–Vos le decís a alguien que sepa, que le meta un tiro en la cabeza y listo, ese marginal no asalta más a ninguna viejita –decía mientras le entraba a un triple de jamón y tomate–. Y además no gastamos plata en cárceles, juicios y todas esas tonterías.

–Su tiene razón –intervino Cacho Castaña mientras buscaba otro vaso de tinto–. Una cosa es afanar cantando durante 30 años los mismos temas y otra que te aprieten con un bufoso.

–Además la culpa de la violencia la tienen los demás, porque Marcelo y yo hemos hecho todo lo posible desde nuestros programas, para colaborar con el engrandecimiento del país –acotó Fat Giménez mientras untaba con mostaza una salchichita con panceta.

–Personalmente creo que vivir aquí es peligroso y por eso estoy pensando en irme a mi chacra de Punta del Este, o a mis campos en la Patagonia, donde tengo vecinos como Benetton a quien injustamente critican los mapuches, que seguramente no son argentinos, ni tienen escrituras ni nada –opinó Tinelli, que estaba preparando su nuevo show: Apretando el gatillo fácil por un sueño.

–Comparto lo que dicen todos –señaló un flaco que no sabe si se llama Martín Pells, Mike Amigorena o Gonzalo Echagüe–. Y si no los matan, que por lo menos les corten algo... un dedo... el pichulín... la cabeza, qué sé yo... algo...

–También quiero decir que estoy podrida de que me vinculen con la delincuencia –dijo Susana mientras le daba al vitel toné–. Primero me persiguieron con el Mercedes que estaba estacionado debajo de una parva en el campo... Luego fue lo del Corcho y la guita para el padre Grassi... y ahora con los amigos de Jorge Rama y la compra de jugadores... No te dejan vivir.

–Yo apoyo esta movida –declaró Sandro, que le pedía a sus chicas que tiraran bombachas seis talles menos porque las que tiran ahora, si lo embocan, lo voltean–. Lo único que solicito es que cuando la policía salga a boletear gente lleven a alguien del Incucai.

–Y vos Susana, ¿siempre estuviste con esto de que quien mata debe ser triturado? –preguntó un movilero obsecuente.

–Bueno, siempre no. Cuando Carlitos Monzón tiró por el balcón a su mujer yo no pedí la pena de muerte. Era una situación distinta, ¿viste? –contestó mientras luchaba por una cazuelita de capelletis.

–Lo importante –dijo Moria Casán que estaba cerrando un contrato para una remake de Míster Ed– es que quede claro que los mediáticos tenemos derecho a opinar sobre lo que se nos cante.

–Eso, eso –apoyaron varios–, que los jueces y los especialistas se dediquen a escribir libros que no leen nadie, pero que nos dejen la tele a nosotros. ¿O acaso no es cierto que los mediáticos además ser lindos, ricos y famosos, somos derechos y humanos?

Nota publicada en http://www.acciondigital.com.ar/01-04-09/home.html