Dos noticias han sacudido y estremecido a la ciudadanía en estos últimos días. Se trata de dos hechos de sangre que por su naturaleza denotan crueldad y una extrema pérdida de sentido de la realidad.

En Guayaquil, una madre de familia se ha suicidado luego de dar muerte a sus dos pequeños hijos. En este momento no importa en esencia saber los detalles y tampoco vamos a especular sobre si los responsables indirectos fueron sus familiares o cualquier otra persona. Lo que importa es destacar el hecho en cuanto a la extrema gravedad que reviste, ya que un crimen no es usual y peor todavía si se trata de una madre que elimina a sus hijos.

¿Cuáles fueron los pensamientos de aquella mujer que prevalecieron en esos fatídicos momentos? A ciencia cierta nadie los podrá saber, pero sí podemos destacar que el clima de violencia social cobra caracteres más agudos mientras se incrementa la crisis social y económica del país. Ciertamente, la pobreza no es solamente económica ya que puede manifestarse también con estas características patológicas muy difíciles de detectar a tiempo.

En Quito, un joven trabajador mató a su padre en un arranque de cólera en el marco de una ingesta de licor. Otra manifestación de desquiciamiento social extremo, que no alcanza a reconocer las distancias y cercanías sociales, oscurecidas por angustias de todo tipo y que no pueden ser detectadas porque esas mentes se hallan confundidas por el sufrimiento del desempleo, la presión familiar, las demandas sociales, el violento clima social mismo que en lo político se caracteriza por un verbalismo agresivo en extremo, agrandado por los medios de comunicación, que viven del escándalo y de la sublimación de todos los hechos humanos relacionados con la violencia.

Pareciera que nos aproximamos a un estallido de crisis social de impredecibles consecuencias ya que la violencia está en las calles, en las relaciones personales, en las actitudes dirigenciales.

Es que vivimos una sociedad violenta, en todos los órdenes, en el sexual, por ejemplo; la violencia de género, la económica, claro. En muchos establecimientos de educación las relaciones son violentas, y todos estos casos son algunos de los antecedentes para la conformación de cuadros de patologías que terminan en actos de violencia. Así se explican los magnicidios o el uso de la violencia para dirimir cualquier tipo de contradicción entre personas. El aumento de enfermedades sicopáticas se evidencia en estas épocas.

La persecución a los ecuatorianos y a otros migrantes latinos en los Estados Unidos y Europa se ha incrementado justamente en estos meses de profunda crisis económica de las grandes empresas en estos países.

Es decir que los actos violentos asumen muchas características. En México, los narcotraficantes enfrentados entre ellos y con los representantes armados del poder económico han sumido a ese país en un estado de guerra civil disfrazada. El mantenimiento del actual orden político es lo que realmente se juega en estos enfrentamientos, que dejan muchas secuelas especialmente en la población civil.

En lo político es muy conocida la estrategia de dominio que consiste en aterrorizar a la población, con lo que se apuntala un permanente clima de intolerancia y violencia ya que de inmediato se van generando espacios de resistencia y de venganza.

Lo que queda claro es que mientras más actos de violencia extrema se suceden, más aún se impone la transformación de la sociedad, en términos tan radicales que alcancen a eliminar de raíz los gérmenes de violencia humana.