Para qué un papel firmado si basta con la palabra? ¡Taiticu, serás de palabra!”, decían los abuelos. Con la palabra era suficiente para sellar tratos y contratos. Hasta hace poco dar la palabra, era cuestión de dignidad y de honor, era dar por realizado un acuerdo. Faltar a ella era sinónimo de vergüenza y traición.

Del dicho al hecho hay mucho trecho, reza el dicho popular. En los intrincados vericuetos de la política ecuatoriana, y más precisamente en los tejes y manejes de la clase política tradicional, no cumplir con la palabra empeñada ha sido siempre una constante, pues aquellos gobernantes más apegados a defender sus intereses particulares y de grupo, violaron reiteradamente la Carta Magna, la Palabra Mayor, es decir la Constitución, para concentrar el poder político y económico en pocas manos. Recurrieron a un discurso demagógico, mesiánico, tecnócrata, académico o de tarima populista, hasta captar votos a sabiendas de que sus promesas nunca habrían de hacerse efectivas. Es por eso que el pueblo ecuatoriano, con el Presidente Rafael Correa, les ha dado su carta de defunción a la Partidocracia y sus adláteres de la bancocracia, con un rotundo Sí, (64%) a la nueva Constitución redactada en Montecristi.

De aquí en adelante, ¿qué le toca al ciudadano ecuatoriano? Cumplir y hacer cumplir los derechos constitucionales. La voluntad popular no ha entregado un cheque en blanco a Rafael Correa y al Movimiento PAIS. Hoy más que nunca se debe sentar un precedente: ¡En el Ecuador la palabra empeñada es sagrada y se cumple a rajatabla!

No sería de extrañarse que las fuerzas reaccionarias y retardatarias de la derecha corrupta decadente, al ver como pierden sus privilegios, trate por otros medios de crear escenarios de conflictividad para que el pueblo se vuelque a las calles para luego culpar a quienes históricamente hemos estado del lado de las luchas y las causas populares.

Las plazas y las calles han sido el escenario donde se ha definido el destino de nuestro país, fue allí donde Bucaram, Mahuad y Gutiérrez salieron de Carondelet con el rabo entre las piernas, precisamente por haber faltado a su palabra, por haber jugado con la esperanza del pueblo.

Hay que hacerlo juntos, pero no revueltos, como dice el dicho, porque los revolucionarios no hemos abjurado de nuestras convicciones. Es en las plazas y calles, en donde seguiremos luchando para hacer cumplir los postulados de la nueva Constitución empezando por el acceso a la educación y la salud gratuita.

¡Taiticu Rafico Correa, serás de palabra!, como decían los abuelos; no es una amenaza ni una advertencia, solo un recuerdito de los mandantes que vos mismo dices que somos en el informe de los sábados.