por Javier Lajo Lazo, javierlajo@hotmail.com

En septiembre del año pasado fui invitado por mi hermano Shayri Quimbo de la comunidad de Peguche, nación Otavalo, al “6to Encuentro del Cóndor y el Águila”. El proyecto ya me había sido anticipado por otros hermanos Otavalos, finalmente Shayri logro hacerlo realidad con muchas limitaciones, económicas principalmente, pero lo importante es que no él no dejo que el proyecto muriera y desapareciera ese “sueño” del anciano sabio que vio en su sueño como un Águila del norte volaba junto al Cóndor del sur, en una clara alegoría de las alianzas que debería haber entre las naciones indígenas del norte con las del sur. Ahora en este año del 2008, se esta organizando y gracias a la gestión del Embajador boliviano en Ecuador el Hno. Javier Zarate y con el apoyo de la Comunidad Andina, el Séptimo Encuentro del Cóndor y el Águila en Bolivia, en la ciudad sagrada de Tiwanaku y al amparo del gobierno del Presidente Evo Morales. Nosotros como siempre estamos aportando nuestro granito de arena para que todo salga bien.

Todo este comentario viene al caso porque hace pocas semanas estuve en Cusco y tuve el privilegio de cerciorarme de que estos encuentros entre águilas y cóndores, datan de muchos años atrás, tal vez miles de años y seguro que su significado sea, no solo referido a estos tiempos difíciles de desequilibrio global y de calentamiento atmosférico, sino que tenga que ver con “misiones” o “tareas”, muy concretas que tengan que realizar los pueblos indígenas del sur y del norte; obviamos hablar del Centro porque consideramos que es pues la “cintura” donde se dará este encuentro secular, milenario trascendental para la humanidad. Y ¿Porqué se nos vienen estas ideas un tanto mesiánicas?, bueno, la única manera de comentar esto es presentando las imágenes que hemos encontrado en este nuestro ultimo viaje al Cusco milenario.

Este es el tramo del Qhapaq Ñan que sale del Cusco hacia el Antisuyu, o sea hacia Paucartambo y mas allá, al lado derecho, se encuentra lo que se conoce como “Templo de la Luna” o el “Amaru Machay”, de donde nos dicen las crónicas y la tradición que era el sitio donde vivía o donde Amaru Inka Yupanqui, hermano de Pachakutic ejercía su sacerdocio y su enseñanza, en la siguiente foto se aprecia la pequeña colina, en cuya base o terraplén contiguo, el INC viene realizando excavaciones de limpieza y reconstrucción, por eso hay unas cintas amarillas de contención y una pequeña caseta de calamina; veamos.

Este Monumento ahora tiene un cuidante permanente, y que hace muy bien en controlar lo que turistas y visitantes hacen en el lugar, se debe tener mucho cuidado en conservar lo que queda de aquellos signos o “indicadores” que nos dejaron nuestros antepasados con la intención de alertarnos de algo trascendental para la humanidad entera. Allí subiendo esa especie de grandes escalones irregulares apegado a la pared de piedra, y luego de una puerta, que los místicos y esotéricos le llaman “Puerta trans-dimensional” (ver siguiente foto); a media altura esta el “Amaru Machay”, esta gruta maravillosa, que milagrosamente no ha sido tomada por alguna capilla mariana, pero que ha tenido que soportar el cincelamiento de las poderosas serpientes o “Amarus” que adornaban su entrada, las heridas y cicatrices están clarísimas y dibujan las sierpes más que sus originales, están allí llorando las piedras aún ese ensañamiento de los extirpadores ignorantes. Pero lo que les quiero enseñar es algo mucho más simbólico.

Encimando la colina, se encuentra casi en su cúspide más importante, una escultura, o los restos de una escultura horriblemente mutilados, que nuestros ojos no podían creer:

Allí están los restos de un águila, que se distingue por sus alas de cazadora encorvadas hacia atrás, un cóndor con sus alas con sus puntas hacia delante, como saben volar los cóndores andinos, y ambos con sus séquitos de pumas y amarus; todo un escenario para un desciframiento que no nos atrevemos a realizar, pues su significado milenario, como lo repetimos, si esta allí en ese lugar sagrado del Cusco, es para significar algo sagrado que tiene que ver con el futuro de la humanidad. Debo además indicar que este monumento queda dentro del parque arqueológico de Sacsayhuaman.

Este asunto del Águila y el Cóndor, no es pues solo una profecía siguiendo el sueño de un sabio amauta del norte, no; es un tema muy importante de la enseñanza de este Oráculo y Templo del Amaru Machay de los Inkas del Qosqo, cuestiones trascendentales del Amaru, aquella sierpe mitológica que cuida la vida sobre la tierra.

Pero esta no fue nuestra única sorpresa, revelación y misterio, mirando de allí arriba de la colina y hacia abajo, en la pampita que están limpiando los arqueólogos del INC, han quedado al descubierto algunos cuartos y recintos que se pueden tipificar rápidamente, como lugares propios para el culto y la enseñanza, los procedimientos de la sabiduría milenaria, allí ya al descubierto, como para que nadie los pueda mover y escoltando la puerta principal de aquel recinto sagrado, dos enormes rocas de piedra negra, que destacan de las piedras de construcción que son de color café o pardas, una la de la derecha del observador: Cuadrada y la otra la de la izquierda Circular; ambas hechas para ser vistas solo la mitad y como es notorio a cada lado de una puerta principal.

La “Paridad” andina, la que observamos en Amantaní, en Macchu Picchu y muchos otros sitios sagrados del Qhapaq Ñan, pero esta vez los maestros, tal vez el mismo Amaru Inka Yupanqui y su hermano Pachakutik, fueron más didácticos, mas explícitos en su pedagogía. Evidente santo y seña de nuestros maestros milenarios de la Qhapaq Kuna, saludo y signos que nos dejaron para que sepamos que vamos bien y que debemos apurar nuestro entendimiento, porque se vienen días difíciles para la humanidad.

Sea este un saludo y adelanto para lo que será el Séptimo Encuentro del Cóndor y el Águila en el altiplano boliviano, que será un encuentro de sabiduría, pero también de nuestra fe profunda en las bondades de la Pachamama, y que la vida seguirá siendo amada, guardada y vigilada, a pesar de las vanidades y soberbias de nuestro género humano.