Si el otro bando puede utilizar ideas camufladas como si fueran del propio país, en lugar de que parezca que están apoyadas o estimuladas por los soviéticos, entonces, nosotros deberíamos poder utilizar ideas camufladas de locales (en los países soviéticos o influidos por los soviéticos)”1. Así pensaba Tom Braden, que en 1950, en plena “Guerra fría”, fue nombrado por la Central de Inteligencia Americana (CIA) para comandar la Dirección de Organismos Internacionales, instancia que tenía el propósito de responder tácticamente al desarrollo de las ideas comunistas en el mundo.

Eran tiempos en los que el imperialismo norteamericano, a través de la CIA, estructuró toda una estrategia de carácter propagandístico, pagando a intelectuales, o silenciándolos, para lograr inmunizar de las ideas socialistas a los países que estaban bajo su égida, y para insertar sus propias ideas en el corazón del bloque socialista, al otro lado de lo que Winston Churchill llamaría con mucho sentido propagandístico: “la cortina de hierro”.

Esta visión del imperialismo parece estar plenamente vigente en América Latina. Un ejemplo lo tenemos en el desarrollo de los sucesos en torno a las supuestas vinculaciones del ex subsecretario de gobierno, José Ignacio Chauvín, con la red de narcotráfico de los hermanos Ostaiza.

Este caso pasó de ser un tema eminentemente jurídico-policial, por actividades de narcotráfico, a ser el principal tema político de los últimos meses, y no solo al interior del Ecuador, sino también de Colombia. Se convirtió en el caso del “involucramiento del gobierno de Rafael Correa con la guerrilla y el narcotráfico”. Y alrededor de esta nueva “verdad”, creada con horas y páginas enteras de entrevistas y versiones informativas, del montaje de una verdadera telenovela de gánsteres y espionaje en los grandes medios, la derecha se ha unificado, y por ahora tiene un importante caballo de batalla para golpear al gobierno.

Decimos que en el Ecuador parece aplicarse la política de Tom Braden porque, en primer lugar, el imperialismo y la derecha consideran al gobierno de Correa como una extensión de un proyecto político regional, hostil a los intereses norteamericanos, en el que están gobiernos como el de Venezuela, Bolivia y Cuba, como en su tiempo fue el eje de países socialistas encabezados por Rusia. Y en segundo lugar, porque en torno al caso Chauvín existe una intención de fondo: más que descubrir las relaciones que pudieran haber del gobierno con las FARC o con el narcotráfico, la intención es deslegitimar la lucha revolucionaria, a la tendencia democrática, patriótica, progresista y de izquierda, que se ha venido consolidando en nuestro país, y que actualmente constituye el principal riesgo para los intereses del imperialismo en la región.

La idea es obligar al Ecuador a reconocer que las FARC son una organización terrorista y, con ello, ivolucrarnos de lleno en la política del Plan Colombia. Usan el caso Chauvín para equiparar a la guerrilla con el narcotráfico, a la guerrilla con el terrorismo, y en general, buscan desprestigiar la lucha de la izquierda revolucionaria. Pretenden equiparar al proceso de cambio que vive el Ecuador con la situación que vive Colombia. Y tal como sucedió en la campaña anterior alrededor del tema del aborto, se recurre a infundir temor, miedo a que el país se vuelva una zona de narcotráfico y terrorismo, una zona de conflicto. Se recurre a un llamamiento moral: no está bien, bajo ninguna circunstancia, que un gobierno encubra y mucho menos apoye a este tipo de actividades violentas y reñidas con la vida, como supuestamente lo hace Correa. Buscan la configuración legal del atentado a la seguridad del Estado, para presionar por una destitución.

Le están sacando el jugo al tema, puesto que estando en marcha la campaña electoral, restarle fuerza al Gobierno es ganar la posibilidad de contar con un bloque importante de asambleístas en el próximo parlamento, que les permita enfrentar en mejores condiciones el proceso conspirativo contra el cambio.

Lo rescatable de toda esta trama urdida por la derecha y el imperialismo es que ha quedado al descubierto el intervencionismo del que el Ecuador es objeto a través de la CIA. Y a pesar de la defensa incondicional que la derecha hace de esta organización y de sus filiales en el Ecuador, los ecuatorianos le han mostrado su desprecio, como siempre lo han hecho.