La propuesta de Calderón rememora la película de Kramer contra Kramer, de Robert Benton, exhibida en 1979.

Si algún mérito tiene el programa de Felipe Calderón es su creatividad por tratar de alcanzar un cierto equilibrio entre las tareas encomendadas a sus jefes de despacho. Por un lado, con el paquete económico, Calderón encomendará a Agustín Carstens y Guillermo Ortiz –titulares de Hacienda y del banco central, respectivamente– la responsabilidad para que la fábrica de la economía mexicana continúe robusteciendo alegremente la producción de pobres, miserables y delincuentes de variado pelambre. Por otro, con la generosa ampliación presupuestal (31 mil millones de pesos, 32.9 por ciento más, el 17.9 por ciento del gasto programable esperado), confiará a su gabinete de seguridad: Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación; Genaro García, secretario de Seguridad Pública, y Eduardo Medina, procurador general de la República; así como a Guillermo Galván, secretario de Defensa, y Mariano Saynez, secretario de Marina, para que, mejor pertrechados, repriman con singular esmero a la mayor cantidad de damnificados, sean delincuentes o luchadores sociales, que con su obsesiva política neoliberal pondrá a su disposición. Claro, una vez que acaben con su “guerra interna”, según la testifican Lizeth Parra y Eduardo Cano, corresponsables de la “seguridad pública”. Por ello, no será extraño esperar la intensificación del “fuego amigo” en la trinchera calderonista.


Kramer contra Kramer

El nuevo pequeñoburgués individualista –engendrado por la jungla neoliberal– y los empresarios –que Carstens se ha visto obligado a reconocer– “debilitan los determinantes del rendimiento de la inversión e inhiben la capacidad que tienen las personas para disfrutar el fruto de su esfuerzo”. Esto para intentar alcanzar el paraíso perdido de la estabilidad de precios y revertir la creciente inseguridad social que han perturbado la tranquilidad emocional de los sectores medios.

Todo, después de que las variables económicas se salieron de control en 2008, transformándose en recesión, inflación y desempleo –los depauperados, con o sin el mediocre crecimiento previsto, seguirían igual; ahora lo son y lo serán un poco más–, lo mismo que la delincuencia, atizada por la crisis, que detonara el ríspido reclamo de la población, curiosamente organizada por la derecha, que vio con beneplácito la llegada de Felipe Calderón a la Presidencia y que ahora le exige la mano dura, estimulando la neurosis y las tentaciones despóticas del panista. El pánico está fundamentado. Si a Calderón le fascina el espectáculo mediático, sin preocuparse por el derroche presupuestal –como puede verse con sus solitarios informes–, a los delincuentes también, con sus terroríficas decapitaciones y oleada de asesinatos, sin mezquinar los recursos.

Como es natural, Calderón aplica la austeridad en casa. Apenas se destinará 1 mil 723 millones de pesos para publicitar su envejecida imagen (gasto en comunicación social y publicidad). Unos cuantos pesos más a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (1.2 mil millones de pesos, sólo 1 mil 52 millones más al gastado por Vicente Fox en 2006).

Con sus 40-60 millones de cartas enviadas a raíz de su desangelado informe, tiró a la basura entre 150 y 200 millones del presupuesto. Pura morralla.
Pero las finanzas públicas son raquíticas, según dicen Felipe Calderón y Carstens. Antes que nada –como un tótem– en 2009 se respetarán dos imperativos categóricos neoliberales: el paranoico balance fiscal global cero –necesario para controlar la inflación y asegurar el autismo estatal– y un superávit primario (la diferencia entre ingresos y egresos distintos al costo financiero de la deuda pública) por 282.9 mil millones de pesos, 9.9 por ciento real más que en 2008 y equivalente a 2.2 por ciento del producto interno bruto. Ese sobrante se destinará para cubrir el último concepto citado, 37.3 mil millones de pesos más. La recaudación mantienen su debilidad estructural, pese a los históricos excedentes petroleros registrados durante el neoliberalismo foxista-calderonista y gracias a su confusa utilización.

Para 2009, Carstens y sus chicago boys estiman un ingreso presupuestal modesto: 2.8 billones, sólo 0.4 por ciento más, en términos reales, que en 2008. Los ingresos petroleros se calculan en 1 billón, 4.4 por ciento menos, bajo el supuesto de un precio medio del crudo de exportación en 80.3 dólares por barril (DB). Algunos analistas sugieren, con justa razón, que dicho precio está subestimado. En 2008 los programadores de Hacienda se “equivocaron” en apenas 53.8 DB. Osadamente estimaron la cotización en 42.5 DB y ahora suponen que será por 96.3 DB, aunque podría ser del orden de 99.3 DB. Si el precio en 2009 es de 100 DB, Hacienda dispondría discrecionalmente alrededor de 150 o 200 mil millones de pesos, ante un omiso Congreso que no le obliga a rendir cuentas. Desde luego, actualmente sería una locura para Calderón tratar de tocar fiscalmente las cuentas bancarias de los furibundos empresarios, los parásitos tributarios del Estado. Si Luis Echeverría padeció un clima golpista por tratar de elevarles las cargas tributarias, seguro que a Calderón Hinojosa le incendian el país, como lo hace en este momento la derecha de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, en Bolivia. Aunque es obvio que por razones diferentes que Calderón Hinojosa y Evo Morales son las antípodas en sus proyectos de nación.

Como nada es gratis, Calderón ya hizo las sumas y restas para ceñirse al equilibrio fiscal. En nombre de “la seguridad en el país”, Felipe Calderón dijo que “habrá que sacrificar algunos rubros a fin de destinar (mayores) recursos para resolver la inseguridad”, sin especificar a cuál de sus manifestaciones se refiere: ¿la delincuencia desorganizada, la organizada oficial o semioficial? Es cierto que el gasto programable –que no incluye el costo financiero de la deuda pública– bajará 0.2 por ciento, en términos reales. Pero en el reacomodo del dinero, si el Congreso no modifica esas partidas, los principales ganadores serán las secretarías de Seguridad Pública (su presupuesto subirá 49.8 por ciento), Gobernación (25.1 por ciento, así Mouriño tendrá más recursos para balconear sus ambiciones presidenciales y protegerse de sus fechorías), Defensa Nacional (16.1 por ciento), Marina (12.35 por ciento), la tenebrosa Procuraduría General de la República (29.2 por ciento, “incompetente” para encontrar a los guerrilleros “desaparecidos”, por ejemplo, pero diestra para atentar contra el libre derecho de las mujeres para decidir si desean o no abortar), el Tribunal Federal (14.9 por ciento) y la propia Presidencia (4 por ciento más). Globalmente tendrán más recursos para enfrentar la delincuencia y, de paso, a luchadores sociales. Si logran afrontar la primera ya es otra historia, si se considera su fallida estrategia actual. En el segundo caso han sido eficaces. El clima de pavor que atormenta a la pequeña burguesía y la burguesía ha sido una garantía –y aunque no lo sea– para que los órganos represivos del Estado violenten los derechos ciudadanos con la mayor impunidad.

La única diferencia con los otros facinerosos (no todos) es que los oficiales, la mayoría, gozan del manto protector del Estado.
Del lado de las restas, los perdedores serán, en primer lugar, los sectores medios que se manifestaron en contra de la violencia, y los que no también, ya sean clasemedieros de derecha, progresistas o indiferentes y, por supuesto, los pobres y los miserables, porque Felipe Calderón les quitará los subsidios, si es que existen, en las gasolinas, el gas, la energía eléctrica, el agua y demás servicios públicos; ése es el precio de la “seguridad”. Alejandro Sánchez, diputado perredista, dice que el estrambótico Carstens les dijo, con gran desvergüenza, que el alza de las gasolinas no afectará a los pobres porque los subsidios sólo benefician a quien más tiene. ¿Qué pensarán los que no son ricos ni pobres, o algunos de ellos, que tienen automóvil, ya sea por necesidad o por cuestión de estatus, y que el señor de Hacienda los reduce al tamaño de retrasados mentales? ¿Los empresarios apechugarán el aumento de sus costos de producción asociados al aumento de los energéticos y otros servicios públicos, en detrimento de sus ganancias? Sin duda que sí. La perplejidad debe de ser un insulto para ellos. Lo aceptarán en nombre de la cruzada antidelincuencial. Son patriotas. Menos mal que Calderón Hinojosa y sus empleados viven gratis, gracias a los impuestos de los que no son ricos. Hasta 2012, los calderonistas que sobrevivan no resentirán los efectos de dichas alzas. Después tampoco, pues para sus ingresos acumulados será pecata minuta.

Los otros perdedores serán los productores rurales, la ecología, la educación, la salud, la devastada infraestructura nacional o el sector energético, porque caerá su presupuesto administrativo, real o virtual.

¿A quién le importan los pobres, los miserables o la naturaleza? No existen; salvo como potenciales delincuentes, desestabilizadores sociopolíticos y como mano de obra explotable y desechable. La ruina ecológica es considerada como un mal necesario para la acumulación capitalista, el bienestar de unos cuantos y la desesperación de las mayorías. El sector energético y la infraestructura seguirán entregándose a la voracidad empresarial. La inversión pública apenas crecerá 0.1 por ciento en 2009.

Un suspiro, porque la presupuestaria se desplomará 10.2 por ciento (38 mil millones de pesos, de 370.8 mil millones de pesos a 362.9 mil millones de pesos) en el tercer año de la pesadilla calderonista, pues se dejará en manos del sector privado, que aumentará 25.1 por ciento (37.6 mil millones de pesos, de 150 mil millones de pesos a 187.6 mil millones de pesos), en nombre de la estatal, ya que Felipe Calderón continuará pisoteando la Constitución y los hombres de presa depredando al erario, con la complicidad de sus patiños panistas y priistas del Congreso.

Una vez ponderados los náufragos y los navegantes presupuestarios, que reforzará a los “responsables” de la seguridad” interna, los chicago boys, Carstens y Ortiz –los padres putativos de los delincuentes, junto con Calderón, como los viejos generales– jugarán tranquilamente sus fracasadas batallas en 2009. Si en 2008 han arrojado una gran cantidad de personas a las calles, los que perdieron su empleo, los que no lo han encontrado o los que se niegan a vivir como esclavos por los salarios pagados y las prestaciones expoliadas por los que actualmente braman por la pena de muerte o la cadena perpetua en contra de los malhechores y que prefieren vegetar o delinquir; los calderonistas aspiran a reforzar esa franja de la sociedad.

La propuesta económica calderonista para 2009 se concentrará en tratar de controlar la inflación a costa de la perpetuación del estancamiento económico, el desempleo y la pauperización, como trataré de demostrar en la siguiente entrega.

Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: 1 de octubre de 2008