Casi media centuria ha padecido Cuba ese terrible cerco económico, financiero y comercial, el cual año tras año las autoridades de la Casa Blanca recrudecen con superior saña desde su implantación en los albores de la Revolución Cubana: a 93 mil millones de dólares ascienden las pérdidas ocasionadas.

Tal política arremete con encono, de manera cotidiana, contra los cubanos. Tanto es así que de cada 10 ciudadanos en la Isla, seis han nacido y formado bajo los efectos de tan cruel engendro: desde el diario plato del sustento hasta imprescindibles medicamentos para la salvaguarda de la salud. Todo es prohibido y perseguido.

Sin embargo, esa conciencia forjada a nivel planetario, como consecuencia de la persistencia y resistencia de los pobladores de la mayor de las Antillas, es la que propicia que cada día se sumen nuevas voces de condena a semejante política.

Incluso en el seno de la Organización de Naciones Unidas, suman 184 Estados los cuales votaron el pasado año a favor de poner fin al bloqueo, aspecto sobresaliente si tomamos en cuenta el mundo unipolar en que vivimos y cómo varios de esos países son aliados del gobierno estadounidense.

Tal posición fue resaltada por el canciller cubano Felipe Pérez Roque en declaraciones a la revista Bohemia, cuando expresó: “El propio título de la Resolución de la ONU de ‘poner fin al bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por los Estados Unidos contra Cuba’ es expresión del apoyo que la comunidad internacional ha brindado a la lucha de nuestro pueblo”.

La verdad está sobre el tapete: según la cúpula de poder del gobierno de EE.UU. la Isla no tiene derecho a ser independiente, desarrollarse plena y libremente, sin injerencias externas, simplemente porque los cubanos eligieron, libre y soberanamente, su propio modelo de desarrollo económico, político y social.

El apoyo recibido por Cuba en la arena internacional tampoco es fortuito. El país ha sido solidario, desde los propios orígenes de la Revolución, con decenas de naciones en todo el orbe; ha apoyado las causas justas y ofrece su sincera solidaridad en disímiles esferas de la vida sin esperar nada a cambio por tal contribución.

A guisa de ejemplo, actualmente estudian en Cuba diversas carreras universitarias jóvenes de 103 países en cifra superior a los 16 mil educandos, en tanto centenares de especialistas en salud pública, educación y deportes ofrecen su ayuda fraterna en decenas de naciones de casi todos los continentes.

Quienes vivimos en esta ínsula, hemos sabido resistir y luchar por los ideales que preconizamos, a expensas de enormes sacrificios, limitaciones y persecuciones de todo tipo. El asedio no ha cesado, por el contrario, se incrementa en variadas direcciones.

Desde hace algún tiempo ciertos cubanólogos tratan de minimizar el impacto de la acción genocida de la Unión y achacar los problemas y limitaciones antillanas a dificultades intestinas.

No somos una sociedad perfecta, se han cometido yerros como en toda obra humana, pero sin dudas el bloqueo atenaza férreamente y genera todo tipo de limitaciones en materia de desarrollo económico, político e incluso hasta social, pues propicia hasta el distanciamiento entre familias.

Así las cosas, entre los vaivenes de la política unipolar que reina en el universo, cada año suman más los habitantes del planeta condenadores del bloqueo. Más temprano que tarde, se abrirán nuevas brechas en el endurecido cerco, el cual caerá por el propio peso de lo absurdo, anacrónico y genocida de semejante accionar.

Agencia Cubana de Noticias