Desde la infancia quise ser alguien en la vida. Los mayores me decían que solo el estudio me permitiría serlo; que solo el estudio me permitiría no ser maltratado por la sociedad”, asevera Dicson Sosa.

Su voz casi podría definirlo: serena, grave (un tono más grueso de lo normal), pausada (piensa antes de hablar), decidida (mira directamente a los ojos mientras conversa y sus brazos se mueven lentamente, abriendo las palmas de las manos).

“Entonces me consagré al estudio. En el colegio decidí ser médico y abogado. Esa era mi meta, no había vuelta atrás”.

Sí, se consagró al estudio, al tiempo que trabajaba como lustrabotas, cobrador de buses y mesero, pues debía ayudar con algunos centavos para el pan del hogar, mantenido por su madre a base de cariño y virtudes de ejemplo.

“Somos tres hermanos varones, yo soy el último de ellos (tengo, además, una hermana mayor, Lucía, que en la actualidad es prefecta de Esmeraldas). Mis dos hermanos escogieron la profesión de nuestro padre: chofer. Pero a mí nunca me gustó el volante; repito: quería ser alguien en la vida, algo más…”

Por ello, al finalizar el colegio y sin tener un sucre en los bolsillos (su riqueza estaba compuesta de una inquebrantable voluntad), decidió irse a Quito a estudiar Medicina. Su hermana Lucía, maestra y dirigente social, lo apoyó materialmente, a pesar de que su sueldo en el magisterio no permitía grandes hazañas económicas.

“Mi madre, y posteriormente mi hermana, fueron quienes me enseñaron los primeros valores de la vida: el humanismo, la solidaridad, el respeto y la honestidad. Yo apliqué estos valores a mi propia existencia: resolví ser médico por vocación y mística de servicio; no concibo a médicos que lucren de la medicina; no concibo a colegas que mercantilicen a esta profesión; al contrario, la medicina es un apostolado de servicio a la humanidad, sin distingos de nada”.

En Quito estudió hasta tercer año. Luego se trasladó a Guayaquil para continuar con su carrera: “A pesar del apoyo económico de mi hermana, este no me alcanzaba para solventar mis gastos, por eso decidí ir a la Costa, donde es más fácil encontrar trabajo mientras uno estudia”. Y así, desde cuarto año de medicina, trabajó haciendo guardia en las noches en el Hospital Luis Vernaza… Así, hasta que se graduó de médico general y cirujano.

Dicson Sosa hizo el internado en Portoviejo, la extramural en Bahía de Caráquez y la rural, de nuevo en la capital manabita.

“Luego regresé a Esmeraldas, por el pedido de mi madre; Lucía, mi hermana, mi protectora, fue parte de una huelga de hambre de maestros, allá por el año 1993. Como médico, me hice cargo de los 22 huelguistas, por 26 días que duró la medida de hecho. A partir de allí, me proclamaron como el médico de las huelgas de hambre del magisterio de Esmeraldas. Desde 1993 hasta el 2008 he estado al frente de la parte médica en siete huelgas de hambre. Al respecto, yo siempre le digo a quien va a tomar esa decisión, que en sus convicciones de principios e ideales está su fortaleza física y espiritual. En todas las huelgas de hambre que atendí, di el alta médica a sólo cinco personas (por el deterioro de su estado físico y su extrema deshidratación), con los demás cumplimos el cometido…”

El médico oficial de las huelgas de hambre del magisterio de Esmeraldas estaba de vuelta a su terruño. Pronto encontró trabajo en el hospital Delfina Torres de Concha y después en el hospital del Seguro Social, donde estuvo cerca de cinco años. Luego volvió, otra vez, al hospital Delfina Torres, hasta que la vida, implacable diseñadora de escenarios, invitó al doctor Dicson Sosa a desenvolverse en él…

“Regresé al hospital Delfina Torres de Concha, pero renuncié porque estaba finalizando mi tesis en Jurisprudencia: soy también Abogado de los tribunales y juzgados de la República y tengo, además, un diplomado de la Universidad Bolivariana de Chile, en Reforma Procesal Penal (de nuevo el estudio, aquella herramienta que permite cambiar eso que llamamos destino; o, al menos, transitar sus laberintos hasta encontrar la salida: la consagración de los ideales). Poco tiempo después, cuando Ernesto Estupiñán, militante del Movimiento Popular Democrático (MPD), ganó la alcaldía de Esmeraldas, me propuso hacerme cargo de la Dirección de Higiene de la Municipalidad”.

Allí empieza otra historia de servicio a la comunidad: “Esmeraldas era un estercolero, tenía más de 19 mil toneladas de basura, pero en seis meses pude controlar la emergencia sanitaria e iniciar un proceso sin precedentes de limpieza e higiene en el cantón. Por este trabajo, fui invitado por el Gobierno de Suecia a participar de una serie de conferencias internacionales”.

Aquel período fue bonanza de cambios en Esmeraldas, en todos los niveles: desde el político hasta el cultural, pasando por la educación, la salud, la vialidad y el medio ambiente. Los pobladores sintieron el coraje de la esperanza (la esperanza de vivir con dignidad), y participaron activamente del proceso de transformación social.

El trabajo, en este sentido, no dio tiempo para el asombro: Lucía Sosa, hermana de nuestro personaje, ganó la prefectura de Esmeraldas, también como representante del MPD, y le propuso a Dicson, en base a los resultados alcanzados en la Dirección de Higiene y su incuestionable desarrollo profesional, la dirección del Patronato del Gobierno Provincial.

“Parece que estoy predestinado para empezar desde cero: en el subsuelo del edificio de la Prefectura, donde hoy funcionan las oficinas del Patronato, existían miles de murciélagos, estaban asentadas aguas putrefactas, vector principal del paludismo en el centro de la ciudad… Era un horror. Pero yo enfrento las cosas con entereza y decisión, más aún si esta labor beneficia a toda una provincia, olvidada por más de 40 años por administraciones corruptas. Hoy, el Patronato es una institución que da atención a los ocho cantones de la provincia; que ha atendido a miles y miles de esmeraldeños; que tiene un cuerpo médico de lujo, con verdaderos especialistas en la materia; que se enfoca en la medicina curativa, pero, sobre todo, en la preventiva; que está próximo a inaugurar la sala de Observación o Clínica del Día, y la del Pabellón de Ecosonagrafía…”

Dicson Sosa tiene 45 años, se considera, ante todo, un humanista: “Me gusta analizar la política, sus convicciones… Mi legado de servicio social lo efectúo mediante mis profesiones: la medicina y la jurisprudencia…”

“La vida pasa rápido y hay que aprovecharla: ayer servía un plato de fritada, hoy soy Director del Patronato del Gobierno Provincial. Quise ser alguien en la vida y lo logré…”

Ya no se escucha su voz. Pero sus ojos continúan mirando fijamente; sus manos están entrecruzadas…