La exposición, la semana pasada en un centro comunal del barrio porteño de Recoleta, giró en torno de los términos que en general se utilizan incorrectamente al referirse al tema.

El encargado de la exposición fue el jefe del área de Prevención y Consejería de la institución, Hugo Mariani, quien expresó: “En el VIH el lenguaje es muy importante. La elección de las palabras puede repercutir positiva o negativamente en la respuesta a la epidemia. Tanto en la prevención como en el trato con personas con VIH es básico y primordial el que se nos entienda con toda claridad, que nuestro lenguaje sea absolutamente comprensible”.

En esa línea, explicó por qué toda una serie de términos que habitualmente se utilizan es incorrecta. Hubo sorpresa en el auditorio al saber que el uso de la palabra contagio no es muy apropiado, puesto que significa la transmisión por contacto inmediato o mediato de una enfermedad específica. Y como el VIH no es una enfermedad sino una infección, no es aconsejable su uso, aunque médicamente se lo siga utilizando por cuestiones prácticas.

Algo similar ocurre con la expresión “huérfanos del SIDA” o la no menos afortunada “muertos del SIDA”. “Nadie muere o queda huérfano por esto, lo hace por otras enfermedades a causa de esto”, explicó Mariani. Sumó también que la tan en boca “negativización” no existe, ya que no se puede hacerlo desaparecer al virus (al menos por ahora, porque no se sabe hasta donde llegará la ciencia). Lo que si puede suceder, agregó, es que disminuya la carga viral, entonces sea indetectable, pero en realidad sigue estando.

Hubo también una explicación de términos que, usualmente, se utilizan para generar temor o despectivamente. Como la palabra epidemia, que se usa cuando una enfermedad se propaga dentro de un país por un tiempo prolongado y afecta una gran cantidad de personas, mientras que pandemia es lo mismo pero en varios países o en una región determinada. Mientras que la promocionada y asociada palabra “promiscuo” es inapropiada, puesto que se lo asocia con la vida sexual de la persona, y en realidad no tiene una relación con el VIH, sino que se trata de un juicio moral.

También fue explicada la diferencia entre el VIH y el SIDA. El primer término designa al virus, mientras que el segundo es la etapa avanzada de la infección debido a él, y se da cuando las defensas están por debajo de los 200 mil anticuerpos por milímetro cúbico de sangre y se desarrollan enfermedades oportunistas (aquellas que en una persona sin VIH no son graves, como la gripe o el resfrío).

Otra imprecisión habitual se relaciona con que al principio el VIH era mortal, porque no se hallaba un tratamiento adecuado que diferenciara a cada persona. Por eso se creía que se sobrevivía, algo que hoy en día resulta inapropiado ya que se puede vivir normalmente con el virus. No es una enfermedad, puesto que no presenta síntomas, sino una infección; el término enfermedad –junto a sus derivados- se usa despectivamente en la mayoría de los casos.

A la vez, Mariani recalcó que toda la serie de palabras militares (lucha contra el SIDA, guerra, objetivo, ataque, derrota, enemigo) resulta absurda y carece de sentido. Igual que la idea de pensar en una vacuna contra el SIDA, puesto que contra él es imposible, pero contra el HIV sí. Y este punto fue aprovechado para aclarar que se puede prevenir a este segundo pero no al primero, pues sólo se previene lo que no está.

Finalmente, luego de que se abriera un pequeño espacio para aquellos que tuvieran alguna duda o sugerencia, se agregó que también es incorrecto hablar de portador o de síntomas ya que, en este último caso, las etapas de la infección pueden ser variables. Se explicó que la expresión virus del VIH o del SIDA es incorrecta. Lo que existe es el virus llamado VIH. Y se concluyó en que “No es estúpido luchar por el lenguaje alrededor del término porque hablar mal implica tratarlo mal al tema”.

Nota publicada por la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión (AUNO) de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (http://www.auno.org.ar/)