¿Alguien de la Sunat puede informar al país, de manera responsable y verídica, a cuánto asciende el monto de impuestos pagados por Dios o sus representantes en Perú? Hasta donde se sabe el concordato firmado entre el Estado Vaticano y Perú, entre gallos y medianoche en 1979, no ha sido ratificado por ningún Congreso, por tanto es un instrumento jurídico que NO tiene validez pero que funciona. Es decir pedirle ayuda a Dios, como lo ha hecho el primer ministro Yehude Simon en alusión a las múltiples desgracias recientes, deviene en un llamado ocioso y a una figura que carece de autoridad porque no cumple con el deber en que sí incurre el resto de la ciudadanía.

Murió el soldado número 14 caído malamente y por artera mano criminal del terrorismo en el VRAE-Ayacucho y el ministro de Defensa, Antero Flores nos recuerda que él no va a renunciar y que siempre, en toda guerra, se producen bajas. Un descubrimiento notable para el estratega de marras.

El presidente del Establo de la Plaza Bolívar, Javier Velásquez, ha dicho que va a procurar que la junta de portavoces representados en esa abominable colectividad de la que hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de formar parte –así lo denunció Manuel González Prada- planearía un viaje al VRAE para “sensibilizarse” con dicha realidad sangrienta. Ha admitido, sin ambages ni vergüenza alguna, que no están “sensibilizados”. ¡Cómo si la presencia de esos ilustres burócratas, allá o acá fuera o tuviera la más mínima importancia!

¿Qué pobrediabladas son éstas?

Las iras están hoy desbordadas porque compruébase que el país no avanza un milímetro, en cambio retrocede kilómetros y millas a paso redoblado. Nuestros políticos son una casta que merece un acto heroico, por tanto, ir al VRAE, de repente troca en una acción sacrificada y por la cual merezcan recuerdo algún día. En el 2006 y a propósito de la búsqueda de local a posteriori del sismo de agosto de ese año, propuse que el Establo se trasladara a Tacna, de modo que en casus belli, representaba el primer escalón dispuesto a rendir la vida como lo hicieron los compatricios que pelearon en la guerra de rapiña que Chile impulsó contra Perú entre 1879-1883. No caería mal un monumento masivo por quienes de otro modo no son sino el acopio de noticias escandalosas y muy mediocres. La idea no tuvo mayor eco hasta hoy que Velásquez ha propuesto ir al VRAE.

Las tragedias en las carreteras, en los puentes, en la lucha de dudosa eficacia contra el terrorismo demencial, son temas humanos en los que la ayuda de Dios no tiene nada que ver. Las balas que asesinan son de metal, el dinero que se emplea en su compra forma parte de los impuestos que los ilustres de la Iglesia Católica no pagan o del narcotráfico y también reconoce presencia terrena, no celestial. ¿A cuénto de qué invoca a Dios el señor Simon? Tiene derecho a sus creencias, aunque formen parte del engaño colectivo impulsado desde hace dos mil años, pero a lo que no tiene posibilidad alguna es a la superchería y a la idiotez de creer que todos somos débiles mentales como para pensar que de otras partes y no de nuestras propias obras valientemente acometidas, llegarán las soluciones puntuales a tanta fragilidad como país.

La nación tiene que comprender que la pelea contra sus taras no tiene otra salida que, como premisa inicial e inequívoca, reconocerlas en toda su fealdad maloliente. Al terrorismo no se le combate con poemas en forma de leyes, se le derrota desde el trabajo esforzado de los ronderos, de la fuerza armada, desde el periodismo, desde la célular familiar, el colegio, la universidad, las entidades del Estado, todas juntas y premunidas de armas ideológicas y materiales para pulverizar su cáncer violentista. ¿No lo sabe Yehude Simon? Me temo que él es el único que puede responder esta pregunta con alguna relativa propiedad. Y digo que es parcial porque clamar por la ayuda de Dios nos revela cuan y qué tan grave es la impotencia de este agotado político de tan aguda y abisal perspectiva.

¡Aquí y ahora se resuelven los grandes temas de la problemática nacional! Que otros estafen desde los púlpitos y vivan gratis del dinero que paga el resto de los peruanos es un tema que debe corregirse pero para ello se requiere de un Congreso con mayúscula y de hombres y mujeres justos y convictos en la igualdad de las personas ante la ley. Mientras tanto, lo que todos vemos.

“Que Dios nos ayude”, ¿qué pobrediabladas son éstas?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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