Los espacios informativos de los medios, donde supuestamente se ejerce el periodismo independiente e imparcial, se han convertido en la principal oposición política al gobierno, así como en espacios de abierta promoción a las candidaturas de la derecha.
Esto preocupa a quienes mantienen la concepción de que el periodismo es una actividad diametralmente opuesta a la propaganda. A quienes la miran como una práctica relacionada con la verdad y la libertad, cuya supuesta aspiración es mantenerse lo más alejada posible de las relaciones de poder existentes, para alcanzar así el objetivo de la imparcialidad. Y a la propaganda, en cambio, la consideran una actividad poco seria y engañosa de la que se sirvieron los peores proyectos totalitarios de la historia. No pocas veces hemos escuchado a Carlos Vera y Jorge Ortiz interpretar de esta forma la estrategia comunicacional del Gobierno.
Pero la historia, los procesos sociales y políticos que hemos vivido en el continente y en el Ecuador, nos permiten alejarnos cada vez más de estos mitos. Ahora podemos entender que el periodismo solo es una forma más de la propaganda. Y que la propaganda no tiene necesariamente ese sentido negativo que se le ha atribuido, puesto que siempre ha sido un arma de las clases sociales en su lucha ideológica y política por el poder. Unas clases, las que están en el poder, la usan para mantener su dominio, y otras, las que son explotadas, para conquistarlo.
¿Cómo demostrar que el periodismo es propaganda? Fácil: analizando su práctica concreta. Tomemos como referente teórico las cinco reglas de la propaganda que plantea el francés Jean Marie Domenach, en su libro “La propaganda política”:
1.- Simplificación y enemigo único. Se refiere a que toda propaganda, para alcanzar sus objetivos, debe buscar la síntesis de lo complejo; traducir un conjunto de hechos o ideas de forma simple, clara y breve, teniendo en cuenta la identidad cultural del destinatario del mensaje.
Podemos identificar esta regla en el tratamiento que ciertos periodistas han hecho de la política regional. Según su versión, hay un eje totalitario en América Latina del que es parte el gobierno de Rafael Correa, y está encabezado por Evo Morales, Fidel Castro y Hugo Chávez. Simplifican en la figura de estos personajes todo el proceso social de cambio que se vive en la región, del que son protagonistas los pueblos y no solo determinados individuos. Así mismo, para atacar a toda la tendencia democrática, progresista y de izquierda que existe en el Ecuador, lo más fácil es confrontar a Correa.
2.- Exageración y desfiguración. Se refiere a la sobredimensión de cualquier hecho con el fin de acentuar ciertos aspectos de un problema. Esto ha sido analizado por varios estudiosos del periodismo y tratado como la “espectacularización de la noticia”. Ejemplo en Ecuador: el incremento de la delincuencia en todo el país, que siendo un problema cierto, fue sobredimensionado con el propósito de inculpar al Gobierno de falta de acciones efectivas para enfrentarlo. Y algo reciente: las reformas al Código Penal, que teniendo errores aceptados por el mismo Gobierno, han sido interpretadas por los medios como una licencia extendida a asaltantes y ladrones para delinquir. Ahora el Gobierno no solo es narcotraficante y terrorista, sino también amigo de los delincuentes.
3.- La orquestación. Se trata de la repetición de un tema, bajo diferentes aspectos, hasta lograr imponerlo en la opinión pública. La intención es que el destinatario de la propaganda hable sobre él, lo discuta y llegue a tomar determinada posición. El mejor ejemplo en Ecuador es el caso Chauvín. Se ha repetido tanto que el supuesto involucramiento de este personaje con el narcotráfico y con la guerrilla demostraría la relación de Correa con estas actividades, que para muchos es ya una verdad. Decía el nazi Josep Goebbels al respecto: “Con una repetición suficiente y la comprensión sicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo”.
4.- La transfusión. Que desde el poder opera sobre la base de miedos, ideas preexistentes en las masas, prejuicios, complejos de odio, un orden establecido y no el cambio. Sobre esto hay varios ejemplos: todos recordamos el tema del aborto durante la campaña para el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución. Así como el tema del matrimonio homosexual, aspectos que según estos medios promovía el gobierno y las fuerzas progresistas en la Asamblea. Se recurrió a viejos prejuicios que la población tiene para demonizar a las fuerzas del cambio. Igual ocurrió en el tema de la propiedad privada.
Un ejemplo reciente es el de la supuesta intención del gobierno de desdolarizar la economía del Ecuador. Se dijo incluso que ya estaba en el puerto un contenedor con la nueva moneda: el cóndor. El miedo a que se repita una crisis como la de 1999 es intenso.
5.- La unanimidad y contagio. Explica la tendencia a expresar la opinión de un grupo como unánime a toda la sociedad. Buscan lograrlo con el aval de intelectuales o personalidades destacadas. Ejemplos abundan; como el de la supuesta vigencia de un estado opresor contra la prensa. Se dice que actualmente no existen libertades públicas, que no hay democracia porque se ataca a los periodistas y a los medios. Los conocidos cuentos como el de la seguridad jurídica, el riesgo país, la inversión extranjera, son mostrados como criterios que toda la sociedad respalda o comparte. Basta escuchar a Jorge Ortiz y sus “expertos” economistas para comprobarlo.
Evidentemente, desde el lado de los pueblos también se hace periodismo, es decir, propaganda para enfrentar el poder oligárquico. La diferencia es que se trata de una propaganda que no miente como la propaganda oligárquica, sino que se propone, como decía Lenin: “hacer revelaciones en todos los campos”.
Seamos claros: el periodismo… es propaganda.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter