Como es sabido, la dirección de la OTAN de forma automática expresó su apoyo al Gobierno georgiano y suspendió todos los contactos militares con Moscú, sin haber establecido o al menos intentado investigar, las causas que ocasionaron el conflicto y desvelar cuál fue el país responsable del conflicto.

Incluso, el secretario general de la OTAN Jaap de Hoop Scheffer declaró que la alianza no desarrollará ningún tipo de cooperación con Rusia mientras que Moscú no retire sus tropas de los territorios de Abjasia y Osetia del Sur.

Posteriormente, el funcionario modificó un poco su postura al decir que la OTAN restablecerá las relaciones con Moscú, pero que éstas ya no serán como antes.

Constatar que las relaciones entre la OTAN y Rusia siempre han sido complicadas ya no es noticia.

En muchas ocasiones, tanto Moscú como Bruselas han expresado de todas las formas su inconformidad por el estado de sus relaciones.

En la sede de la OTAN molesta al máximo el categórico rechazo de la élite política y militar rusa a los planes de invitar a Ucrania y Georgia a participar en el Plan de Acción de Adhesión a la OTAN (MAP), paso previo a la incorporación de esos países al bloque militar atlántico.

Según los responsables de la alianza, el ingreso de nuevos países miembros es un asunto interno de la OTAN y Rusia no tiene ningún derecho a imponer vetos.

Al respecto, Moscú argumenta que la alianza, al aceptar nuevos miembros, incumple su palabra, en alusión a garantías pronunciadas durante los procesos que acompañaron la disolución del Pacto de Varsovia y la reunificación de las dos Alemanias.

Concebido por sus promotores como un organismo en el que cada uno de los países actuaría a nombre propio y no en bloque, en el Consejo Rusia-OTAN, bajo la presión de Bruselas, al fin de cuentas se impuso el principio de "solidaridad atlántica" y las cumbres de ese consejo se desarrollaron bajo el formato 26 contra uno (contra Rusia), y bajo esas condiciones fue imposible que se tuviera en cuenta los intereses de las partes.

El apogeo de incomprensión entre Rusia y la OTAN coincidió con el inicio de la agresión emprendida por Georgia contra Osetia del Sur el pasado 8 de agosto. Y aunque la OTAN como organización no tuvo ninguna relación directa con la aventura sangrienta emprendida por el régimen de Tbilisi, en Bruselas debieron ser concientes hacia qué crisis se estaba enfilando la OTAN al apoyar al Gobierno imprevisible de Georgia que preparó la agresión contra la población suroseta durante al menos cinco años.

Para poner en marcha esa guerra, Tbilisi aumentó los gastos militares de 15 millones de dólares a 1.000 millones de dólares, utilizados en la compra de armamento pesado en muchos países de Europa, incluso en países miembros de la OTAN.

Además, el Gobierno georgiano, rechazó categóricamente firmar con Osetia del Sur y Abjasia sendos tratados de no agresión y garantizar la solución de los contenciosos territoriales exclusivamente mediante los medios políticos.

Tras el fracaso de la agresión georgiana contra Osetia del Sur y la exitosa operación emprendida por Rusia para imponer la paz en la zona, Bruselas no sólo suspendió toda la cooperación militar con Moscú, sino que de forma demostrativa apoyó a Georgia y acusó públicamente al Kremlin de ser responsable de todos los males habidos y por haber.

La OTAN envió ayuda humanitaria a Tbilisi, prometió restablecer la capacidad combatida del Ejército georgiano y continuó con el proceso para el ingreso del país caucásico al bloque, pero transcurrido un tiempo relativamente corto, la dirección de la organización atlántica comenzó a cambiar su política.

Por extraño que parezca, hasta el momento la OTAN no ha establecido qué país debe ser reconocido agredido y tampoco ha reconocido cuál fue el Gobierno que se vio obligado a movilizar su Ejército para defender a la población civil y tropas de paz de los ataques de artillería y bombardeos nocturnos contra la capital suroseta Tsjinvali, aunque esto ya no es un secreto para nadie.

A propósito, el presidente de Georgia Mijaíl Saakasvili recientemente reconoció públicamente haber dado la orden de atacar a Tsjinvali cuando la población dormía, y ahora, en Bruselas crearon una comisión para establecer todas las circunstancias de lo ocurrido en el Cáucaso.

Algunos países miembros de la OTAN, entre ellos Bélgica, han declarado que Tbilisi cometió un crimen al agredir Osetia del Sur y exige que Saakashvili sea juzgado por una corte internacional, pero esa postura no es compartida por todos los miembros de la alianza.

A juzgar por ciertos indicios, es notorio que la dirección de la OTAN busca nuevos criterios en su política en el espacio post soviético y en sus relaciones con Moscú.

Según expertos, los nuevos criterios de la OTAN indican que la cooperación con Rusia no tiene alternativa. Bruselas y Moscú tienen amenazas comunes que afrontar, entre ellas el terrorismo internacional, la proliferación de tecnología nuclear y de misiles, el control de armamento, la lucha contra la emigración ilegal, el narcotráfico, la piratería y otros.

Sin renunciar a los planes de aceptar nuevos miembros, entre ellos Ucrania y Georgia, la OTAN debe optar por no forzar ese proceso. En la sede del bloque consideran que la OTAN debe salvar la cara y la promesa pronunciada en Bucarest de que Kíev y Tbilisi serán miembros del bloque, debe permanecer inalterable.

Los expertos consideran que la OTAN debe buscar objetivos y tareas de más peso, por ejemplo, cooperar con los países de Asia Central en la lucha contra el narcotráfico, la guerrilla Talibán y la organización terrorista Al Qaeda en Afganistán que a cada momento arrebata posiciones a las tropas de la coalición internacional que se encuentra dislocada en el territorio afgano.

Además, los expertos aconsejan que la OTAN debe reflexionar sobre potenciar sus relaciones no sólo con Rusia, sino también con India, China y Brasil y países africanos importantes.

La lucha contra el terrorismo, el extremismo religioso y la piratería como demuestran los acontecimientos en Bombay y en golfo de Adén adquieren carácter global.

Sin el apoyo de Moscú, Nueva Delhi, Pekín, Brasilia, El Cairo, Tokio, Tel Aviv, e incluso socios como Kíev, la OTAN no podrá combatir con eficacia esos flagelos.

Para establecer los contactos con estos países la OTAN debe renunciar a su exagerada autoestima y tener en cuenta no sólo sus intereses corporativos sino también los intereses nacionales de otros Estados.

Un paso provechoso sería que la OTAN renuncie a obrar bajo las órdenes de Washington y que tenga en cuenta al Consejo de Seguridad de la ONU, entonces los problemas similares a los que surgieron con Rusia en agosto se pueden evitar.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)