Las agencias de información extranjeras no podían tener mejor titular para sus reportes, que las declaraciones del reelecto presidente de la república Rafael Correa, del pasado 27 de abril: “El socialismo se profundizará”.

Según el primer mandatario, los resultados de las elecciones generales, que lo hacen triunfador sin segunda vuelta, le dan la suficiente legitimidad para “profundizar” el cambio, para “radicalizarlo y avanzar aceleradamente”.

“Los cambios son posibles, pero fuera del sistema capitalista, dentro del nuevo socialismo”, manifestó Correa. Estas palabras, como es obvio, recorrieron el mundo y son objeto de diversos análisis, tanto desde la perspectiva de la oligarquía, como desde la perspectiva de la izquierda.

La pregunta del millón es: ¿qué implicará esa radicalización de la que habla Correa? En lo económico, algunos son los temas que, según los analistas, enfrentará el gobierno en la actual etapa: los alrededor de 3.000 millones de dólares en déficit que tiene la caja fiscal, así como los indicadores macroeconómicos adversos, que están íntimamente ligados a la crisis internacional del capitalismo: la caída de las remesas de los emigrantes y el retorno de las familias hacia el Ecuador; los bajos precios del petróleo, y la caída de las exportaciones agrícolas.

En cuanto al tema presupuestario, el gobierno tiene la obligación de cumplir con su promesa de no afectar la inversión social, y más bien incrementarla. Para que el trabajo de la nueva Asamblea Nacional tenga sentido, el Estado requerirá de recursos que permitan la ejecución de derechos como el de la seguridad social para las amas de casa, por solo mencionar uno.
Si el precio del petróleo no se recupera, y las exportaciones agrícolas de productos prescindibles en el mercado internacional, como el banano, el camarón, las flores, el café y el cacao, no crecen, la balanza comercial será deficitaria y la economía tendrá dificultades, pese a las restricciones a las importaciones que impuso el régimen a inicios de año.

A esto se suma la caída de las remesas de los migrantes, lo cual trae aparejado el retorno de las familias a su tierra natal, con el consiguiente crecimiento del desempleo y la inflación. Según los datos oficiales, más de cinco mil familias retornan cada año al Ecuador, procedentes de Europa y Estados Unidos, y el gobierno espera que esta tendencia crezca. El mismo Correa habla de que lo probable es que esa cifra se duplique.

En ese escenario económico, lo que pueda hacer Correa para mostrar una profundización del cambio, necesariamente deberá ir en el camino de medidas que afecten al poder económico del país, y vayan en favor de los sectores populares. Y así por lo menos lo anunció el Presidente frente a la prensa extranjera, en su primera comparecencia luego de conocidos los resultados electorales.

Ahora, desde el punto de vista estratégico, la afirmación de que la profundización del cambio solo es posible fuera del sistema capitalista, y dentro del “nuevo socialismo”, tiene alcances mucho más profundos que lo coyuntural. Están de por medio definiciones en el plano ideológico y político. Tiene que ver con un giro de 180 grados por parte del gobierno, en el sentido de profundizar la independencia del país frente al imperialismo, tiene que ver con afirmar la soberanía plena, tanto en el plano económico como en el plano político y hasta militar.

Afirmar la soberanía tiene que ver, por ejemplo, con no pagar la deuda externa, más allá de la discusión de si tal o cual tramo es legítimo o no (en realidad toda la deuda es ilegítima, inmoral e injusta); ir más allá de lo que hasta ahora se ha hecho, es decir, lograr a través de diversos mecanismos que el mismo mercado capitalista permite, reducciones del endeudamiento del país, como la última subasta de papales de la deuda en la que está empeñado el régimen.

Si así se procediera, si se fuera radical y no se pagara la deuda externa, entonces sí hablaríamos de una profundización del cambio, porque se lograrían los recursos necesarios para ello.

Afirmar la soberanía significa limpiar de raíz toda huella de intervención por parte de organismos de espionaje e inteligencia extranjeros, sobre todo al interior de la Fuerza Pública. Significa acelerar la salida de los norteamericanos de la base aérea de Manta.

Por otro lado, radicalizar el cambio a favor del pueblo significa nacionalizar nuestros recursos naturales, estatizar las actividades petrolera y minera, significa incautar los bienes mal habidos de las transnacionales y monopolios locales, a favor de la producción nacional, a favor de la inversión social.

Pero acabar con el capitalismo no solo es eso. Va más allá, va por el lado de socializar los medios de producción, incautando las grandes fábricas y grandes medios de producción (entre ellos los productores de sentidos), para ponerlos al servicio de los trabajadores, significa hacer un gobierno de democracia popular, directa, no representativa, sino participativa. Construir el socialismo tiene que ver con emancipar a los trabajadores y los pueblos, en todos los planos: en lo económico, político, cultural, ambiental, etc.

Sabemos que, por ahora, ese alcance no tienen las declaraciones del presidente Correa, pero también sabemos que la historia exige que para allá se camine. Sabemos que los pueblos no permitirán que ese rumbo se distorsione y nada más se hable de revolución en papeles, en palabras, no en los hechos. El cambio profundo, el cambio revolucionario es aún el norte que conduce a la lucha de los pueblos, y no es obra únicamente de una persona, por más liderazgo que ésta tenga en todo el país, o en la región. Apoyamos las declaraciones del Presidente de la República; es más, le tomamos la palabra, y estaremos pendientes de que no se frustren las ilusiones que éstas generan en los pueblos.