Ese empresariado que acumuló extraordinarias ganancias por la buena temporada, es el mismo que hoy ante el presagio de las primeras sombras que proyecta la crisis, muestra una vez más, como tantas en nuestra historia, su acostumbrada “sensibilidad social”, advirtiendo sobre la posibilidad de despidos, suspensiones y cierre de las fuentes laborales.

En estos días, cuando transitamos el mes de noviembre y todavía no comenzó la temporada, los titulares del sector, amparados en la situación, hacen la más fácil, la de siempre. Preservan antes que nada sus bolsillos sin tomar en cuenta que los que pagarán los efectos de la crisis otra vez son los trabajadores que perderán su fuente de ingresos. Los mismos trabajadores que contribuyeron a que el año pasado los números cerraran con suculentas ganancias acumuladas en pocas manos.

Las voces del rubro ya se hacen escuchar en tono de catástrofe:
“Por culpa de la crisis y la merma de turistas en 60 días cerraron 300 restaurantes”.
“La demanda en el sector cayó un 20 por ciento”.
“En los principales centros turísticos del país las mermas en las reservas oscilan entre un 20 y un 40 por ciento”.
“El Foro Multisectorial de Turismo, Hotelería y Gastronomía se reunió para crear un comité de crisis”.

¿Estará preocupado este Foro Multisectorial por todos los trabajadores que ya perdieron su fuente laboral?

¿Aparecerá desde el gobierno nacional alguna medida que ponga freno a la “solución” del despido y las suspensiones para paliar la crisis?

¿Comprenderá el empresariado nacional que hay gente a la que le toca perder desde siempre y no conoce los tiempos de bonanza?

En esa crónica que nos tocaba escribir el año pasado, nosotros intentábamos ponernos en la piel del hombre que padecía la bronca de no tener un mango para cambiar de aire, él que una vez más debía postergar el sueño de que sus pibes conozcan el mar. Hablábamos de ese hombre y de tantos millones que como él no conocen las vacaciones. Los que a duras penas, peleándola, llegan a fin de mes, alcanzan a comer, a pagar el alquiler, los impuestos y algún remedio.

Ellos, las mayorías, ni se enteraron de los buenos tiempos que tanto festejaba el empresariado relacionado con el turismo desde la televisión.

Por esa razón nos preguntábamos qué porcentaje de la población celebraba y cuántos eran los que masticaban la bronca de no poder.

Nada cambió (cuando se decía que las cosas andaban bien) en el país de la diarrea estival, el que no accede al agua potable ni a las cloacas, el que está expuesto a la deshidratación y otras pestes que arrastra el calor, el de las familias numerosas que viven hacinadas...

Ese país, nunca se enteró de que hubo un tiempo de continuo crecimiento.

Ni una moneda de ese crecimiento mejoró sus vidas.

Ellos son siempre la parte más delgada del hilo, los dueños de las espaldas condenadas a sostener las crisis.

Nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo (www.pelotadetrapo.org.ar)