Ostenta Perú el raro privilegio de ser el descampado escenario en que tribus de caníbales políticos que se disfrazan de estudios de abogángsteres, contratan periodistas de dolarizada moralina, políticos débiles mentales que no aciertan ningún análisis, diplomáticos cabeza gacha y un oscurantismo rabioso, se disputan los muñones de negocios y no dudan en destruir el país vía los miedos de comunicación que dicen que es blanco lo que todos entienden, ven y saben que es negro y sucio. Lo revelado anoche por Manuel Dammert sobre el informe en minoría y en torno al asunto de los así llamados “petroaudios” da cuenta cómo nos hemos quedado en la selva en que antropófagos conviven a dentellada limpia.

Si el gas ya fue asegurado por unos fenicios para su exportación sin que importara la imprescindible garantía que existirá aquél para consumo interno y la afirmación de sectores importantes de la industria energética, parece una crónica inverosímil lo narrado anoche por Dammert en El Perro del Hortelano que dirige Hildebrandt.

¿Cómo es que tanto latrocinio no solivianta al país? Los miedos de comunicación en su gran mayoría disimulan todo. Cualquier imbécil sirve para cualquier cosa o cargo. El tema de la Contraloría es vergonzoso ejemplo en que una comisión, gastándose dinero del contribuyente, hace un pésimo trabajo y franquea entonces la puerta a una decisión presidencial mediocre que señala a una especialista en pollos como su postulante. Y aquella no sabe cómo explicar la relación de una empresa con la que guarda ligazón y que va a estar fiscalizada, si llega ¡por ella misma en la CGR!

El máximo jefe militar chileno se da el lujo de calificar cómo fue la entrevista solicitada por su par peruano no ha mucho en Arica. No sólo eso, ahora también aspiran a conocer el detalle de las adquisiciones militares. Como el alma de esclavos es casi una forma de conducta en ciertos segmentos diplomáticos, militares, periodísticos y burocráticos, no llamaría la atención que toda esa reserva imprescindible fuese violentada por los testaferros de causas ajenas infiltrados hasta el tuétano del cuerpo oficial de la nación. Y un grupo de legiferantes va a Chile en fechas en que sólo cabe el recuerdo y la unción en homenaje a los que lucharon por la Patria. Si se preguntara a aquellos si sabían de las efemérides, la encuesta revelaría que el 100% desconocía sobre esos dolorosos e inolvidables pasajes de la historia.

En la selva política que es Perú hay desconyuntadas voces de protesta. La falta de integración de los talentos individuales resiente al país entero. No hay partidos políticos sino taifas proveedoras de burócratas cuyo horizonte reside en las mejores técnicas para asaltar la cosa pública. Sin ideas nacionales o ansias de porvenir el país vive de leyendas, una de las cuales, consiste en la perversa tesis que los peruanos carecemos de memoria. ¡Nada más falso! Lo que sí es verdad es que hay héroes que no lo fueron, mentiras que se hicieron realidad y calles, parques y avenidas llevan el nombre de no pocos miserables que regalaron o traicionaron al Perú.

¿Puede ser eterna esta descomposición que lleva casi el mismo tiempo que toda nuestra historia republicana? El miedo a conocer las traiciones y las ventas en que incurrieron los proditores fabricó en cambio una masiva cantinela llena de fábulas y mitos. Ningún país puede vivir sobre bases jabonosas aunque Perú pareciera desmentir tan elemental deducción lógica.

Apenas comenzando el año bien vale la pena preguntarse con voz enérgica si se continuará siendo parte del hato conformista o se buscará caminos alternativos de liberación. Cada quien puede hacer su examen.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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