Más del 60 por ciento de los jóvenes es pobre. El cuarenta por ciento no trabaja ni estudia. La cifra es contundente, escalofriante… desconsuela. ¿Quién se anima a garabatear la palabra futuro ante semejante número?

No se trata de una simple estadística. Alcanza con asomarse a cualquier esquina de nuestra geografía para encontrarlos. Son nuestros pibes, y más temprano que tarde van perdiendo la fe, la confianza…

Asómese, están ahí, no figuran en la agenda oficial, pero están ahí. Creciendo en medio de la miseria, lejos del guardapolvo blanco, despojados de los mejores colores de la infancia porque para ellos solo quedaron los grises. Haga un simple repaso de las historias de estos pibes y podrá comprobar que, en la mayoría de los casos, son los hijos de quienes fueron expulsados del mercado laboral.

Asómese, están ahí, vestidos de intemperie en el baldío de la vida. Ellos son parte del genocidio cultural y han sido formados con las leyes más oscuras de la supervivencia. Son los empujados al individualismo más feroz, y tratan de salvarse como sea, buscando el atajo que los ponga del otro lado de la miseria; o bien rodando de un empleo precario a otro y changueando sin feriados, sin aguinaldo, sin recibo de sueldo, sin obra social, sin vacaciones y agradeciendo porque al menos “encontraron algo”.

Las cifras de la provincia de Misiones coinciden con el último trabajo realizado por la Dirección Nacional de Juventud (Dinaju), dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, en el que se revela que seis de cada diez jóvenes son pobres en la Argentina.

Son más de 5.500.000 chicos de entre 15 y 29 años y sólo el 37,45 por ciento de las personas en esa franja de edad tiene un trabajo.

Mientras esto sucede sin que nadie se alarme, la gran maquinaria de desinformación en su costado más tilingo reproduce desde todos los canales de aire la presencia de las llamadas “tribus urbanas” mostrando a los jóvenes como animalitos exóticos de extrañas costumbres y raros peinados, o bien los filman matándose con el paco, el pegamento o exhibiendo los fierros con los que saldrán a asolar los barrios de la ciudad.

Todo suma para el show televisivo. Lo que no vende no se muestra ni se dice. El minuto a minuto necesita exhibir las miserias y no buscar las causas. No están interesados en explorar las razones del aislamiento o la desesperación de los pibes, simplemente exponen la resultante del abandono como si hubiera sido obra del destino.

Seis de cada diez jóvenes son pobres y, sin embargo, el dato no aparece entre las urgencias de la agenda estatal ni de la agenda mediática. Esas mismas agendas que se escandalizan cuando ven crecer el índice de delincuencia y suelen pedir penas más severas para los menores.

Seis de cada diez jóvenes que golpean una y otra vez a las puertas de un empleo digno, solo encuentran una nueva frustración como respuesta.

Asómese, están ahí, a la vuelta de la esquina. Están ahí, donde no hay quién se anime a escribir la palabra futuro.

Nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo (http://www.pelotadetrapo.org.ar/)