandia reconoce asimetrías –desventajas- bastante favorables a ellos y ríspidas para los locales. Cualquier bronca tendrá tribunales ad hoc escogidas por las empresas que litiguen contra el Estado peruano. ¿Alguien en su sano juicio cree que darán la razón al demandado?

Si la crisis golpea, por razones múltiples, descaradas y hamponas, a Gringolandia y la trabazón con ellos es demasiado fuerte ¿hay lógica maciza para sostener que a nosotros nada va a afectarnos? Antes se decía que una gripe por allá se traducía en pulmonía por estos lares. Nada indica que esto pudiera haber cambiado y por el contrario es todo a la inversa.
Las circunstancias desnudan en su pobreza más aberrante a políticos, empresarios, intelectuales, que no saben qué hacer y están a la espera de qué ocurre en Capitol Hill, qué intrepreta el Washington Post y qué se traduce por aquí vía BCR y Palacio. ¡Qué falta de imaginación, que atropello a la razón!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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