La batuta, y eso es indiscutido, está en las manos, la mente y el corazón de los hermanos Zarza que, con unas ganas casi prepotentes de demostrar a la población de "La 21" -ese conglomerado urbano que se extiende al sur del barrio porteño de Barracas, recostado sobre la orilla del Riachuelo- que existen otras realidades posibles, y con el convencimiento de que el arte es una de las herramientas más útiles para lograrlo, emprendieron el trayecto que hoy, a más de un año de los primeros pasos, tiene su primera parada en la sala de proyecciones.

El espacio, inaugurado hace tres semanas, está construido sobre la casa de mamá Zarza, en la única calle asfaltada del barrio, cuyos costados se bifurcan en todas direcciones marcando los destinos de las casi 25 mil almas que habitan "La 21". El blanco inmaculado de las paredes sólo está roto por las huellas que dejan los chicos, fin de semana tras fin de semana, en su estampida por la escalera que los lleva a la sala. La carrera culmina en alguna de las sillas ubicadas frente a esa otra pared —la del fondo del escenario, ésta sí de un blanco brillante— que oficia de pantalla. Las funciones, gratuitas, comienzan a media tarde. Los primeros en disfrutar de los sábados y domingos de película son los chicos, que intercambian sus lugares con adolescentes y adultos del barrio una vez terminada la primera función.

Para Julio Zarza, uno de los mentores del espacio y profesor del taller de teatro que tiene allí lugar una vez por semana, la importancia de este emprendimiento corre por varias vías. En primer lugar, porque “el ir al cine es algo en lo que dejan de pensar. Ya no se les ocurre con el precio de las entradas. Imaginate una señora que tiene seis hijos, ¿cómo hace para llevarlos a ver una peli?”. Pero además, y éste es el aspecto más destacable del proyecto, tanto él como el resto del grupo consideran que el cine y el arte en general son herramientas que permiten trabajar diferentes temáticas con vecinos acostumbrados a la monotonía del entorno.

Si por un lado les abren las puertas para realizar actividades los fines de semana -cosas “que pensaban les eran completamente ajenas por no contar con los recursos para alcanzarlas”-, también les dan la oportunidad de encontrar “facetas de ellos mismos que creían olvidadas o que ni siquiera pensaban que existían”. Es lo que parece sucederles a aquellos que participan del taller de teatro, todos los jueves de 20 a 22. “Cuando la exclusión data de años y años, las esperanzas van desapareciendo. Te puedo asegurar que la gente que vive acá termina creyendo eso que la sociedad ve en ella, terminan pensando que realmente son una mierda. El arte permite que ver otra cosa, permite el renacimiento de las esperanzas”, argumenta el profesor.

Además, Fraternidad del Sur funciona como un punto de conexión entre los chicos. A Julio, de 29 años, le preocupa el aislamiento que hoy se vive en el barrio y lo compara con sus tiempos de niñez, cuando entraban y salían micros que llevaban a los chicos a las colonias y a la escuela: “Ahí nos íbamos conociendo entre los pibes, íbamos haciendo amigos. Hoy no pasa eso, los chicos no se conocen y cada uno está defendiendo tu terreno”.

La magia arrancó con la inauguración de la sala y toma cuerpo en el amplio salón pero también sobre el escenario enmarcado en pesados telones rojos. “La respuesta de la gente nunca deja de sorprender. Yo, que pensaba que cuando les explicara los ejercicios de relajación con los que arranco la clase me iban a sacar a patadas, y no. ‘Esta buenísimo. Entro a acá y me olvido de todo’, me dicen -explica aún incrédulo Julio- Ahí es donde confirmamos todo lo que pensábamos cuando creamos todo esto”.

Hoy son un grupo de 15 personas de entre 14 y 26 años. “Tuve que cerrar el cupo porque ya son muchos para un solo profe”, le explica Julio a Agencia NAN, justo después de prometerle a un vecino que tendría un lugar “solo porque sos vos”. Momentos después, esa misma cara que prometió estar “ahí” el próximo jueves apareció en los trailers de las películas que se filmaron en el barrio: La 21 Barracas, con idea y producción de Nidia Zarza, la hermana de Julio y -según él- “verdadera impulsora del proyecto”; y Villa, producida y realizada por el director Enzio Massa.

El camino en las artes audiovisuales de la hermana mayor de la familia comenzó cuando tejió redes y golpeó puertas hasta poder reunir el equipo y los recursos necesarios para poner en marcha su primer proyecto: “Empezó con la idea de contar la realidad de las villas de la ciudad de Buenos Aires a través de su gente y, sin darse cuenta, terminó relatando su propia historia”, apuntó su hermano sobre Villera soy, el largometraje que Nidia estrenó en 2007. Ambas ficciones fueron protagonizadas por vecinos -muchos integran hoy el grupo de teatro; los otros nunca faltan a la cita de cine- que cuentan historias sobre la realidad cotidiana que los empantana, un ambiente tan viscoso y pesado como las aguas del Riachuelo que mojan algunas de sus casas.

Nidia llevó la idea al grupo de estudiantes de cine que coordina el director y presidente de la organización social SOS Discriminación, Víctor Ramos, pero reservó el protagonismo de ser las voces del documental a los habitantes de los barrios. “La primer experiencia fue tan gratificante que decidimos apostar a más”, explicó su hermano. Así, Villera soy fue el germen de los siguientes pasos de Nidia, pero ya no sola sino con la ya constituida Asociación Fraternidad del Sur.

“Es importantísimo que se sepa que no todo es droga, violencia y muerte en las villas. A cualquier persona ajena al barrio que le preguntes por la Villa 21 te va a contestar: ‘Ah, sí, donde aparecieron esos cinco cadáveres’. No somos sólo eso”, aseguró Julio, mientras acomodaba las sillas, una al lado de la otra, media hora antes de que llegaran los chicos. Oscar, de 13 años, que ayudaba en la tarea, aprovechó una escapada del profe de teatro y susurró como si fuera un secreto. “Tiene razón, es difícil vivir acá, pero más difícil es vivir afuera, siendo de acá”.

Nunca menos de treinta personas acuden cada sábado y domingo a las funciones, que fueron haciéndose conocidas entre los pasillos de boca en boca y por volantes que los mismos integrantes del grupo pegaron en los kioscos. “Es poquito lo que les damos, pero por lo menos es algo distinto. La idea es seguir creciendo y agregar otras actividades”. Como si eso fuera poco.

Nota publicada por la Agencia NAN (http://agencianan.blogspot.com/)