El habla popular es muy rica en imágenes. Tiene frases que sintetizan sus sentimientos y rebeldía y que, en pocas palabras, comunican su aprobación o su disgusto y lo hacen con ingenio y humor, a veces negro. Veamos estos ejemplos: “El que sabe, sabe, y el que no, maestro de escuela”, “Aunque se vista de seda, la mona, mona se queda”, “La misma mierda pero con otras moscas”.

Estas sentencias populares, aplicadas a nuestra realidad, nos hacen pensar en lo que está sucediendo actualmente con la contienda política, que se lleva a cabo para ocupar la gigantesca gama de cargos públicos que, como mercadería barata, se exhibe en las múltiples vitrinas que han abierto la ambición de poder y el afán de figuración.

Presidente de la República, asambleístas, alcaldes, prefectos, consejeros y concejales, tenientes políticos y pasabolas, todo, todo se elige, y de un solo golpe, en esta larga y tediosa jornada que se cumplirá el próximo 26 de abril. Esto nos hace presumir que, posiblemente, se intentará pescar a río revuelto, con la idea de que el que tiene más saliva traga más pinol y, por ello, en calles y plazas se levantan ocasionales tribunas, para que en ellas brillen las estrellas de este universo de oportunismo y mediocridad, que nos acecha detrás de cada tarima.

Como es natural, las ofertas llueven y basta escucharles al Alvarito o a “mi” coronel Gutiérrez, para darnos cuenta de que, de distintas maneras, nos ofrecen el oro y el moro, para tratar de ganar la confianza de los ingenuos, valiéndose de la mentira y el engaño, sin respetar la credibilidad y la confianza de la gente que, golpeada permanentemente por la miseria, puede caer en las redes del engaño y la manipulación de su esperanza. ¿Con qué cara el multimillonario Noboa puede movilizarse por el suburbio de explotados si él es uno de los explotadores? ¿No es una inverecundia que Gutiérrez salga a pontificar sobre la honradez y la dignidad?

El pueblo no come cuentos y ya estamos caminando por la ruta de los cambios; aún no es la “revolución ciudadana”, como dice el gobierno, pero tampoco son los viejos tiempos en que la demagogia era el baluarte de los explotadores. Se han dado pasos hacia el cambio, pero también se siguen cometiendo errores como el de incluir en el aparato gubernamental a figuras desprestigiadas y corruptas del viejo sistema.

El Presidente de la República no puede ni debe seguir desgastándose manteniendo un inútil enfrentamiento verbal con los representantes del viejo sistema. Al rábano por las hojas. Hay que poner en marcha la esperada revolución ciudadana que todos anhelamos. Cuidado con caer en los brazos de la palabrería fatua y demagógica. No se debe olvidar que el pueblo está esperando su verdadera y definitiva liberación.