La presentación televisada que generosamente acogiera César Hildebrandt el domingo en El perro del hortelano ha producido uno que otro soponcio, sucesivas series de cagantinas verdes (esas de que hablaba Gabriel García Márquez) y el nerviosismo militante de los abogángsteres que también tienen derecho a velar por los intereses de quienes contratan sus servicios mercenarios. En efecto y según testimonios in situ los sicarios de la concesionaria de un aeropuerto de capital latinoamericana estuvieron como locos presionando a la jueza e impulsando capturas y prisiones a granel, como si el solo imperio del dinero ilícito fuera razón suficiente para “convencer” a magistrados que saben –o deben saber hacerlo- cumplir con el debido proceso. Lo cierto es que han afirmado que el suscrito “sigue despotricando”.

¿Qué se dijo en el espacio que dirige Hildebrandt? Pocas y puntuales precisiones que detallo para mejor conocimiento.

Se puso a disposición de la Fiscal de la Nación, Gladys Echaíz y de la ministra de Justicia, Rosario Fernández, el contenido del libro ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! http://www.voltairenet.org/article148321.html
para que las correctas funcionarias, de oficio, por las denuncias que en este manual se detallan, ordenen un informe sobre un tema que corresponde al patrimonio de 28 millones de peruanos. Los aeropuertos sólo han sido dados –casi siempre muy mal- en concesión, no son, en modo alguno, obsequio o pitanza cedida a empresas anémicas de prestigio, experiencia o trayectoria. ¿Qué mejor forma de enterarse de la seriedad del estudio, de la validez de la documentación probatoria y pública que el escrutinio que estas entidades debieron hacer desde que apareció entre mayo-junio del 2007, el manual ¡Estafa!?

Afirmé, además, que el genuino periodismo de investigación tiene que ser escrudiñado al milímetro. Dije también que en lugar de empujar patrañas de juicios ridículos, por vanidades y ¡quítame estas pajas! el asalariado –y también, según nos cuentan, hecho un saco de nervios- mayor de la concesionaria debiera estar porque este afán se cumpliera. De tal manera que cualquier juicio tenga el basamento de una investigación seria y con las herramientas autónomas y eficientes de que puede premunir la Fiscalía Anticorrupción. Si hay mentiras, hay que castigarlas y si hay estafas y robos, también y los fautores ¡a la cárcel!

Informé al público televidente de cómo es que estamos en plena confección de la segunda edición popular, corregida, aumentada y actualizada de ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! y que este anuncio se hacía para noticiar por si las casualidades, nuevos juicios o más querellas generan demoras, censuras, prohibiciones y bajo el prisma vergonzoso del terror a que el pueblo siga conociendo la verdad de una de las grandes estafas cometidas en su perjuicio en el último decenio. Encarcelar o –eventualmente- desaparecer al mensajero o periodista investigador, no enerva ni golpea el conjunto de contenidos de sólida presentación documentaria sino que apuntan, con nombre y apellido, hacia individuos que por razones que no son nuestras, están muy inquietos y apesadumbrados.

Por último e inquirido por Hildebrandt emplacé al capitoste vanidoso de la concesionaria a que explique al país cómo es que el Aeropuerto Jorge Chávez es una coladera para el narcotráfico y cómo es que empleados de su empresa siguen presos ¡preciso es decirlo! por una acción de esta naturaleza e ilícita comisión. Si la Policía Nacional del Perú afirma –y lo ha hecho públicamente- que apenas captura el 10% del narcotráfico que asciende a 4 toneladas, quiere decir que hay ¡36! que producen réditos, ganancias y configuran un paraíso en que comerciantes criminales hacen de las suyas. La pregunta es: ¿tan fácil y tan simple y la concesionaria no puede hasta hoy dar una explicación convincente al país? ¡Qué desverguenza!

Las grandes causas no perecen por el miedo o porque los negros Atilas de saco y corbata, mostacho ridículo y honradez nula, estén seis horas al día presionando en los tribunales a secretarios y jueces que saben muy bien quiénes son estos y a qué intereses represores responden. En ese canto libertario y de protesta nos mantenemos y de allí no nos movemos. Felizmente el programa de Hildebrandt ha logrado calar en inmensas capas ciudadanas que ahora conocen mucho más un tema que como el Aeropuerto Jorge Chávez merece un muy crítico y severo análisis por parte de la Fiscalía Anticorrupción, de la Contraloría General de la República, del Congreso, de la sociedad en su conjunto. Y, felizmente El Comercio y Perú 21 también lo han entendido así y por eso han publicado información importante. Amén.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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