El primero de Octubre pasado se celebró en todo el país el “Día del Pasillo Ecuatoriano”, fecha establecida para honrar la memoria del popular cantante Julio Jaramillo, quien nació en ese día del año 1935, en un modesto departamento situado en las Calles Brasil y Coronel, al sur de Guayaquil.
Julio Jaramillo está considerado como el más grande intérprete de la música nacional, especialmente del Pasillo, al que lo interpretó desde su temprana juventud, pues alternaba su oficio de aprendiz de zapatero con las diarias serenatas que conseguía en la “Lagartera”, una conocida cantina de la bohemia guayaquileña, situada en las calles Lorenzo de Garaicoa y Colon, sitio en el que cantó hasta cuado triunfó en un concurso de cantantes aficionados promovido por Radio “Cóndor”, triunfo que le sirvió para que otras radioemisoras le contrataran; en una de ellas, Radio “Ortiz”, conoció a Carlos Armando Romero Rodas, quien fue el promotor fundamental de la naciente estrella de la canción nacional y su amigo de toda la vida. En esa misma emisora conoció a Rosalino Quintero, un famoso guitarrista que pasó a ser su amigo entrañable y el que le acompaño con su guitarra, a lo largo de su triunfal carrera musical.
Julio Jaramillo a lo largo de su carrera artística se convirtió en el más grande intérprete del pasillo ecuatoriano, ritmo musical que exalta al amor como motivo fundamental de la copla popular, como lo demuestra el siguiente ejemplo:
"¿Sabes lo que es amor? Es un deseo,
en parte terrenal, en parte santo,
lo que yo sé sentir cuando te veo,
lo que no sé expresar cuando te canto".
Esta es la definición de lo que es el amor, según el poeta Juan de Dios Peza, a estos versos los musicalizó el compositor Carlos Chávez Bucheli y se convirtieron en un hermoso pasillo, que lo popularizó Julio Jaramillo y que anda de boca en boca y de guitarra en guitarra, conquistando los favores de hermosas muchachas que buscan el amor como las abejas el polen de las flores.
Es que la copla popular, convertida en canción o en simple piropo, es manejada permanentemente, para expresar el amor en todas sus formas: cuando se intenta el primer acercamiento sirve para iniciar el contacto con la persona que nos gusta; entonces viene la frase galante y delicada: "la naranja cuando nace // nace hojita por hojita, // así principia el amor // palabra por palabrita". Cuando el encuentro se ha producido y la esperanza ya está abriendo sus puertas, viene la oferta formal aunque no todavía como una declaración de amor, sino como un anticipo de lo que puede pasar: "Cuando vengo nomás vengo, // ya sabrás para qué vengo; // a darte mi corazón // que es lo único que tengo".
Ya hecha realidad la propuesta e iniciado el periplo amoroso, viene la etapa de la idealización, aquella en la que se vive para el ser amado, la etapa más dulce en que todo es poesía: “Yo quiero hacer en mis ensueños vanos // dos hemistiquios de tus labios rojos, // y traer de mis líricos arcanos // alburas de marfil para tus manos // y nostalgias de mar para tus ojos”. Es cuando quieres darlo todo, cuando el amor llena tu corazón y la ternura se desborda: “Quiero que seas feliz mientras yo viva // y que no tengas ni un dolor siquiera, // yo te daré mi amor para que vivas // como una flor en plena primavera”. Esta puede ser la cronología de un amor idealizado que puede terminar de esta manera: “Cuando de nuestro amor la llama apasionada // dentro tu pecho amante contemples ya extinguida, // ya que solo por ti la vida me es amada, // el día que me faltes me arrancaré la vida”, como lo dijera el poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva, quien cumplió su palabra y se suicidó a la edad de veintiún años, precisamente en la casa de su amada.
Pero hay otra clase de amor, más terreno, más simple: aquel que se da en las calles, en las esquinas de los barrios, en el campo, al amparo de las cercas vivas, o entre las ramas tiernas del sembrío de maíz; aquel que, por ser más íntimo y directo, no deja de ser poético y romántico: es el que se inicia con el piropo alegre y hasta de doble sentido: “amorcito flor de yuyo // todo lo que es mío es tuyo”. O lo mismo, pero con un tono de advertencia: “amorcito flor de guanto // porque te quiero te aguanto”. Es el amor ingenuo que se inicia, con los delicados golpes producidos por las pequeñas piedras lanzadas por el “indio grosero” que pretende el amor de la “longa”, o con el rozar disimulado del pecho o la cadera, mientras se baila un “sanjuanito”.
Es también el amor, ahora globalizado, que puedes hacerlo a través del internet, del correo electrónico, con besos virtuales y caricias supersónicas. Esos amores imposibles por la distancia e irrealizables por las circunstancias, que el poeta popular también los recoge en versos que pueden parecer anacrónicos: “Amor imposible mío, // por imposible te quiero, // porque el que ama un imposible // es amante verdadero”.
Pero hay otra clase de amor, que creo que es el amor real y positivo, aquel que fue cantado por el poeta Rafael Larrea y que nos da la verdadera visión del mundo: "¡Cuídate, mujer, del que te mima! // ¡Cuídate de aquel que te suspira // y no te conduce por el camino del combate // al mismo tiempo! // ¡Cuídate del que dice amarte // y no te enseña a amar la justicia! // ¡Cuídate de los que te cuidan, mujer, // porque te quieren presa, // dormida entre las rejas de tu propio engaño".
Julio Jaramillo, murió en Guayaquil el 9 de febrero de 1978 y de él se ha dicho: “Después de su muerte J.J. (apócope popular) vive en el corazón del pueblo, en sus discos, en los libros de poemas, cuentos y novelas, es decir entró en el arte y la literatura de su patria”.
Las coplas y los fragmentos de poemas han sido tomados de los siguientes libros:
– Presencia del Pasado”, de Hugo Alemán;
– "Pasillos y pasilleros del Ecuador" de
Edwing Guerrero Blum.
– "Canto y Campanilla", de Juan Cecilio Espinosa.
– "Nuestra es la vida", de Rafael Larrea.
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