Como los anteriores, Gustav e Ike, Paloma halló a un pueblo alerta, disciplinado y con el ánimo combativo en alto para acometer de inmediato las tareas de reconstrucción.

Quiso la coincidencia que el meteoro irrumpiera por Santa Cruz del Sur, precisamente la víspera de la catástrofe ocurrida 76 años atrás, cuando un fenómeno similar ocasionó la muerte de más de tres mil cubanos en esa región.

Esta vez el resultado fue diferente, porque el agua del mar irrumpió con furia destructiva casi dos kilómetros tierra adentro, según reportes locales.

La evacuación de unas 13 mil personas evitó que allí se replicara el saldo nefasto de víctimas (más de tres mil) del año 1932, gracias a la organización de la Defensa Civil, la disciplina ciudadana y la oportuna actuación de las entidades partidarias y estatales.

Es ese un ejemplo que tipifica los vigentes tiempos en Cuba, donde la preservación de la vida humana y la atención a la familia por parte del Estado y las organizaciones políticas y sociales alcanza a todos por igual, realidad puesta a prueba por la naturaleza y reconocida por prestigiosas entidades internacionales.

Como en otras comunidades seriamente damnificadas por Gustav y Ike, las zonas afectadas ahora por Paloma, que también lo fueron antes, saben de la solidaridad activa de sus compatriotas, alistados para auxiliar al centro oriental del país.

La acción combinada de combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, volcados a la protección ciudadana, volvió a resultar factor decisivo en la prevención. Ahora están afanados en las urgentes tareas reconstructivas para alcanzar lo antes posible el restablecimiento de condiciones normales.

En ese empeño se movilizaron igualmente el Partido Comunista de Cuba, las entidades estatales, la Unión de Jóvenes Comunistas, los sindicatos y los Comités de Defensa de la Revolución y otras organizaciones del país, la mirada y la acción conjugadas en voluntad indestructible: ¡todos a una!

Tampoco ahora habrá tiempo para lamentos. La tierra clama por los brazos renovadores de esperanzas. Los techos y los hogares destruidos han de ser levantados nuevamente. El agua ha de volver a los cauces, y aunque la naturaleza se ensañe en afanes violentos, nada podrá quebrantar la unidad, sólidamente forjada en 50 años de victoriosa Revolución.

Agencia Cubana de Noticias