Resultó y resulta nodal para la formación de conciencia y del pensamiento. Se nutre de las tradiciones. La interiorización de las actividades socialmente arraigadas e históricamente desarrolladas es su grado distintivo.

Nos convertimos en sujetos sociales porque nos alimentamos de ella. Porque somos sujetos sociales la alimentamos y la transformamos, a ella.

Pueblos enteros se aferraron a sus costumbres, algunos se fusionaron, otros desaparecieron.
Fue tomando particularidades, sin perder su rasgo colectivo. Fue perdiendo sus marcas específicas por necesidades vampirescas de apropiación.

Formó subjetividades que otra lógica social e ideológica succionó.

Infinitos sueños se forjaron, otros muchos se desvanecieron. Por ella dieron su vida mujeres y hombres. Por ella se erigen lealtades, se generan traiciones.

Se pregona su identidad, se practica el egoísmo. Se rescata lo social, se estimula la individualidad.

Su perfil lo determinan unos pocos que la pautan, la transmiten y definen lo normal con alto
grado de eficacia simbólica.

A ella la colonizaron e intentaron convertirla en una sola. En su nombre se mercantiliza la vida, se explotan los suelos, se devastan subsuelos, se invaden territorios, se expanden las burbujas, se erosiona el planeta. Se mata, indefectiblemente se mata.

Estamos hablando de la hegemonía cultural. Sin olvidarnos de las resistencias.

 Nota publicada en Movimiento Continuo número 4, diciembre de 2008
 Integrante del Observatorio de Medios de la UTPBA