Permítame aclararle Sr. Presidente Constitucional de la República del Ecuador Rafael Correa, a riesgo de parecerle de izquierda infantil, que no soy correísta, a pesar de que he apoyado ciertas acciones de su gobierno.

Hablando morochamente, por estos días me he sentido... ¿cómo le diré? un chance cabreado, sobre todo porque en sus informes sabatinos, de un tiempo a esta parte, hace gala de soberbia, prepotencia, arrogancia y vanidad.

Permítame, su excelencia, plantearle una interrogante: ¿Cree usted que por tener el favor del pueblo es el nuevo dueño del país? Tal vez por ello, a quienes disentimos con usted en temas trascendentales de nuestro país, nos tilda de izquierda infantil, escudado en haber ganado cinco contiendas electorales consecutivas.

Remarca en lo de infantil, como si la infancia fuese la peor etapa del ser humano. Me temo que en su mentalidad de economista, no hay cabida para lo que se llama Psicología Infantil. Permítame, Sr. Presidente, a riesgo de parecerle de izquierda infantil, recordarle que la infancia es una de las etapas más bellas del ser humano pues es allí donde se imagina, se fantasea, se construyen los sueños y se forma la personalidad del ser humano, para que lo sepa.

Permítame Sr. Presidente, a riesgo de parecerle de izquierda infantil, que no me he tragado el cuento de la llamada “Revolución Ciudadana” y el “Socialismo del Siglo XXI”, pues no se puede hacer una verdadera revolución con parches, con recetas revisionistas, reformistas y socialdemócratas; con las viejas prácticas de la partidocracia y gobernando con una camarilla de aduladores socialcristianos, roldocistas, gutierristas y prianistas.

No se puede hacer una verdadera revolución sobre las bases del capitalismo, o sea sin abolir la propiedad privada. Si pensar así me hace de izquierda infantil, pues ¡Soy de izquierda infantil!

Su soberbia y vanidad le hace minimizar a quienes lo apoyan, pero, cuidado Sr. Presidente, el pueblo no le ha investido de monarca para que se crea amo y señor de nuestra tierra.

Sepa usted, Señor Presidente, que las organizaciones de estudiantes como la FEUE y la FESE, el Movimiento indígena agrupado en al CONAIE y en la ECUARUNARI (no de corifeos como la FENOCIN), a quienes usted deprecia, tienen una trayectoria histórica, y hablando francamente, no quisiera que corriera con la misma suerte del loco que ama, el armonioso de Harvard y el mejillón Lucio Gutiérrez.

Sí, soy de izquierda infantil porque no estoy de acuerdo que a nombre de la cacareada revolución ciudadana de académicos de Ruptura de los 25 y Alianza País, violen sistemáticamente (como en el pasado al que dicen combatir) la nueva Constitución.

Sí, soy de izquierda infantil porque no creo que la minería sea la panacea para resolver los problemas del Ecuador pues, como dice el dicho, será: “ Pan para hoy y hambre para mañana”.

Sí, soy de izquierda infantil porque su sacrosanto proyecto de la ley minera excluye a los pueblos y nacionalidades, quienes se verán directamente afectados por la explotación minera a mansalva, contaminando el agua y el medio ambiente.

Sí, soy de izquierda infantil porque denosto aquello que, parodiando a Georges Bush y su guerra preventiva, parece ser su lema de estos días: “El que no está conmigo está contra mí”.