La representante federal por la Florida Ileana Ross-Lethinen, ha sido involucrada en el escándalo que mezcla estafa y corrupción del magnate Robert Allen Stanford.
En realidad, la avariciosa conducta de ella es recurrente, si tomamos en cuenta su viejo historial como usufructuaria de la lucrativa industria de la contrarrevolución cubana.
Ross-Lethinen aparece entre varios congresistas beneficiados en sus campañas electorales mediante “donaciones” que suman unos dos millones de dólares, procedentes de entidades y agentes dependientes del multimillonario Allen Stanford, quien acaba de ser localizado por agentes del Buró Federal de Investigaciones de EE.UU.
El Centro para Política Responsable (CPR), que defiende los intereses de contribuyentes norteamericanos, ha precisado los propósitos de quienes hacen llegar dinero y otras prebendas a funcionarios y políticos para comprar votos e influencias.
Es ese un segmento del mercenarismo de cuello blanco, escudado en aparente respetabilidad para acrecentar sus patrimonios a cambio de favorecer proyectos legislativos que nada tienen que ver con necesidades de los electores, y sí con las ganancias de quienes pagan por “favores”.
Allen Stanford, la firma de inversión y el banco que llevan su apellido, fueron demandados por la venta de certificados bancarios por ocho mil millones de dólares, lo cual ha sido calificado como “fraude masivo en curso”. Según la revista especializada Forbes, el investigado ocupa la posición 605 entre las personas más ricas del mundo.
El Diario Las Américas, de Miami, destacó los beneficios monetarios de las referidas relaciones obtenidos por la señora Ross, en tanto comentaristas locales intentan minimizarlos, alegando que “solo fueron unos dos mil dólares...”, en relación con el alto potencial destinado a comprar conciencias políticas.
En realidad, el tráfico de influencias al que tradicionalmente se presta la representante desde su escaño congresional le resulta mucho más lucrativo, al igual que a sus colegas, los hermanos Lincoln y Mario Díaz- Balart, con quienes integra el trío más activo en defensa del fundamentalismo anticubano en Estados Unidos.
Todavía se comenta en Miami los 10 mil dólares que el ex líder republicano de la Cámara Baja, Tom De Lay, le obsequió a Mario para el ilegal financiamiento de su campaña electoral.
De Lay tuvo que renunciar al liderazgo de su partido tras escándalo por corrupción, que incluyó la aceptación de cifras monetarias de varios dígitos procedentes de corporaciones farmacéuticas, a cambio de leyes lucrativas para ellas.
La coincidencia de opiniones políticas a la hora de votar entre De Lay y el trío de los Díaz Balart más la Ross-Lethinen -siempre por encima del 90 por ciento-, evidencia que la solidaridad en el parlamento no fue gratis.
Aunque los congresistas anticubanos fueron se reelegidos en las últimos comicios, la fuerte oposición que afrontaron por parte de rivales de escasos patrimonios e historial publicitario –factores claves en el sistema electoral norteamericano— demostró que su influencia en la vida floridana está en franca decadencia.
La también llamada “loba feroz” ha liderado planes agresivos contra Cuba, dirigió la campaña para retener en Miami al niño Leían González y se ha manifestado siempre a favor de terroristas de la calaña de Luís Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, ambos autores del sabotaje de una nave de Cubana de Aviación en 1976.
El más reciente escándalo en el cual se ha visto envuelta la señora Ross-Lethinen no ha sido el único, sino uno más entre sus muchos actos reveladores de la naturaleza de su conducta delictiva.
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