Estoy ya persuadido, a esta altura de la vida, que muchas más habrían sido las lamentaciones, numerosos los poemas condenatorios y no pocas las censuras si, como es el designio de Lima Airport Partners, LAP y el Estudio Ugaz con la batuta de Luis Vargas Valdivia, hubiera sido inmovilizado como preso por haber supuestamente injuriado la honra de un asalariado de esa empresita en un juicio penal por tal naturaleza. En cualquier caso, estas acciones –siempre a posteriori, como en el dicho: después de burro muerto, pasto- engrosarían la vieja costumbre peruana –ineficaz y aberrante- de actuar pero sólo teniendo como premisa que el caballazo ya fue hecho y el abuso perpetrado. ¡Tarde, tarde, tarde! ¿Es que nadie en este país da crédito a la sentencia: cuando veas la barba de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar?

Internet es una herramienta poderosa. Es más, es la única chance de informar que tienen los que, como en mi caso señalado y singular, carecen de columna en diario escrito, minutos en la radio o acogida de cualquier tipo en televisión. Un observador imparcial podría llegar a la conclusión que lo que escribe el periodista enjuiciado tiene repercusión firme y contundente en los aludidos. Eso es posible. Como también que más que fuerza exhiba constancia y represente una pulga en las orejas de las bestias. Si hay algo que sí puede rescatarse es que los mandones, los hampones y los estudios de abogángsteres han sido obligados a leer lo que en este ámbito se escribe. Y basta con discurrir por las dos demandas que se plantean contra mí y encontrar como “sustento” de ellas referencias a varias websites con textos de mi autoría.

No obstante lo anterior hay que conceder que aún Internet no llega a popularizar su mensaje denunciatorio y difusor. Es cierto que nos llaman para declarar a varias radios de provincias y casi siempre las entrevistas duran largos minutos porque las llamadas son desde Lima pero no hay mayor gusto que el poder contribuir con la cultura política y con el espíritu levantisco y revolucionario de los compatricios del interior. ¡Esa y no otra es la tarea del periodista!

En consecuencia es lícito decir que la falta de solidaridad es un vacío aterrador en nuestra vida común y corriente nacional. Nadie se conduele por nada. Algunos temen perder el sitial que con tantos años han conseguido y les sobrecoge el miedo de no ser ellos el centro de las “noticias”, como si alguien tuviera aquél propósito puntual de meta de sus ambiciones. En mi caso, no soy yo quien planteó los juicios sino Lima Airport Partners y su gerente general Jaime Daly Arbulú cuyo empeño consiste antes que responder las muy serias denuncias contenidas en ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! en meter a la cárcel y escarmentar al modesto periodista que pareciera turbarles el sueño. El silencio de los corderos alimenta la pasión proterva de quienes saben bien que una vez efectuado el zarpazo todo lo que venga a posteriori tiene poco efecto. ¡O ninguno!

Prescindamos del ocasional y muy modesto enjuiciado. ¿No aprehenden los analistas que la locura de encerrar a quien escribe un libro incontestable hasta hoy, inicia el camino sin retorno de apresar, engrilletar, humillar, a todos los que hagan trabajos similares, serios y documentados? Los intelectuales que trabajan por pitanzas al servicio de causas inferiores o coludidos con las organizaciones de nuevos gánsgteres que suman lo que los dólares mandan como guarismos finales, son mercenarios del sistema y son los que usan audios, vídeos, escándalos, coberturas, para continuar gobernando en la opinión pública, no obstante que –el pueblo es más sabio que todos los sabios- los cacos se dan cuenta que la gente ya desconfía de ellos y sus supuestas bondades o sabidurías. De esos no se espera nada. Pero ¿qué hay del resto?

Repitamos con Alfonso Benavides Correa en el extraordinario prólogo que hiciera en el 2005 al libro Las veleidades autocráticas de Simón Bolívar, La usurpación de Guayaquil, tomo I, del embajador Félix C. Calderón:

“¿Será una trágica constante, al cabo de años de apostolado, de no evadir los temas esenciales del drama, luciendo el coraje moral de estar contra los mandarines, tener, sin prensa adicta, un atardecer escéptico por el silenciamiento?”

Nuestras vidas son cantos de vida y esperanza. Vida porque ante la monra innoble de los delincuentes enfrentamos el sublime valor que camina hasta por las alamedas del sacrificio y el apostolado por la victoria de nuestros ideales. Esperanza porque ésta rompe los diques más cerrados y marca los potros de bárbaros Atilas que cantaba César Vallejo. Y aquí estamos como en el comienzo porque las grandes causas no perecen por el miedo.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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