Si bien es suceso lamentable, no deben pasarse por alto los permanentes problemas de salud que afronta la humanidad, en particular los más pobres.

Según la Organización Mundial de la Salud, cerca del 90 por ciento de las muertes por enfermedades infecciosas se debe a seis de ellas: tuberculosis, neumonía, diarrea, sarampión, paludismo y SIDA, que afectan principalmente a los países pobres.

El SIDA mata dos millones de personas al año, la tuberculosis millón y medio, el sarampión 900 mil y la malaria entre 1,5 y 2,7 millones, en su mayoría niños, de entre los 300 millones a 500 millones que la contraen.

Recientemente, una epidemia de dengue en Suramérica provocó miles de muertos.

Mientras la atención global se concentra en la influenza, cada día mueren miles de africanos por enfermedades que pueden prevenirse o curarse. De ahí que compartimos la pregunta hecha a un reportero de la AP por David Sanders, profesor de salud pública de la Universidad del Cabo Occidental, en Sudáfrica:

“¿Por qué no hay una movilización de emergencia similar contra las enfermedades diarreicas que matan a 2,5 millones de niños al año?

“Uno no puede evitar preguntarse si no es que en esto se está expresando una división Norte-Sur”, afirmó Sanders, uno de los principales expertos de salud pública de Sudáfrica.

El despacho noticioso añade que casi tres mil niños mueren cada día de malaria, con frecuencia porque carecen de mosquitero para cubrir su cama. Eso ocurre mientras los grandes bancos reciben miles de millones de dólares para su salvamento.

Recuerdo aquella frase del Comandante Ernesto Che Guevara: “Vale más la vida de un solo ser humano que toda la riqueza del hombre más rico de la tierra”, y entiendo por qué los fascistas de nuevo tipo mutilan su estatua en Viena.

La realidad del mundo de hoy contrasta con la de Cuba, bloqueada y agredida por los poderosos.

Leo la denuncia de que más de mil 900 personas han muerto y entre 56 mil enfermaron desde enero a consecuencia de una epidemia de meningitis que ha azotado Nigeria, Níger y Chad, pero eso atrajo poca atención internacional.

Releo entonces otro trabajo publicado en el semanario Tribuna de La Habana en enero pasado, de mi colega Lissette Martín, quien comentaba como, porque las ventas no resultaban lucrativas, transnacionales farmacéuticas suministradoras de la vacuna contra la meningitis tipo A, decidieron no seguir produciéndola.

“Bussines are bussines”, dice la libre empresa que ahora se hace millonaria con la nueva epidemia.

En julio del 2006 llegó al Instituto Finlay de la capital cubana una solicitud de la OMS para producir millones de dosis con destino al llamado “cinturón de la meningitis” en África, que incluye 21 países de Etiopía a Senegal, con 400 millones de personas en riesgo.

Desde diciembre del pasado año la nueva planta da respuesta al humano pedido. Y todavía algunos reclaman gestos a Cuba, ahí tienen uno.

Agencia Cubana de Noticias