Lo que la UNE y el Sindicato de Maestros han hecho a favor de la educación nacional es incuestionable. Afirmar, sin rubor, que los males de la educación son responsabilidad de maestros y maestras o de sus organismos gremiales, es una infamia.
Por: Edwin Guerrero Blum
El gobierno nacional, utilizando las páginas del diario del Estado, ha emprendido una sucia campaña contra la Unión Nacional de Educadores, uno de los más respetables gremios de profesionales del país. Aduciendo que la dirigencia se encuentra politizada, pretende descalificar la larga y gloriosa trayectoria de la organización de los maestros y maestras, sin tomar en cuenta que desde su fundación y, aún antes, cuando se llamaba Sindicato Nacional de Educadores, quienes dirigían esas organizaciones eran militantes de los partidos de izquierda. Recordemos a Emilio Uzcátegui, Ciro Maldonado Jarrín, Eliecer Irigoyen, Juan Francisco Leoro, Odilo Aguilar Pazmiño, Ricardo Sarzosa, Flor Medranda de Chancay, Juan José Castelló, Aracely Moreno y muchos otros, todos militantes socialistas, comunistas o de la izquierda revolucionaria, sin que ello los haya descalificado o disminuido.
Lo que la UNE y el Sindicato de Maestros han hecho a favor de la educación nacional es incuestionable. Afirmar, sin rubor, que los males de la educación son responsabilidad de maestros y maestras o de sus organismos gremiales, es una infamia. Esta muletilla, repetida hasta el cansancio por la derecha y sus marionetas de ciertos medios de comunicación, busca ocultar que los verdaderos culpables son los gobiernos de la burguesía y sus mediocres ministros y subsecretarios del ramo. Los únicos auténticos maestros que han estado al frente del Ministerio de Educación, Carlos Cueva Tamariz y Gonzalo Abad Grijalva, realizaron una labor benéfica y el país los recuerda con gratitud. Los demás ministros han sido "catedráticos" de las universidades confesionales y han odiado a la educación fiscal y laica.
Enemigos históricos del Movimiento Popular Democrático (MPD) como son Alfredo Vera Arrata (ex cabezón, ex ID, ahora correísta) y Raúl Vallejo (ex ID, ahora PAÍS), enquistados en el gobierno actual, han conseguido poner al presidente contra el magisterio, y le han convencido de la necesidad de formar una organización adicta, adulona, obsecuente, que no reclame con altivez la atención a los derechos de los maestros y las maestras de la patria. Parece que no le han contado que anteriores gobiernos ya intentaron aquello: la dictadura militar de los años setenta puso a la UNE fuera de la ley y hasta encarceló, canceló y persiguió a sus dirigentes; los ministros de Febres Cordero, Borja y Mahauad, tomaron decisiones tendientes a debilitarla. Todos fracasaron.
La UNE elige sus directivas mediante el voto universal, en elecciones democráticas, bien organizadas, y los maestros y las maestras concurren a depositar el voto por los candidatos de su preferencia. De esa manera se conforman los Comités Ejecutivos provinciales y el Comité Ejecutivo Nacional y otras instancias de dirección. Mientras las bases del magisterio sigan confiando en la lealtad y consecuencia de los dirigentes, la UNE seguirá su accionar y los afanes del diario El Telégrafo y el trabajo divisionista de algunos directores provinciales volverán a caer en saco roto, como en el pasado.
Es que el magisterio no puede olvidar que el trabajo tesonero, sacrificado y constante de miles de maestros y maestras ha conseguido sacar adelante a grandes sectores de la población, abandonados por los gobiernos burgueses, y que hoy disputan a los grupos sociales siempre preferidos y exclusivos beneficiarios de todo, los espacios de la ciencia, de la cultura, del arte y de la política. Indígenas, afroecuatorianos, mujeres, hoy se destacan en esos campos. La lucha de la UNE, ahora, y del Sindicato de Maestros, en los años treinta, ha hecho posible esta nueva realidad del Ecuador. Gracias al trabajo político de organización, de difusión de las ideas de cambio, emprendido por maestros y maestras, conjuntamente con los padres de familia y los estudiantes, se ha logrado disputar con éxito cargos de elección popular en las diversas funciones del Estado. Esa actividad legítima no puede ser satanizada por plumíferos, se ubiquen donde se ubiquen, y aún si se presentan con ropajes de progresistas.
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