A llorar tras de un chilco se fueron los muertos de la partidocracia, sus viudas y sus deudos, al enterarse de que el pueblo ecuatoriano les dio las del zorro en las urnas. De nada sirvieron la sarta de mentiras que esgrimieron durante la campaña: que si la nueva Constitución redactada en Montecristi era abortista, que iba a permitir que los gays y las lesbianas se casaran y que se iba a confiscar la propiedad privada, que dizque vivíamos en una dictadura democrática y era hiperpresidencialista, que se iba a desdolarizar la nación, etc, etc.

De nada sirvieron las marchas obligadas y pagadas por el bigotón dueño del cabildo guayaquileño, ni las misas campales en las que la cúpula de la Iglesia Católica junto con los de la Iglesia Evangélica oraron en comunión para pedirle a su Dios que no permitiera que perdieran los privilegios.

A llorar tras de un chilco, se fueron los diputadillos Chilca Sánchez, el chancho con chaleco Bravo, la boca de riñón Gloria Gallardo, el guaytambo Luis Fernando Torres, el Pucho Harb, entre otros caretukos que hasta se fueron a la OEA a pedir que aboguen para que se les devuelva el cargo o que por lo menos se les indemnice porque el pueblo ecuatoriano les mandó sacando a patadas del Congreso Nacional.

Allorar tras de un chilco se fueron los iluminados académicos como el César Montúfar y el Teodoro Bustamante, los periodistas como Carlos Vera de Ecuavisa y Jorge Ortiz de Teleamazonas que al saber el resultado casi se tragan el micrófono y parecían zombies delante de las cámaras mientras entrevistaban a encuestólogos como el Polvillo Córdoba que como siempre no le atinaron ni una.

A llorar tras de un chilco se fueron el Avarito Noboa y la Anabella Azim, el Lucio Gutiérrez y su ñañón de fechorías Gilmar, el tonto útil de la derecha León Goldós, y el lidercillo cantonal Jaime Huevot Saadi, que en su desesperación porque dizque se iba a quedar sin su Emirato de Guayaquil, dijo que no va a respetar la nueva Constitución.

Con esta votación, el pueblo ecuatoriano les extendió el certificado de defunción a personajes nefastos como César Rhon, Pablo Lucio Paredes y Leonardo Escobar que hechos los vivos dizque redactaron una alternativa de constitución a puerta cerrada en el Club de la Unión, en compañía de la alta peluconería encopetada de Samborondón y en medio de abundante caviar y whisky.

Vayan nomás a llorar tras de un chilco, y mandaránle una postal a los incautados hermanos Isaías.