En la casa de Elena Sánchez detuvieron a su hijo Ignacio Tranquilino Herrera Sánchez, de 23 años, y a la esposa de éste, Cristina Rocha Manzanares, de la misma edad y con tres meses de embarazo. También sacaron de la casa a Juan de Dios Herrera Sánchez, de 18 años, hermano de Ignacio Tranquilino. Los tres, semidesnudos, fueron subidos a una camioneta pick up.
Ignacio y Juan de Dios en la parte trasera; Cristina Rocha, en la cabina. Como Juan de Dios se negaba a subir, los agentes de la DFS lo golpearon y lo subieron a la fuerza; hecho lo anterior fueron trasladados a la comandancia de la IX zona militar.
Era jueves y faltaban tres días para las elecciones federales en las que el único candidato registrado “legalmente”, José López Portillo, resultaría ganador.
Cuando la señora Elena preguntó por sus hijos en la comandancia de la IX zona militar le dijeron que se los acababan de llevar con rumbo desconocido. A ella le negaban toda información. El mismo día de los hechos, el director federal de seguridad informó al presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez, lo siguiente: “Culiacán. El retén militar destacamentado en estación San Blas, municipio de El Fuerte, detuvo a Ignacio Tranquilino Sánchez Juárez, (a) el Kilo, y a su amasia Cristina Rocha; así como al hermano del primero cuyo nombre se desconoce (…); al revisar las pertenencias de los elementos citados, los militares encontraron propaganda de la Liga Comunista 23 de Septiembre y tres cartuchos de dinamita, solicitándose instrucciones a la comandancia de la IX zona militar. Dichas autoridades guardan hermetismo sobre estas detenciones, pero posiblemente las personas de referencia sean trasladadas a México.” Al siguiente día, el 2 de julio de 1976, el titular de la Dirección Federal de Seguridad informó al presidente Echeverría: “El día de hoy a las 18:30 horas fueron sometidos a interrogatorio tres miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre que fueron detenidos ayer en la población de San Blas, Sinaloa, por elementos del Ejército, quienes encontraron en su domicilio tres cartuchos de dinamita, estopines, mecha y un ejemplar del periódico denominado Madera (periódico de la Liga Comunista 23 de Septiembre). Los detenidos son Ignacio Tranquilino Herrera Sánchez, (a) el Kilo o Tin Tan; su amante Cristina Rocha Manzanares y un hermano del primero de los mencionados de nombre Juan de Dios (…). Ignacio Tranquilino Herrera Sánchez, de 24 años de edad, unido libremente a Cristina Rocha Manzanares con la que procreó un hijo de nombre Carlos Ignacio, de un año de edad.” Desde entonces, el Estado mexicano que los secuestró se ha negado a dar cualquier información sobre ellos.
Esa madrugada del 1 de julio no sólo una madre perdió a sus hijos y a su nuera: también un bebé de un año de nacido perdió a su madre y a su padre. Ahora Carlos Ignacio Herrera Rocha, el hijo de ambos desaparecidos, tiene 34 años y sigue buscando a sus padres y a su tío; pero busca sobre todo a su hermano o hermana nacida en cautiverio. Él sabe que su madre pudo haber dado a luz, en la reclusión clandestina a la que fue sometida, en enero de 1977, por lo que ahora su hermano o hermana debe tener 32 años. Se antoja imposible la tarea que se ha propuesto lograr Carlos Ignacio Herrera Rocha: encontrar a su hermana o hermano desaparecido, pero en realidad no lo es si colaboran todas las personas conscientes de que la Guerra Sucia del gobierno contra sus opositores revolucionarios debe terminar.
Podemos hacerlo no obstante la pesada conspiración del silencio impuesta por el gobierno e incluso algunos políticos, militantes y activistas. En México ya se han encontrado niños desaparecidos durante la Guerra Sucia. El primer caso es el de Aleida Gallangos Vargas, restituida con su familia biológica luego de 23 años de desaparecida; el segundo es el de Lucio Antonio Gallangos Vargas, localizado en una lucha conmovedoramente heroica dada por su hermana Aleida.
Los hijos de los desaparecidos necesitan muchas manos, mucha fuerza, muchos ojos… pero los tenemos.
*Exguerrillero y luchador social
Fuente original: Revista Contralínea
CONTRALÍNEA 129
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