El triunfo de la Revolución fue el acontecimiento que cambió la vida de familias como la de Eleodoro y marcó el rumbo de la población rural cubana hacia la justicia, la igualdad y los derechos.

La precaria situación denunciada por Fidel Castro en su alegato La Historia me Absolverá, fue una de las prioridades del Estado naciente, de ahí que solo pocos meses después de la victoria, el 17 de mayo de 1959, se dictaba la Primera Ley de Reforma Agraria.

Con la entrega por el Comandante en Jefe de los primeros títulos de propiedad, comenzaba un proceso de transformaciones que se prolonga hasta hoy.

Atrás quedaban la miseria, los contratos y pagos de renta, los desalojos y la vida en el camino real con el acoso perenne de la guardia rural; porque el 80 por ciento de las mejores tierras cubanas estaba en manos de compañías norteamericanas.

Aquella primera Ley le dijo adiós al latifundio cuando nacionalizó todas las propiedades de más de 420 hectáreas de extensión, mientras que una Segunda Ley de Reforma Agraria, en 1963, redujo a 66 las hectáreas como máximo, y fue el segundo golpe demoledor a la burguesía agraria.

A partir de entonces comienza a labrarse un camino de independencia económica, de consolidación de la alianza de obreros y campesinos y de saltos cualitativos como la erradicación del analfabetismo y las garantías de plena y gratuita asistencia médica.

Los programas sociales llegaron a montañas y llanos: posibilitaron la elevación de la calidad de vida de sus habitantes, el incremento de su nivel escolar y la creación de un régimen de seguridad social para su protección ante enfermedades, accidentes o maternidad.

El paso del tiempo demandó otros cambios como la creación de las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y de Crédito y Servicios (CCS), con nuevas concepciones sobre el uso de la tierra.

A la par, los hombres y mujeres del campo se beneficiaron con el surgimiento de más de mil nuevas comunidades, instalaciones sociales, electrificación e introducción masiva de equipos electrodomésticos.

Hoy Cuba muestra empleo total en la rama agrícola e índices de asistencia social a la altura de las más desarrolladas naciones.

El uso de alternativas como las celdas fotovoltaicas, garantizan el acceso de más de 400 mil habitantes de las serranías a modernas salas de video y televisión en lugares donde no llega el tendido eléctrico.

Las escuelas de esos territorios tienen medios audiovisuales y computadoras a disposición de los alumnos, mientras miles de médicos y enfermeras velan por la salud de la población rural.

El campesino cubano de hoy no difiere en derechos al trabajador de ningún otro sector, por eso miles de familias vuelven su mirada al campo y optan por la última variante agraria creada por la Revolución: la entrega de tierras ociosas para incrementar la producción de alimentos.

Agencia Cubana de Noticias